Mari Paz Díaz. La provincia de Huelva ha sufrido un cambio importante en el último siglo. El desarrollo industrial, unido a actividades como la minería o la instalación del Polo en 1964, ha sido determinante en los nuevos usos y necesidades de la población onubense. Circunstancias que han ido definiendo la arquitectura de la provincia a lo largo del siglo XX de una forma clara.
Una arquitectura –en algunas ocasiones criticada y, en otras, alabada- que forma parte de la vida de la provincia y que, de algún modo, nos define como ciudadanos. Pero, ¿cuáles son las características principales de la arquitectura onubense del último siglo? ¿Qué rasgos o edificios la identifican?
Para responder a estas cuestiones hemos acudido a una interesante publicación denominada Cien años de arquitectura en Andalucía. El Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea, 1900 – 2000, una investigación del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) dirigida por Víctor Pérez Escolano, si bien fue Ángel López Macías, con la colaboración de Víctor Breña Calvo, el encargado de realizar el estudio correspondiente a la provincia de Huelva.
Según recoge el arquitecto Ángel López, “el panorama arquitectónico de principios de siglo estaba dominado por los estilos históricos, pero singularmente en la provincia se desarrollan de forma paralela arquitecturas próximas al estilo colonial, como el barrio de Bellavista en Riotinto y la desaparecida Colonia de verano en Punta Umbría, y obras de arquitectura e ingeniería, además de elementos urbanos y domésticos, en fundición de hierro”.
Unas singularidades estas últimas que se debieron precisamente a la llegada de los británicos y franceses a las minas de Huelva atraídos por los minerales necesarios para la Revolución Industrial. Extranjeros que, además, proyectaron unas construcciones vinculadas al ocio y a la actividad industrial en Huelva.
Pero, al mismo tiempo, en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche se produce un foco de enorme interés con la presencia de la figura de Aníbal González Álvarez-Ossorio que, en colaboración con la familia Sánchez-Dalp, construye edificios como el casino de Arias Montano (1909), la hacienda Monte San Miguel (1910) y el barrio de Aracenilla (1918) en Aracena, además de otros espacios emblemáticos, como el tiro de pichón de Jabugo o uno de los casinos de Cortegana.
Por su parte, la capital onubense, según continúa López Macías, inicia entonces un proceso de renovación con nuevos trazados para el ferrocarril y comienza el desmonte de los cabezos, aunque fue el diseño de las canalizaciones y otros servicios públicos lo que la fue convirtiendo poco a poco en una ciudad moderna, más acorde a las nuevas necesidades. Surgen así dotaciones tan características de Huelva como el Mercado de Santa Fe (1899-1905), obra de Manuel Pérez y González y Francisco Monís y Morales, realizada tras el desmontado del Cabezo Molino de Viento.
Fueron los años de la construcción de algunas de las grandes casas de la burguesía onubense, como sucedió con “las de Antonio Checa Núñez (1904) de Francisco Monís, y las casas de José Muñoz Pérez (casa y papelería Muñoz) (1909) y Antonio Guijarro (1910), bellos ejemplos de estilo modernista proyectados por el arquitecto jerezano Francisco Hernández-Rubio y Gómez”, apunta López.
Aunque si existe un arquitecto que marca la imagen de la ciudad del primer tercio del siglo XX fue José María Pérez Carasa, que ocupa su plaza de arquitecto municipal en 1914. A este profesional se le debe, por ejemplo, la conocida como ‘Casa del Millón’ para Juan Quintero Báez, la restauración de la Casa Mora Claros, comienza la construcción del barrio obrero Reina Victoria junto al técnico inglés R. H. Morgan, la iglesia de La Milagrosa y proyecta el primer instituto de Huelva (Instituto La Rábida). Posteriormente, en 1931, se construiría en la carretera de Gibraleón el chalet ‘Plus Ultra’, entre otras edificaciones significativas.
