Noelia Limón.
El ‘Juego de tronos’ en la Antigua Roma. La influencia de ‘Yo, Claudio’ en producciones posteriores resulta innegable. No es casualidad que la televisión de la década de 1980 estuviese repleta de series protagonizadas por familias multimillonarias, donde la ambición, la riqueza y el poder condicionaban la relación entre los personajes.
Todos recordamos y vimos ‘Dallas’ (1978-1991), ‘Dinastía’ (1981-1989) y ‘Falcon Crest’ (1981-1990).
Que en ellas el motivo de disputa fuesen unos pozos de petróleo en Texas o unos viñedos en California en realidad no importaba demasiado, porque lo que llamaba la atención de tantos espectadores durante cientos de episodios, al final, era lo mismo que ya pudo verse en ‘Yo, Claudio’: unos personajes cuyas vidas estaban marcadas por las traiciones, las luchas de poder, la intriga, el engaño, el adulterio, la violencia y la muerte.
Más próximo en el tiempo tenemos el ejemplo de una serie de televisión totalmente diferente a ‘Yo, Claudio’ en muchos sentidos, pero que bebe directamente de su influencia: ‘Juego de tronos’ (‘Game of Thrones’, 2011- ). Esta producción estadounidense, de género fantástico y con un reparto británico en su mayor parte, está basada en la saga de novelas ‘Canción de hielo y fuego’ del escritor y guionista George R. R. Martin. En ‘Juego de tronos’ la acción tiene lugar en un continente ficticio y de corte medieval llamado Poniente, integrado por varios reinos donde gobiernan distintas familias señoriales que rivalizan entre ellas por ser la más poderosa y ocupar el Trono de Hierro.
Salvando las distancias (más de treinta años las separan y eso en televisión es mucho tiempo), ‘Juego de tronos’ y ‘Yo, Claudio’ comparten más cosas de lo que parece a simple vista. Las dos series son adaptaciones de obras literarias, lo que ha motivado numerosas quejas de los lectores respecto a la forma en que las tramas y los personajes fueron trasladados de las páginas de los libros a la pequeña pantalla. Curiosamente, ‘Juego de tronos’ ha sufrido críticas similares a las que recibió ‘Yo, Claudio’ en su momento, como la eliminación de algunos pasajes de las novelas o las contadas escenas de batallas.
Mientras se ve ‘Juego de tronos’ no se puede evitar hacer comparaciones entre sus personajes y los de ‘Yo, Claudio’. En ambas series, unos actúan movidos por la ambición y el ansia de poder, y no dejan de conspirar, engañar y matar para vencer a sus enemigos, interactuando en un escenario donde la línea que separa la familia y el poder político es muy difusa. Otros, por el contrario, se limitan a intentar sobrevivir a las intrigas que les rodean.
Entre las distintas familias protagonistas de ‘Juego de tronos’ sobresale la Casa Lannister, a la cual pertenecen algunos de los personajes más conocidos de la serie y, a su vez, más parecidos a ciertos personajes de ‘Yo, Claudio’. Por ejemplo, el enano Tyrion Lannister recuerda enormemente al cojo y tartamudo Claudio: los dos sufren el menosprecio y la humillación de sus respectivas familias debido a su peculiar apariencia física y son muy queridos por los espectadores porque representan la bondad, la ética y la inteligencia dentro de una galería de personajes malvados y violentos.
En el extremo opuesto, Cersei Lannister (la hermana de Tyrion) se erige en digna sucesora de la emperatriz romana Livia: desde su privilegiada posición como reina de Poniente y valiéndose de su diplomacia y poder de persuasión, manipula a las personas de su entorno para defender sus intereses y los de sus hijos, recurriendo a todo tipo de artimañas. Su extrema maldad y el profundo odio que profesa a Tyrion la convierten en una excelente villana y en el blanco de las críticas más airadas de los seguidores de ‘Juego de tronos’.
Asimismo, Joffrey Baratheon (el hijo mayor de Cersei) se ha ganado a pulso el apelativo de personaje más odiado de la televisión: este rey adolescente tremendamente déspota y sádico, que se comporta como un psicópata, demuestra tener mucho en común con el emperador romano Calígula interpretado por el actor John Hurt.
Valoración personal de ‘Yo, Claudio’. La televisión de ahora ya no es lo que era, para lo bueno y para lo malo. Las series que venimos disfrutando desde hace unos años se caracterizan por su variedad de géneros y tramas, y por su calidad en cuanto a interpretación, guión, fotografía, dirección, etc. Prácticamente han relegado al cine a un segundo plano, son uno de nuestros pasatiempos y temas de conversación favoritos y generan a diario encendidos debates en Internet.
En este sentido, una serie del año 1976 ambientada en la Antigua Roma, rodada íntegramente en un estudio y sin efectos especiales de ningún tipo, puede parecernos arcaica, incluso cutre si la comparamos con cualquier serie actual, donde muchas de las escenas son retocadas digitalmente a posteriori. A pesar de esto, ‘Yo, Claudio’ ha conservado su capacidad transgresora hasta nuestros días, con unos personajes complejos e inolvidables y un magnífico guión como principales bazas.
‘Yo, Claudio’ puede ser considerada, en ciertos aspectos, una serie adelantada a su época. Por una parte, posee una estructura narrativa nada convencional: cada episodio comienza y termina con un anciano Claudio que habla de una etapa de su vida y la de su familia, intercalando el Claudio del presente con el del pasado, más joven. El empleo en televisión de continuos saltos adelante y atrás en el tiempo para contar una historia no era una práctica muy común cuando se estrenó ‘Yo, Claudio’, pues normalmente se optaba por una narración de tipo lineal.
