(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro.
Uno no sabe bien si está en Huelva o en Sevilla cuando entra en Paterna del Campo. Incluso su nombre se menciona en Sevilla como cercano y familiar, como si no fuera de otra provincia, aunque sea una provincia hermana y vecina. No en vano la distancia es escasa y hasta 1856 Paterna perteneció a Sevilla. Es como estar a la vez en Huelva y Sevilla, que no es cosa despreciable.
Paterna tiene una estructura urbana a caballo entre las mejores tradiciones sevillanas y del Condado, con ese aire agrícola que da color al entorno y aroma a mieses en junio. Y se encuentra uno con gente que te hace fácil la consulta, porque su respuesta es siempre cercana.
Así, hasta llegar a una calle en ligera cuesta, bien plantada en sus fachadas de clara influencia de la campiña sevillana, con aceras estrechas, como corresponde a su historia de calle por la que no circulaban los coche de la actualidad. Sólo carros y personas. Y caballerías, que es como decir familia nuestra, porque en el Sur caballos, mulas y burros son casi inevitables en nuestros recuerdos y en nuestra historia. Al menos en mi infancia ocupan un lugar de privilegio en la memoria y en las fotos de antes.
Paterna se deja pasear y seduce con su oferta histórica y de atractivas celebraciones. Como antes. Como siempre. Porque Paterna está en caminos frecuentados, pero sabe estar en misa y repicando. Cerca del bullicio capitalino, pero en su salsa sabrosa y personal.
Como en los tiempos en los que un Casino trashumante fuera de casa en casa, para sentar la cabeza en su lugar actual. Este Casino, inquilino de tres sedes anteriores, fijó la misma y se hizo mayor en esta casa-palacio en 1954, adquiriéndola a su dueño, que no es descabellado imaginarlo como pudiente de los de antes y bien avenido con costumbres placenteras en la forma de vivir. Al menos no se podía quejar de casa, porque es original, seductora y con una oferta estética que denota el buen gusto. Y posibles, claro.
Marcelo, mi acompañante en tantas aventuras casineras por los caminos de Huelva, siempre viene encantado a Paterna, porque aquí tenía amigos que eran cómplices de muchos ratos de asueto feliz.Como aquel Rafael Jiménez Calero, “Chamusquina”, tamborilero, que leía el bando municipal y pregonaba otros eventos locales de interés. Eran aquellos años 50 y 60, en los que aún se mantenían costumbres y estampas urbanas de las de siempre.
«Era servicial y muy querido – me comenta Marcelo – y su tambor fue su compañero de viajes. Incluso actuó en películas y espectáculos. Pero lo que más me gustaba de él era que fuera mi compañero jugando en el Casino a las cartas. Ganábamos siempre porque sus bromas mientras jugábamos la partida despistaba a los contrarios. Y encima se lo pasaban bien. Era socio pero yo no. Pero entraba con él, que para eso era mi amigo».
Me gusta pasear por la calle del Casino, principal donde las haya, porque aquí ves a todos y charlas con quien quieras. Y sentarme en el umbral de cualquier casa, que aquí son bonitas y te dejan, para ver pasar a gente y disfrutar de la visión estética de una fachada, la del Casino, que se deja admirar, que para eso es guapa y vanidosa.
Con Marcelo lo hago siempre y él aprovecha para contarme sus recuerdos, que los recuerdos no sirven para nada si no se cuentan con sosiego.
En Huelva no es habitual que los casinos tengan un zaguán a la entrada, sino que se entra directamente al salón o al bar, pero no por zaguán tan claramente definido como en el de Paterna. Hay casos (Trigueros, Bollullos, … ), pero no son habituales. El Casino de Paterna justifica una visita sólo por su zaguán, bello donde los haya y presumido de pro. Y bien que se luce. Con derecho y por historia. Que aquí sucedieron horas de satisfecha visita o de frustración, según se saliera de él con la faltriquera más o menos llena.
