Juan Manuel Suárez Japón. Quizás entonces nadie podía imaginar lo que aquella firma significaría. No sólo nacía el Huelva Recreation Club, sino que con él se asentaba en España una nueva práctica deportiva que habían traído hasta Riotinto los mismos colonos ingleses que por entonces destripaban estas tierras onubenses para extraerles el preciado metal. Como recogieron Antonio de la O y Diego Becerril en su historia de aquellos sucesos y recoge en su crónica conmemorativa María Carmona (El Mundo Andalucía 25.12.014), fueron dos los firmantes, los señores Charles Adams y el médico Alexander Mackay, y todo el acto se acogió en la que luego sería Casa Colón, un espacio felizmente recuperado e integrado ahora en los grandes hitos de la cultura y la vida social onubense. Nació así el Recreativo y con él, el germen primero del fútbol andaluz y español, la primera semilla de algo que el tiempo ha extendido hasta los más ínfimos rincones. Y es destacable que, pese a las muchas mudanzas que ese tiempo trajo, ahí sigue el Recreativo de Huelva, resistiendo, superando dificultades y degustando éxitos menores o mayores. Ahí sigue el Recreativo, 125 años después, como una institución que ha trascendido su origen para convertirse en un patrimonio común de los amantes de este deporte del balompié.
Expreso aquí la más efusiva de mis felicitaciones al Decano del fútbol español y con ella evoco viejas escenas que me unen a él. Cuando este Recreativo se cruzó por primera vez en mi vida yo no sabía nada de aquello, ni su origen, ni su antigüedad, ni su importancia. Sabía, sí, que mis mayores le llamaban “el Onuba” y que en sus pasos por el pueblo, para enfrentarse al Coria CF, se acrecentaban las posibilidades de incidentes, causados casi siempre por la insalvable impotencia de los locales frente al poderoso visitante capitalino, al que se le atribuían contubernios cómplices con los árbitros de turno. Borrosamente veo aquellas camisetas, azules y blanca, manchadas por el juego en aquel campo terrizo, irritantemente triunfantes frente a las amarillas del equipo de mi pueblo y de mi familia.
Pero las cosas comenzaron a complicarse cuando el propio Recreativo de Huelva comenzó a ser también, en cierto modo, “equipo de mi familia”. Sucedió cuando Alfonso Tiravit, primo de mi padre, tras haber jugado varias temporadas en el Sevilla FC, pasó a ser jugador onubense. Desde entonces, seguíamos al Recre de otro modo. Y un día llegó en que el “Onuba” vino a Coria y nuestro primo Alfonso resolvió el partido merced a un atinado golpe directo, algo en lo que desde siempre había mostrado gran habilidad. ¿Qué podíamos hacer?, ¿entristecernos por la derrota del Coria o presumir del golazo de nuestro primo? No fue fácil. E incluso yo advertía que se dirigían a mi padre miradas acusadoras de los más radicales seguidores del equipo del pueblo. Luego sucedería algo parecido con Manolo Cardo y su paso por el equipo onubense, como jugador y como entrenador. Y tantos otros, antes y después que ellos.
Mis primeros viajes a Huelva fueron acompañando a mi padre para ver los Colombinos, especialmente cuando en ellos jugaba el Sevilla FC, que era el equipo de sus preferencias. La historia y la cultura futbolística de Huelva se hallan en mi memoria por esa otra causa y este Recreativo que ahora celebra sus primeros 125 años es también para mí el recuerdo de aquellos viajes, de la ilusión de mi padre, de mi mirada adolescente queriendo atraparlo todo. Por eso, cuando se derribó el viejo estadio lo sentí porque se estaban derribando también una parte de mis propios recuerdos.