Querido amigo

Ramón Llanes. Estarás asomado al mundo como deseando una vuelta a modo de pasatiempo y asombro; por aquí las cosas han perdido la sensualidad, los hombres perdieron la sabiduría y la hondonada que dejaste aún permanece. No huele a germen nuevo ni a palabras, no se distribuyen cubos de afecto por las calles y el sobrante de versos que se quedaran en la puerta a punto de salir, -cuando cerraste la última mirada-, allí siguen, solos, mordidos por la inacción y la culpa.

Sabes que nunca fuimos pensadores de futuros a largo plazo, que nos gustan los placeres espontáneos, que se nos olvidan las querencias y sabes que el entramado de la verdad siempre lo descubrimos después del pensamiento. Así las cosas, nos quedan la peineta, el baile, la bandera y poco más para continuar rompiendo vanidades. Unos surgen de una nada insólita y se visten de profetas, otros se esconden detrás del miedo y no son valientes para entregar la cuchara del mando y los más retorcidos reniegan del sosiego y del trajín, del azul y del amarillo, reniegan de estar y reniegan de marcharse, ¡absolutamente un incendio de psicopatías desnortadas!


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Ahí vamos, con el “locajo” puesto llamando la atención de los poderosos en vez de recurrir a los sabios, haciendo amistad con las nuevas miserias de lo mediático y desperdiciando el tiempo en monsergas mediocres y vacíos cerebros.

Cuando estabas creíamos en otros trazos pero hemos perdido el rumbo por la escasez de habilidad, amigo. Al regresar a este sitio tan nuestro desde donde se nos permitía comunicarnos con la vida, ahora que estoy en ello y me vence esta melancolía de novato, sostengo en los ojos el abrazo que nos hizo la amistad y no sabría decirte qué sensación se me va a quedar en el alma, si esta del jolgorio inestable o aquella del abrazo, pero huyendo de la trampa de la nostalgia solicito envíes al pasmo de ahora una locomotora, un columpio, unos zapatos o un trozo de sentimiento, para que podamos jugar a tenernos y nadie crea que eres la fábula de mi fantasma de cabecera en noches de insomnio, que nadie sepa que nos prometemos aparte del afecto, la guitarra y la conciencia; que nadie lo sepa, amigo.


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