Porque este zaguán era el sitio en el que un dueño de tierras pagaba a sus empleados en fechas determinadas. En una ventana que hacía las veces de ventanilla de banco y que conserva su porte y su estética de cerrajería bien trabajada, como suele ser en estos sitios de la zona de influencia de los artesanos de Triana.
Y en esas estamos Marcelo y yo, cuando vemos que un socio, no conocido por Marcelo, está sentado en una silla del casino, en el zaguán, sobre el poyete del umbral, en actitud de serena contemplación, viendo pasar a la gente y respondiendo a sus saludos con ese «condiós» que por aquí se suele.
No es mala idea esa de hacer de este Casino un balcón a la calle, porque el sitio es bello y la calle interesante en sus subidas y bajadas, según se vaya. Desde nuestro umbral de enfrente, observamos al observador sentado en la puerta, mientras Marcelo aprovecha para sacar a pasear sus recuerdos, que para eso están.
«Ese socio me recuerda a “Compauno”, un amigo mío y de todos, que estaba todo el día en el casino, allá sobre los años 60. Le gustaba charlar conmigo porque le contaba cosas de otros pueblos. Siempre tuvo la idea oculta de ir a otros sitios a cosas de su trabajo. Era “Latero”, de esos que ya no hay y que recorría las calles arreglando cosas de metal, cuando no se tiraban y se arreglaban para que sirvieran más tiempo».
Marcelo se calla unos momentos y lo dejo que asiente los posos de su recuerdo y organice lo que decide sacar.
«Estuvo en la División azul. Era personaje muy curioso. Servicial, espléndido, generoso. Un personaje en el pueblo. Y fuera de él, porque lo conocían los de otros sitios cercanos. Y buen amigo mío. Y de muchos …»
Este Casino ha sido lugar habitual de encuentros y reuniones, cuando había tiempo para esas cosas. Ahora el tiempo libre se despilfarra en otras de menos sustancia. Toronjo, Romeros de la Puebla, Paco Isidro, Pepe Da Rosa, Pareja Obregón (que cantó espontáneo en el bar), Carmelo el Tamborilero, la Banda del Regimiento Granada, Fraga y sus charlas, Sánchez Arjona (que era de aquí), Cardeñosa, Gordilo, Biosca… fueron visitas que se quedaron en las paredes del Casino. Son personajes que han estado en Paterna y que usaban el casino como lugar habitual de estar y de encuentro.
El Casino de Paterna, en origen Círculo de Agricultores y Ganaderos, tiene casa propia desde 1954. Pero esta casa espléndida tiene su origen en aquel 1870, cuando era la residencia de un pudiente, que tras gozar de este lugar durante casi toda su vida, lo perdió todo en la Guerra Carlista. No sé bien cómo fue aquello, pero las guerras esas tienen estas secuelas. Menos mal que el Casino conserva para sí este magnífico marco, sobre todo con esa portada de lujo y un zaguán que enamora.
Estar un rato delante de él, admirarlo y disfrutar de su belleza, es motivo suficiente para parar en Paterna, camino de donde sea y recrearse en una de las más hermosas y peculiares fachadas de los Casinos de Huelva.
Y sentarse en el zaguán, recreándose uno en la puerta, la reja y la ventana, que fueron lugar de pago a quienes habían trabajado la tierra de aquel personaje. Pero todo se le perdona por el hecho de haber imaginado y construido una entrada como ésta.
Es un pueblo de marcado carácter agrícola, en el que no es difícil suscribir el perfil laboral de sus habitantes, en general y en relación con el medio. Primer pueblo de Huelva en cultivar el algodón, se dice y lo dicen personas que saben de esto. De secano, claro. En los años 90 se difuminó la diferencia de clases, para lo cual el Casino aportó su buena parte de recursos.
