Salomé de Miguel
Grupo Azoteas
Hay que diferenciar entre asueto y ocio. Y para eso nada mejor que la Real Academia, que es quien sabe de estas cosas. Define el asueto como ese espacio de tiempo libre en cada jornada laboral, que queda a disposición del que lo tiene. El que lo tenga, claro, porque hay quien tiene todo el día de asueto. El ocio, queda concretado como el cese del trabajo o de la actividad en ese tiempo del asueto. Queda por lo tanto disponible para utilizarlo en lo que sea, menos en trabajo.
Quedan solamente dos posibilidades para ocupar el tiempo de asueto: Una actividad lúdica o no hacer nada. Cada cual que elija.
Pero, salvo excepciones, hay dos aspectos del ocio que son generalmente aceptados y asumidos por la mayoría de los humanos (Bueno, de los hombres, que son los protagonistas de esta historia social): Las relaciones y la competición. Estos serán los temas de los próximos capítulos. Pero antes, establezcamos algunos previos.
Los hombres no juegan y se relacionan (a su modo) desde cuándo se inventaron los casinos. Los hombres no aprovecharon ese invento para descubrir su afición al juego y a las relaciones con sus semejantes (los otros hombres). Con las mujeres, las relaciones han sido de otra índole. Cada cosa en su sitio. Nada de eso ocurrió con el nacimiento de los casinos. El afán de los hombres por relacionarse con otros hombres y hablar de sus cosas o competir en el juego, es anterior a los casinos. Tan anterior, que creo que la tendencia hacia esa relación de especie (masculina) es consustancial a su propia naturaleza y tan antigua como el propio hombre.
Lo que ocurre es que con los casinos se institucionalizó, se le dio cobijo, se crearon sedes, para que lo que toda la vida se ha hecho, tuviera el beneplácito social de la complacencia y el reconocimiento de las instituciones. Se desarrolló un plan de ocio a la medida de los socios, que por entonces eran los pudientes de cada localidad, pero gracias a ellos nacieron entidades con buen gusto, riqueza estética y normas bien organizadas.
Conviene no olvidar algunos datos:
Hace más de 70.000 años se inicia la Historia de la humanidad, con la salida de África de la especie. Nada hace pensar que, en los ratos que la emigración dejaba libres, no hubiera reuniones de ocio y solaz.
Hasta que, unos 12.000 años antes de nuestros días, se asientan y surgen las chozas y los megalitos. ¿Puede alguien pensar que no existían los ratos libres?
El imperio romano y el cristianismo, trajeron, hace 2.000 años, una vida del ocio debidamente documentada en tradiciones, escritos y constancias artísticas. El ocio alcanzó su máximo desarrollo en los circos, los teatros, las plazas y las comidas al aire libre, como es obligado en el Mediterráneo.
El afán de ocio en el asueto, es algo que nace con cada humano, viva en la sociedad que viva, en cada época y con su fortuna heredada. Desde todos los tiempos. De maneras diferentes, claro, pero pegado al músculo del corazón de cada hombre (Miocardio, dicen que se llama). Todos los corazones son iguales: Sangre, miocardio, arterias y venas que lo recorren. Pero no hay corazones negros y blancos, amarillos o aceitunados (Como se llamaban antes a los que estaban a mitad de camino).
La Historia y los datos arqueológicos que tenemos de ella, aseguran que en todas las civilizaciones ha habido actividades de ocio, junto a las guerreras, de caza, de emigraciones o de religión. Ocio, algo que no varía entre épocas ni latitudes. Ocio, es palabra poco usada pero actividad muy deseada.