Otras obras importantes de esta etapa fueron las cocheras de locomotoras (1909) realizadas por Francisco Montenegro Calle, la casa de dirección de la compañía The United Alcali en Valverde del Camino (1920) o el Gran Teatro proyectado en Huelva (1921) por Pedro Sánchez Núñez, entre otras.
Luego, la Segunda República supuso un cambio sustancial de la concepción de la arquitectura provincial, en parte influenciada por nuevas escuelas racionalistas y la creación de los colegios de arquitectos.
A partir de entonces surgen otras figuras destacadas de la arquitectura, como Francisco Sedano Arce, al que se le debe, por ejemplo, un edificio en la calle San José o los Pabellones del muelle de Levante.
Seguimos avanzado, porque si existe una obra que defina la Huelva de los años cuarenta eso nos lleva al centro de la ciudad, pues entonces se construye la Gran Vía y los edificios del Ayuntamiento (1941-1949), de Francisco Sedano Arce y Mateo Gaya Prado por encargo de Alejandro Herrero Ayllón, y de la Delegación de Hacienda (1944), de Julián Laguna Serrano.
Es también entonces cuando se hace el edificio de la Unión y el Fénix (1947), realizado por Fernando Cánovas del Castillo en La Placeta.
A mediados de siglo se produce un nuevo desarrollo de la ciudad de Huelva, con el diseño a partir de 1948 de las barriadas de Huerta de Mena y la Esperanza, que supuso la edificación de más de 1.500 nuevas viviendas, incluyendo un nuevo mercado, una parroquia y un colegio.
Aunque, sin duda alguna, el mayor cambio urbanístico de los últimos años en Huelva tiene lugar a raíz de la implantación del Polo de Promoción Industrial en el año 1964, que supuso la necesidad de construir nuevos barrios con viviendas para los trabajadores que se desplazaron desde los pueblos a la capital para trabajar en las fábricas.
Eso sí, antes se produjeron otros proyectos arquitectónicos que han dejado huella en Huelva, como la construcción de la gasolinera de Campsa por Alejandro Herrero en 1955, que ha sido reconocida en numerosas ocasiones por sus líneas de modernidad. O, también, el Hospital Psiquiátrico a cargo de José María Morales Lupiáñez, en 1962, la Casa de Cultura (1964), el edificio de la Fundación Funcadia (1964), por Francisco de la Corte López, o la Parroquia del Carmen (1964) en Punta Umbría de Miguel Fisac Serna, sin olvidar la Escuela Normal de Magisterio de Rodolfo García de Pablos.
En general, los años sesenta y ochenta estuvieron marcados por la llegada de la democracia a España y este hecho también se reflejó en la arquitectura con la presencia de nuevas estructuras en Huelva, en gran parte motivadas por la presencia en la ciudad de los jóvenes arquitectos que salían de la Escuela de Arquitectura de Sevilla. Los trabajos de nuevos profesionales dieron como resultado aires nuevos e ideas renovadas, que se impulsaron de forma definitiva cuando se configura la autonomía andaluza y se afianzan los proyectos de obra pública.
De esta época, El Registro Andaluz de Arquitectura Contemporánea recoge una veintena de obras, entre las que destacan la estación de autobuses de Huelva, de Antonio Cruz Villalón y Antonio Ortiz García (1987), o la Escuela Universitaria de Relaciones Laborales (1988), de Fernando Carrascal Calle y José María Fernández de la Puente Irigoyen, entre otras.
En definitiva, como se puede comprobar en este somero recorrido por un siglo de arquitectura en Huelva, queda claro que los edificios que conforman una ciudad, una provincia, no sólo son llamativos por los diferentes usos que tienen, sino también porque son definitorios de la historia y la trayectoria que ha tenido el lugar en el que se circunscriben y, por supuesto, de la forma de ser de sus ciudadanos. En este artículo hemos dejado constancia de algunos ejemplos significativos, pero son muchos más. Puedes pararte a mirar cuáles son tus predilectos.