Diego Alfonso Ladrero, un chef onubense con experiencia en restaurantes con estrellas Michelin que forma en Barcelona a jóvenes con fragilidad social

Diego, junto a Carlos Arguiñano.
Diego Alfonso Ladrero, trabajando en la cocina.
Diego Alfonso Ladrero, trabajando en la cocina.

Mari Paz Díaz. Estamos acostumbrados en los últimos años a ver a los grandes chefs convertirse en grandes estrellas de la televisión, personas mediáticas que llaman la atención de todos los públicos. Pero, a veces, estos maestros de la cocina también ponen sus conocimientos al servicio de una causa con fines sociales. Una faceta que nos llama aún más la atención cuando la historia está protagonizada por un onubense, por Diego Alfonso Ladrero Benito.

Su historia comienza cuando, tras acabar sus estudios en la Escuela de Hostelería de Islantilla con 21 años de edad, hizo prácticas en el Hotel NH Eurobuilding de Madrid, donde nació su ilusión por llegar a trabajar en lugares de alto nivel. Por este motivo, tras regresar unos meses a Huelva para estar un tiempo en el restaurante ‘El Paraíso’, decidió coger la maleta y salir fuera para seguir aprendiendo.



Estuvo trabajando en el restaurante Akelarre, de Pedro Subijana.
Estuvo trabajando en el restaurante Akelarre, de Pedro Subijana, con tres estrellas Michelin.

Fue así como dio el salto al Restaurante ‘Akelarre’ de San Sebastián, dirigido por Pedro Subijana y reconocido con 3 estrellas Michelín, donde estuvo un año. Según explica Diego Ladrero, «aquí pude comprender lo bonito que podía ser este oficio y el sacrificio que requería. El equipo de cocina lo formábamos unas 25 personas, de diferentes nacionalidades, todos convocados para aprender con los mejores. Esta experiencia, además, me dio la oportunidad de participar en grandes eventos junto a Juan María Arzak, Carlos Arguiñano o Martín Berasategui, entre otros».

Su siguiente destino fue el Hotel AC Santa Paula de Granada, de 5 estrellas, donde estuvo trabajando como jefe de pastelería, un arte muy exacto, minucioso y delicado que le ofrecía el dinamismo y el margen de maniobra que necesitaba.


Puerto de Huelva

Diego, junto a Carlos Arguiñano.
Diego, junto a Carlos Arguiñano.

A partir de ahí dio otro salto: esta vez a Barcelona. En la capital condal, su primera parada fue el Restaurante Visual, en el Hotel Torre de Catalunya, como jefe de partida de calientes, donde experimentó el tener a su cargo a un equipo de cocina. Después, se marchó a trabajar con Sergi Arola, en el restaurante que lleva su nombre ubicado en el famoso Hotel Arts.

Pero no quiso quedarse ahí, sino que deseaba ampliar su formación cursando en la Escuela de Hostelería y Turismo de la Universidad de Barcelona (CETT) un Master de Alta Gastronomía Ejecutiva. Un curso a través del cual le ofrecieron dar clases en la Fundación Marianao, en cursos de formación profesional con colectivos de jóvenes en riesgo de exclusión social. Una nueva experiencia como formador, que compaginó con el trabajo en una cocina central como chef ejecutivo.

También ha trabajado junto a Sergi Arola.
También ha trabajado junto a Sergi Arola.

«La experiencia como docente, el trabajo con chicos con tantas dificultades, abrió otra línea en mi trayectoria, por la cual sigo actualmente. El siguiente lugar donde trabajé -y donde me encuentro actualmente- ha sido la Fundació El Llindar, una escuela para adolescentes con mucha fragilidad social, donde se les da otra oportunidad para vincularse de nuevo con el sistema educativo. Este trabajo es duro, pero muy enriquecedor a nivel personal», reconoce Ladrero, que añade que, además, «las condiciones laborales me han permitido seguir ampliando mis conocimientos realizando en los períodos vacacionales diversos stages en el extranjero, como por ejemplo en el Restaurante Boquería en Manhattan (Nueva York), dirigido por Marc Vidal, o en el Restaurante Olé de Hong Kong, con Jesús Pascual». Experiencias que le aseguran estar en continúo reciclaje y a la última en nuevas técnicas culinarias.

Su experiencia docente le llena de satisfacción.
Su experiencia docente le llena de satisfacción.