Hasta que hace solamente 60 años, dio comienzo, sin que aparentemente nadie se haya percatado, la «Edad Digital» (Ya verás si acuñamos el nombre …), que ha dado al traste con todas las previsiones de ocio. Basta con mirar hacia atrás y recordar nuestro pensamiento del asueto antes de aquellos años setenta del siglo XX. En poco más de 20 años, pasamos de un pensamiento social del ocio a otro de tipo individualista y tecnificado por los nuevos recursos digitales. Nuevo horizonte para el asueto y a aprender se ha dicho. Todos. Incluso los que ya se sabían dueños de la intelectualidad y de la ciencia, han tenido que pasar por el aro de un aprendizaje obligado por un avance que daba vértigo.
Y tuvimos un anticipo de la nueva tecnología con la serie de televisión Star Treck, en la que teníamos un amigo al que todos queríamos, el personaje Spock, con sus orejas puntiagudas de Vulcano. Pero en las manos de otro personaje, el Dr. McCoy, vimos un aparatito que obraba milagros en el diagnóstico médico, ofreciendo en una pequeña pantalla datos vitales de los pacientes. Y nos parecía cosa inimaginable en la realidad … Pues ya estamos en ella. Pero ahora no es un anticipo imaginativo, sino una realidad que ha revolucionado la sociedad, las relaciones y el ocio.
Comparemos estos 60 años con los 70.000 que han pasado desde que la especie humana decidió salir a dar una vuelta por el resto del mundo, porque África se le quedaba pequeña. Yo creo que más por curiosidad de ver lo que había allá fuera. 60 años de ocio tecnificado y digitalizado y 120 años de un asueto domiciliado en los casinos. ¿Alguien se atreve a pensar que la especie humana no ha tenido ocio en los casi 70.000 años anteriores?
Lo que ocurre es que la información documentada es reciente y parece que lo que nos gusta ahora nunca ha gustado antes. Son problemas del ego de nuestra condición humana. Pero el tiempo de asueto ha sido ocupado por actividades de ocio desde que Adán cayó en la trampa.
El problema del desconocimiento que tenemos de ello actualmente, es la escasez documental que poseemos de los avatares lúdicos de épocas anteriores, aunque haya ejemplos muy escasos que arrojan un poco de luz sobre el tema.
Pero hay una época especialmente atractiva para nosotros (y para la Europa actual), que es objeto de interesada atención por parte de escritores, cineastas, arqueólogos y curiosos. Es la tan traída y llevada Edad Media, que guarda en su seno mucho más de lo que la superficialidad le saca. La Edad Media, con su halo de misterio y oscurantismo histórico, tiene en España (y en Europa) múltiples datos que documentan un conocimiento del ocio suficiente para realizar comparaciones con lo actual. Con los casinos, que son la más evidente muestra de institucionalización de las prácticas para el tiempo libre. Donde se puede, claro, porque no en todos los sitios tienen la suerte de poseer un casino.
Los hombres, una parte de nuestra especie, es mucho más proclive a las relaciones sociales de lo que parece. Lo que ocurre es que de manera distinta a otros grupos de humanos. Pero su afán de relaciones se concreta en dos aspectos que la Historia ha conservado intactos: La tendencia a agruparse (Relaciones) y una permanente tentación de la competición (El juego).
No había casinos en esa Edad Media, pero sí había actividad social de reuniones, charlas, acompañamientos y juegos, en los lugares adecuados y posibles. Por eso las iglesias tenían una entrada porticada y a veces un atrio,
No hace muchos años (unos 40) en los pueblos de Segovia los hombres usaban una práctica religiosa para incluir en ella otras actividades deseadas.
Las iglesias de Fuentidueña, de Sacramenia, de Valtiendas o de Fuentesoto, han visto sus explanadas y soportales repletos de hombres, antes y después de la misa de doce los domingos. La única que había antes.
En una época en la que era obligación aceptada por los «bienpensantes» la asistencia a la celebración religiosa, todos se acumulaban a la entrada, en corrillos breves, como antesala al rito.
