Aniceto Delgado Méndez. Eran las diez de la mañana, y desde el molino de viento que nos avisa de nuestra llegada a Cabezas Rubias, se escuchaban los cohetes que anuncian día de fiesta.
Es enero y como sucede en una gran parte de la provincia de Huelva, la celebración en honor a San Sebastián mantiene viva un gran número de tradiciones que nos hablan de la diversidad y riqueza de un territorio desconocido.
Además, en la comarca del Andévalo, San Sebastián es sinónimo de danza. En pueblos como San Bartolomé de la Torre, Villanueva de las Cruces y Cabezas Rubias, los actos de este ritual, la procesión del santo esta acompañada por grupos de danza que de una u otra forma rinde honores a este santo.
Creada a principios de los años 80, la danza de Cabezas Rubias, ha conseguido mantenerse en el tiempo, convirtiéndose en un referente identitario para esta localidad andevaleña.
En grupo de siete o nueve (siempre impar), los lanzaores acompañan a San Sebastián en su procesión por las principales calles de Cabezas Rubias. También danzan en el pregón y terminan su participación cuando el santo entra en la iglesia y comienza el convite que año tras año corre a cargo de los mayordomos.
Junto a esta fiesta, la danza de San Sebastián, también se ejecuta en la romería que se celebra en mayo en los alrededores de la ermita, situada en el cabezo el Buitrón.
Como ocurre otros años, la fiesta ha comenzado sobre las doce de la mañana con la recogida por parte de los lanzaores de los mayordomos y miembros de la junta directiva de la hermandad de San Sebastián. Acompañados hasta la iglesia, se ha celebrado la eucaristía y después se ha llevado a cabo la procesión del santo.
En el recorrido, lanzaores y tamborileros, han ido ejecutando los distintos pasos y las espadas han vuelto a danzar al son de la gaita y el tamboril. En una mañana soleada, los vecinos y vecinas han vuelto a disfrutar de un patrimonio que lejos de ser un reducto del pasado, es una expresión del presente.
Terminada la procesión y tras los vítores al santo, a los lanzaores, a los tamborileros, al coro y a los mayordomos, estos últimos han anunciado su invitación a comer a todo el que lo desee.
Tradición e identidad, fiesta y devoción, se unen en enero bajo una danza que tras la atenta mirada del santo, continua su camino en un pueblo donde “no hay forasteros”.
Ahora habrá que esperar al mes de mayo para volver a escuchar el tamboril y sentir una danza en la que la renovación de sus miembros, es la base de su continuidad.