Benito de la Morena. Con el lema “made in China” miles y miles de juguetes y artículos diversos inundan las viviendas de los países desarrollados, en un desembarco sin precedentes de productos contaminantes de “usar y tirar”, que hacen las delicias de niños, jóvenes y no tan jóvenes, sin distinción de sexo, raza u opinión.
Es el gran “invento” de las multinacionales que incitan al consumismo ofreciendo objetos a tan bajo precio, que nos despierta la “lógica” de lo práctico y rentable, motivando al abandono del producto dañado sin atender a su reparación tradicional, y sin que nos importe la calidad de los materiales que componen ese juguete electrónico, sea una videoconsola, un ordenador infantil, o una muñeca parlante.
Millones de pilas, baterías y metales pesados de circuitos eléctricos y electrónicos que contienen mercurio, cadmio, cromo, plomo, etc., que dan “vida” a los a los juguetes que nos hacen sonreír con nuestros hijos, son residuos peligrosos que contaminan nuestros suelos y degradan gravemente el medio natural, de ahí que en una sociedad como la europea, que pugna por conseguir un “desarrollo sostenible”, y se obliga a modificar los modos de producción y las pautas de consumo para avanzar hacia una utilización más racional de los recursos naturales, tenía que preocuparse por el incremento de éstos residuos de aparatos eléctricos y electrónicos destinados al abandono, la dispersión de los puntos de generación y las diferentes características y composición de unos residuos que hacen difícil su correcta gestión ambiental y poco reentable bajo un punto de vista económico.
Tender a la recogida selectiva para su valorización, vía reutilización o reciclado, es un complejo reto, en el que se mezclan muy diversos intereses, y que desde el seno de la Unión Europea se pretende abordar con iniciativas legislativas específicas sobre su clasificación y tipología y con respecto a las restricciones en la utilización de sustancias peligrosas en la fabricación de los aparatos y residuos eléctricos y electrónicos.
Las leyes se diseñan y desarrollan para regular ordenadamente actividades y acciones que pueden o deben influir en la vida cotidiana, bien sea económica, política, o familiar, de la Comunidad humana, de ahí que sobre los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos no se haya empezado a legislar hasta hace escasamente una década, es decir, cuando estos residuos han empezado a ser un problema de índole social, a escala local y mundial.
En Europa, tuvo que ser una nación puntera en lo que a protección ambiental se refiere, como Alemania, la que a través de su Ministerio Medio Ambiente promulgara en 1991 una ordenanza que establecía la “obligatoriedad de la recogida y tratamiento de los residuos eléctricos y electrónicos, tanto de origen doméstico como industrial.
En esa línea de política ambiental, años después, la Comunidad Europea promulgó las Directivas 2002/95/CE y 2002/96/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 27 de enero del 2003, sobre residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, que tiene como objetivos prioritarios el “prevenir la generación de éstos residuos y aplicar formas de valorización que reduzcan la eliminación, elevados costes y complejas técnicas que ello conlleva”, “ mejorar el comportamiento medioambiental de todos los agentes que intervienen en el ciclo de vida de los aparatos eléctricos y electrónicos, es decir, productores, distribuidores, consumidores y, especialmente, aquellos agentes directamente implicados en su tratamiento y gestión” y “restringir la utilización de determinadas sustancias peligrosas en los aparatos eléctricos y electrónicos”.
Un esfuerzo que, si bien no entra en el fondo real de la producción masiva, descontrolada e interesada de estos productos, al menos sí intenta plantear la necesidad de la neutralización y tratamiento de esos residuos contaminantes y reducir su grado de peligrosidad.
Al 15 de julio del 2005 los Estados Miembros de la UE deberían de haber asegurado en sus territorios en cumplimiento de la norma, al menos en lo que respecta a la recogida y almacenamiento controlado, y también para esa fecha todos los aparatos eléctricos y electrónicos de la UE deberán llevar impreso el símbolo de prohibición de su depósito en los contenedores de basura con el fin de facilitar su labor de recogida, y establecer un “sistema de devolución” a través de las empresas vendedoras, quienes tendrán la obligación de recuperarlos, sin coste alguno para el usuario cuando éste adquiera otro de similares características, así como la obligación de los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas de disponer de “puntos limpios” para almacenamiento temporal de los RAEE y como paso previo a su traslado al centro de Tratamiento.
Un ambicioso, necesario y viable objetivo del que debe obtenerse provechosos beneficios ambientales, tan sólo a medio plazo, pero que precisa poner de acuerdo a sectores con intereses muy diversos que tendrán que reconsiderar, no sólo la forma de gestionar y tratar los residuos, sino también la fabricación en Europa de aparatos eléctricos y electrónicos con productos y componentes más ecológicos, y sobre todo, el control de las importaciones de aquellos “otros” Aparatos Eléctricos y Electrónicos, incluidos los juguetes que, a bajo precio y con componentes peligrosos, se seguirán produciendo desde ese “tercer mundo” que tiene “hambre de comida”, bajo la dirección de los poderosos del “primer mundo” que tienen “hambre de dinero”.
Puede que con motivo de tener que ayudar a nuestros hijos a preparar la “Carta a los Reyes Magos”, sea éste un buen momento para irles inculcando esa conciencia medioambiental que tanta falta les va a hacer en su futuro inmediato.
1 comentario en «Juguetes peligrosos»
De momento, gracias de nuevo al Sr. de la Morena por esta importante y bien estructurada información. Deberíamos leerlo detenidamente los ciudadanos, porque en lo que aquí se dice le va la vida a nuestros sucesores en este valle de lágrimas.
Y que sea materia de obligada lectura a los que se apuntan a ser políticos, porque de ellos depende que se desarolle una cultura del medio ambiente en el ocio, que no es poco.
Solamente me conformaría hoy con que los lectores de HBN lean dos veces este artículo, detenidamente, para que lo que en él se dice sea una inyección en la vena de la resposabilidad de quien corresponda.
Y de nosotros, los usuarios diarios de productos aparentemente inocuos, pero sumamente peligrosos para la vida.