Todo ello es el resultado de una carrera intensa y, sobre todo, del interés mostrado por este sector desde que era pequeño, cuando ya se preparaba él mismo su comida. Reconoce que en este hecho también le influyó su familia, puesto que, aunque hasta ahora no había nadie dedicado a este ámbito de forma profesional, en su entorno siempre ha habido una gran valoración y disfrute de la gastronomía. Por ello, en la adolescencia tuvo claro que la cocina le iba a permitir desarrollar las habilidades que había mostrado hasta entonces, pudiendo convertirse en su salida profesional.

Por su cocina pasan unos 150 alumnos cada semana.
Por su cocina pasan unos 150 alumnos cada semana.

Fue así como se matriculó en Islantilla, que reconoce que «fue una de las mejores oportunidades que he tenido, pues me abrió una opción de vida al dotarme de grandes recursos que me han permitido tener siempre trabajo, estabilidad y plantearme retos de futuro constantemente». Una formación que completó con sus experiencias en el País Vasco y Barcelona, la ciudad en la que reside y que asegura que está dotada de grandes lugares con estrellas Michelín y una oferta gastronómica cosmopolita y de vanguardia.

Sede de la Fundación.
Sede de la Fundación.

Ahora, el ser profesor de la Fundació El Llindar, ofreciendo clases de cocina a unos 150 alumnos cada semana, le ha cambiado la vida. «El transmitir mis conocimientos y acompañar a los chicos y chicas en sus procesos personales y educativos en un momento vital tan complejo, es cada día una experiencia sin igual», asegura.

Y ya trabaja en un nuevo proyecto que le ha llenado de ilusión. Se trata de dirigir una escuela de hostelería en Hospitalet de Llobregat, dentro de la fundación. Un reto difícil, pero muy ilusionante.

En breve dirigirá una Escuela de Hostelería en Hospitalet de Llobregat.
En breve dirigirá una Escuela de Hostelería en Hospitalet de Llobregat.

No hay duda que Diego Ladrero ha logrado su sueño poniéndole trabajo, esfuerzo, ilusión y el deseo por conocer cosas y lugares nuevos. Es consciente de que la vida de la hostelería es dura, pero ahora como docente tiene más tiempo de ocio.

En cualquier caso, su experiencia le permite afirmar que «España es un país gastronómicamente muy bien valorado, y turísticamente hay una amplia y variada oferta hotelera y de restauración que ofrece diversas salidas profesionales a esta profesión».

Reconoce que Huelva ha crecido mucho gastronómicamente en los últimos diez años.
Reconoce que Huelva ha crecido mucho en los últimos diez años gastronómicamente hablando.

Un plano en el que Huelva considera que tiene mucho que decir, especialmente por lo mucho que ha crecido en los últimos diez años gracias a la labor de entidades como la Escuela de Hostelería de Islantilla, ya que considera que «ahora hay mucha gente joven que está haciendo una cocina diferente, sin dejar de utilizar nuestra excelente materia prima. Ahora podemos andar por las calles de Huelva pudiendo degustar nuestro pescaíto frito, nuestros guisos marineros y nuestras carnes de la sierra, de la manera tradicional, pero también aceptando las novedades que nos presentan nuevos restaurantes que han abierto sus puertas en los últimos años».

Asegura que Huelva tiene mucho que ofrecer.
Asegura que Huelva tiene mucho que ofrecer.

Una Huelva a la que echa mucho de menos, especialmente cuando piensa en su familia, amigos, el Recre y ¡su gastronomía! Tanto es así que, para despedirse, nos asegura que «tras vivir en tantos lugares diferentes, les diría que disfruten de nuestra tierra, del gran abanico de posibilidades que ofrece y que tenemos que aprovechar». Así que, para terminar, anima a los onubenses a que sean valientes, que salgan a otros sitios para que valoren todo lo que ofrece Huelva.

1 comentario en «Diego Alfonso Ladrero, un chef onubense con experiencia en restaurantes con estrellas Michelin que forma en Barcelona a jóvenes con fragilidad social»

  1. Grandes personas hacen grande un país. Sentirse orgulloso de lo que uno hace, es la mitad de la vida. Éste chico trasmite en su mirada la satisfacción de aquel que ha abandonado una carrera profesional ligada a la alta cocina, y la ha cambiado por la cocina de base (azucar, harina y huevo), para trasmitirla, y se siente feliz

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