Minifundistas agrícolas, hay quien trabaja su tierra y otras ajenas que le encargan. Paterna es un lugar en el que se desarrolla el tipo laboral de eso que se llama «pelantrín» o «pelentrín», que en palabras de mi amigo malagueño Alfonso Valencia «se refiere a aquel labrador que tiene unas cuantas fanegas de tierra diseminadas por la campiña, unos cuantos «pujares». Una cualidad que hay que atribuir al pelantrín, quizá debido a lo exiguo de su renta, es su poca tendencia a ser un señorito juerguista, por lo que casi todos observaban una conducta ejemplar y tenían fama de hombre bueno». Buen buscador de historia es este amigo, Alfonso Valencia, que en su blog coloca buena parte de su sabiduría.
Y este carácter agrícola de sus habitantes, se deja ver en el Casino, donde los socios se presentan con sus ropas de «paseo» para jugar la partida y charlar con quien se tercie.
Hasta salir de Paterna tiene su encanto. Un cartel de esos que orientan sobre el camino a seguir, según donde vayas, ofrece la curiosa información de dos direcciones contradictorias del camino a Sevilla. Dos flechas, una en cada sentido, parecen generar una información conflictiva. Pero no es así. La flecha grande, para ir a Sevilla por la carretera grande. La flecha chica, para ir por la carretera de siempre, cuando no estaba la actual importante. Pero todo el mundo sabe interpretar esta aparente contradicción, porque el sentido común tiene «sentido» hasta en las carreteras, que es donde más incompetentes meten el cazo. Pero en Paterna, este cartel curioso da una lección de hacer bien las cosas, incluso inventando señales. A ver si aprenden los del poder ese …
El Casino de Paterna es vínculo entre la gente del pueblo: Sociedad que armoniza y lima diferencias sociales. Así son los casinos. O así tendrían que ser. El de Paterna lo es.
Equipo Azoteas
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2 comentarios en «Paterna del Campo: Círculo de Labradores. Una bella entrada en un bello pueblo»
Cada vez me deslumbra más la capacidad de D. Miguel quien, de una supuesta descripción de cualquier entidad socio cultural, entiéndase “casino”, es capaz de describirnos la belleza de una población, su historia, la etnografía, costumbres y hábitos de los conciudadanos, acercando al lector a ese mundo desconocido hasta hacerlo sentir parte de ti, y desearlo.
No es fácil dicha tarea, pero poniendo dosis de cariño, además de inteligencia, D. Miguel está siendo capaz de desgranar los casinos de toda la provincia de Huelva de una manera magistral, y solo deseo que ello trascienda, al menos, hacia los círculos culturales de nuestra provincia, que algunos dicen que hay, pues temo que a los círculos del “poder” poco les puede importar y, ojala me rectifiquen, pues aceptaría con gusto la reprimenda y la posterior invitación a comer que con agrado pagaría.
Estuve en Paterna hace muchos años, cuando era Director de Medio Ambiente y empecé a visitar los pueblos de nuestra Huelva para conocer sus necesidades ambientales. Un lujo circular entonces, pues era caminos casi rurales, pero que dejé en el olvido, y ya hace tiempo que solo la recuerdo cuando leo los carteles que la anuncian desde Autopista del Quinto Centenario, la A 49. Está claro que hay que volver.
Dices y dices bien, amigo Benito: «… que ello trascienda, al menos, hacia los círculos culturales de nuestra provincia …»
Ya quisiéramos que esos círculos, entidades o lo que sea, fueran capaces de tener la perspectiva que demuestras al sacar de nuestros artículos la sustancia cultural y culta (que no es lo mismo) que extraes y evidencias. Nuestro agradecimiento por ello.
Pero es difícil que, entidades de más de cien años viviendo en nuestros pueblos y dándoles vida social y cultural, los Casinos, reciban el agradecimiento en forma de apoyo de cualquier tipo. Pero no olvidemos que nuestros Casinos son escaparate de nuestra vida local y reliquia histórica de nuestro pasado.
Casino y pueblo. O al revés, que nunca sabré qué fue antes. En un artículo próximo (En HBN, claro), desarrollaremos un breve ensayo sobre esta cuestión.
Mientras tanto, que cada entidad local o provincial aguante su vela y los Casinos saboreen su empaque.
Gracias amigo Benito.