Cuando todos habían entrado, las mujeres ocupaban los bancos, los niños (acompañados por la Sra. Maestra y el Sr. Maestro, que antes se les llamaban así), se colocaban en los bancos delanteros y los hombres al final de todo, de pie y en situación cercana a la salida, por si acaso, en clara posición para un «escape” que se pusiera a tiro. Nunca las misas han sido bien aceptadas por los hombres en Castilla y sí por las mujeres, en actitud de resignada esperanza.
Al terminar el oficio, mujeres a sus casas, niños a jugar y los hombres a charlar hasta la hora de comer. En atrios, soportales y explanadas. Hace sólo 40 años. Era costumbre heredada de los modernos, de los medievales, de los romanos, … , aunque la misa de doce no existiera como pretexto. Emulando a un anuncio excelente de aquella época, podríamos decir que «el ocio es cosa de hombres …»
Y había algo curioso. Se formaban tres grupos entre los que compartían el juego como actividad dominguera. Los grupos de amigos que se jugaban algo en una mesa de un bar, los que se aliaban con el Sr. Cura para darle a las cartas con una bolsa delante y los funcionarios, que se juntaban alrededor de las fichas de dominó y un café que traía la señora del médico. El juego siempre ha sido clasista y mercantil. Aunque haya servido también para satisfacer el ansia de competitividad de los hombres. Lo que pasa es que algunos, de camino, trataban de sacar tajada. Pero de eso hablaremos en el artículo que corresponde al juego.
Pero conste, que los hombres en esa Edad Media que hemos elegido como lugar en el tiempo, eran como los de antes y como los de ahora: Amantes de las relaciones entre ellos, para estar, charlar y mirar. Y fáciles víctimas de la tentación de competir, aunque se vista de juego tal actividad.
Hoy es suficiente con situarnos en esa Edad Media magnífica, que con tan poco rigor tratan los aprovechados de turno.
Pero la Edad Media contiene tantos valores humanos y culturales, que sigue dando clases de estilo, de estética y de ocio. Tres valores que están presentes en los casinos.
Equipo Azoteas
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2 comentarios en «Los Casinos y la Historia: Asueto y ocio»
Coincido con Salomé en que la perspectiva histórica del ocio alcanza desde los comienzos del ser humano y durará hasta su eternidad, pues es propio de nuestra naturaleza el esfuerzo y el merecido descanso y, lógicamente, existen múltiples formas de desarrollarla. Hubo incluso quienes inventaron el “deporte” allá en Olimpia, la antigua Grecia, año 776 antes de Cristo, mantenido durante un tiempo por los romanos conquistadores y volviendo a alcanzar su plenitud a partir del siglo XIX, nuevamente en Atenas.
La Edad media, con sus dimes y diretes, errores y aciertos, fue un periodo de luchas en el que los valores guerreros se mostraron hartamente en los duelos entre caballeros, a lanza y espada, de ahí vinieron luego otros deportes que hoy se integran en los “juegos” olímpicos.
Otros personajes menos atrevidos se dedicaban al cante o a la narrativa, cual trovador enamorado, escribiente o literato, que también lo hubo y seguramente se reunirán en las tabernas del lugar y de la época, pues si algo hubo siempre en España, fueron tabernas y bares, recordemos su acepción latina de la época romana “tabernae vinariae”. De ahí a los casinos hubo, afortunadamente un paso, como centro de ocio, cultura, y también, afortunadamente, de debate social.
Pero hay una constante en la evolución del ocio en todas las latitudes: Los hombres son los protagonistas casi únicos y los modos de competir son semejantes, aunque cambien algo los formatos de los juegos y competiciones.
Incluso algunos juegos han mantenido su aspecto a lo largo de los siglos, aunque hayan renacido en otros paises.
Incluso en la Edad Media los juegos de esfuerzo caballeresco no eran los más abundantes, sino los que han transcendido en la Historia. Los otros, los de mesa y piedra, eran los habituales, como veremos en el próximo artículo.
Afortunadamente.
Gracias por tu colaboración amigo Benito.