Por otra parte, esta serie hizo gala de una gran osadía en varias escenas, algunas totalmente inéditas entonces en la pequeña pantalla, que en aquel momento era un medio audiovisual marcadamente familiar: la televisión de la década de 1970 no se caracterizaba precisamente por mostrar desnudos, ni por el uso de un elevado grado de violencia. No obstante, ‘Yo, Claudio’ supo incorporar ambos elementos desde el principio, aunque dándoles un tratamiento desigual: mientras que los desnudos no resultan en absoluto gratuitos y su inclusión en determinadas escenas está plenamente justificada, la violencia ocurre muchas veces fuera de plano, de manera que el espectador solo puede intuir lo que ha pasado, dejando los detalles más macabros a su imaginación.
Sabemos y aceptamos que el sexo y la violencia explícitos han pasado a ser elementos omnipresentes en la televisión actual y que no queda nada que pueda sorprendernos, pero hace algunos años mostrar ese tipo de escenas en una serie y en horario de máxima audiencia suponía todo un atrevimiento. ‘Yo, Claudio’ pagó cara su osadía, ya que algunas de sus escenas no fueron emitidas por considerarse que podían herir la sensibilidad del espectador.
Curiosamente, España no fue el único país donde esta serie sufrió la censura, pues en Estados Unidos las escenas más violentas tampoco se emitieron. No pocos momentos de ‘Yo, Claudio’ consiguen remover al espectador en su asiento. El terror, la locura y el sadismo caracterizan los episodios en los que aparece Calígula, dando la impresión de que se puede pasar de la carcajada al horror en apenas un instante. Algunos de los sucesos más impactantes y recordados de la serie tienen a este emperador romano como protagonista.
Sin embargo, mi escena favorita de ‘Yo, Claudio’ es una más amable: la conversación entre Livia y Claudio en la que la emperatriz accede a contarle a su nieto los secretos familiares que ha guardado toda su vida. Ese momento de total confianza y sinceridad entre ambos supone un punto de inflexión en la serie, puesto que Claudio logra conocer al fin y de primera mano la verdad que quiere sacar a la luz con su autobiografía, los horrores que han acompañado a su familia desde su llegada al poder en Roma; y Livia se confirma como una brillante estratega que, desde su posición de consorte y madre de emperadores, ha ejercido el control sobre la familia Julio-Claudia durante décadas, y al mismo tiempo comprende, quizá demasiado tarde, que ha subestimado la inteligencia de su nieto.
Todos los elogios son insuficientes para el reparto de ‘Yo, Claudio’. Elegir a actores y actrices procedentes del teatro, curtidos en la escenificación de obras de Shakespeare, supone un total acierto porque proporciona a la serie una calidad incuestionable en lo que a la interpretación se refiere. Las largas escenas sin cortes son algunos de los mejores momentos de la serie, donde el reparto demuestra su buen hacer y su experiencia sobre las tablas. No todos pueden salir airosos de un reto semejante.
La historia de Claudio, defensor de los viejos valores republicanos y solo interesado en los estudios históricos, que acaba siendo emperador de Roma, atrapó a los espectadores en la España de la Transición: su estreno en Televisión Española en octubre de 1978 fue todo un éxito de audiencia, al igual que su reposición en el año 1989, con la diferencia de que en su primera emisión algunas escenas de la serie fueron censuradas. Es una lástima que ni nuestra televisión pública ni ninguna otra cadena hayan vuelto a emitir ‘Yo, Claudio’, una serie que marcó una época y que aún sigue despertando sentimientos encontrados, tanto en el espectador que la ve por primera vez como en el que se anima a un segundo visionado.
Las similitudes entre el comportamiento de la familia Julio-Claudia y el de una familia de la mafia no son en absoluto casuales: las dos primeras películas de la trilogía ‘El Padrino’ (‘The Godfather’) se habían estrenado en 1972 y 1974, así que no parece descabellado aventurar que Herbert Wise y Jack Pulman tuvieron en mente ambas películas mientras trabajaban en la dirección y el guión de ‘Yo, Claudio’. A decir verdad, las comparaciones entre esta obra maestra de Francis Ford Coppola y la serie de televisión sobre la dinastía Julio-Claudia resultan inevitables para cualquiera que haya visto ambas producciones.
Es más, la crítica calificó a ‘Yo, Claudio’ como ‘El Padrino’ de la televisión, un título más que merecido y totalmente acertado, que bien podría compartir con la que es considerada, de forma unánime, la mejor serie sobre la mafia: ‘The Sopranos’ (1999-2007).
Durante una entrevista, el actor John Hurt (Calígula) afirmó que ‘Yo, Claudio’ era una serie atemporal. Creo que no hay un adjetivo más acertado en cuanto a su naturaleza y su importancia. Han pasado casi 40 años desde que se estrenó en el Reino Unido, y todavía sigue despertando la misma admiración y continúa siendo un referente para otras series, un recuerdo imborrable para todos aquellos que la hemos visto y disfrutado. ‘Yo, Claudio’ ocupa merecidamente un lugar destacado en la historia de la televisión.
PREMIOS:
BAFTA Awards – Television (United Kingdom):
1977: Mejor actor (Derek Jacobi). Mejor actriz (Siân Phillips). Mejor diseño de producción (Tim Harvey).
Royal Television Society (United Kingdom):
1977: Mejor interpretación (Siân Phillips).
EMMY Awards (EEUU):
1978: Mejor dirección artística en serie TV – drama (Tim Harvey).
Premios TP de Oro (España):
1979: Mejor serie extranjera.
‘YO, CLAUDIO’ EN INTERNET:
Ficha en IMDB: http://www.imdb.com/title/tt0074006/