(Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»)
Miguel Mojarro.
El libro Casinos de Huelva inicia el capítulo de Ayamonte con una apuesta: «Cerca del mar. O mirando al mar, si se prefiere. O las dos cosas al tiempo».
Todo aquel que visite Ayamonte y tome café en la terraza del Casino, sabe que este lugar es amante del mar, enamorado de su río y encrucijada de placeres. Basta con «pegar la hebra» con algún socio que se deje y sacar a la luz todos los enlaces que tienen con la vida pesquera y con ese río frontera, que en tiempos fue testigo de relaciones furtivas.
Relaciones de todo tipo, desde las prohibidas, las amorosas y las económicas. Y este Casino como centro de tratos, de reuniones, de timbas y de descanso.
El Casino de Ayamonte tiene el privilegio de estar asentado frente a un espacio abierto, que deja que la mirada se esparza libre, hasta llegar al mar, porque el mar es aquí el único horizonte posible para un casino.
Hay casinos que necesitan dehesas, minas, montes o viñedos. El de Ayamonte se aposenta con sus colores blanco y portugués, donde pueda ver los mástiles de veleros y oler a sal. Por la mañana, para sentir el frescor del inicio. Al final de la mañana, para recibir algunas de las joyas que los barcos han traido de sus tareas nocturnas. Por la tarde, para gozar de la alegría que en los jardines que tiene delante se derrocha por todas las edades. Y por la noche, adentro. Donde no nos vea nadie.
Eso al menos dijeron los antiguos socios cuando se iniciaba la timba de después de cenar, como ahora se hace en los «botellones», hasta la madrugada, pero sin ruidos ni algarabías. En el silencio que da un casino con solera y que solamente se rompe al final de cada una de las «manos» a las cartas o al dominó. Aunque ya las cartas han dejado libre la plaza al dominó y al parchís, que no son malas ofertas.
Pero ya no es como antes. En su tiempo, en Ayamonte se unían los pescadores que habían terminado, los portugueses que se unían al olor del ocio español y los ferroviarios que trabajaban en ese ferrocarril que ya no existe. Tres castas que escribieron la historia de este casino, sobre todo por la noche, cuando los duendes se hace socios y el día se despidió con el deber cumplido.
Desde 1904, casino de los pobres, que aquí eso de las economías siempre se llevó muy a gala. Hasta que, desaparecidos los otros casinos, éste acogió a socios de toda condición social. Porque ya no hay un conserje que vendía cigarrillos a los socios, «fiados», que eso ya no se lleva, a pesar de que muchos de nosotros compramos a plazos, que es una forma moderna del «fiado», pero más discreta.
Dentro, este Casino es de vista agradable y diferente. Con la nota colorista del gusto portugués en los arcos y en las fachadas de colores. Por algo somos vecinos y algo más. Aunque leyendas como la de María la Portuguesa y otras menos conocidas, definan una relación de tensiones y desconfianza.
Marcelo y su amigo Jacinto, me cuentan cosillas de sus padres, de cuando se veían aquí, en el Casino, hacían sus tratos, jugaban partidas interminables y se despedían con un abrazo hasta la próxima. En este Casino hay paredes impregnadas de sabores de amistad y de comercio leal pero ilícito. Y de los amigos del ferrocarril, que buscaban el final de su tarea, para poder venir al Casino. Hasta la hora de empezar la nueva jornada. Vete a saber cómo y dónde dormían un rato …
Su salita de juegos, con tapetes verdes por doquier, hablan muy a las claras de que este lugar es el santuario de los «cierres a pitos» y de los cafés ganados al rival. Pero la mesa de billar, en el salón, como queriendo presumir de reina descarada del ocio, con su porte de señora ocupando el mejor lugar y junto a la mejor ventana.
Se recuerda aun la Orquesta “Los Ayampes”, local, con vocalista, que atraía a gente de éste y del otro lado de la frontera y que llegaron a grabar un disco. Y a Horacio “el del acordeón”, que tiene una estatua en la Avenida de la Playa.
Son habituales los coloquios entre los socio y no es mala idea tratar de incorporarse a uno de estos actos, en el que suele uno ser bien recibido. Búsquese la bulla local y podrá saborearse la enjundia del lugar. En Ayamonte, más.
Marcelo me cuenta que el padre de su amigo Jacinto regresaba a casa de madrugada, tratando de no ser visto, de manera furtiva, tras pasar unas horas con sus amigos los ferroviarios y alguno de Vila Real de Santo Antonio, con el que tenía amistad de negocios.
Ahora ya no hay aquel ambiente fronterizo de cierto misterio, porque los puentes y el teléfono han unido lo que antes eran dos orillas. Hoy es un río con aguas que unen dos formas de vivir no tan lejanas, aunque sea Ayamonte el foco de atracción principal y su Casino la sede más preciada.
El bello y original aspecto de su salón, con arcos que dan forma y separación a dos ambientes con encanto. Uno, sosegado y con la oferta de butacas cómodas, para ver televisión o lo que sea, mientras se descansa junto a un amigo o sólo, que no es mala forma de descanso.
Otro ambiente, con mesa amplia y prensa esparcida, para que todo el mudo pueda elegir el motivo que prefiera de debate.
Pero allí también están la magnífica mesa de billar y la mejor ventana para «ver pasar». No se olvide que «ver pasar» es uno de los placeres casineros principales, aunque nadie lo confiese.
Pero el Casino de Ayamonte tiene un privilegio único: Su terraza al mar, en noches de verano, que son en sí mismas el más espectacular escaparate al placer.
Casino y mar. Una oferta única en Huelva.
Equipo Azoteas
www.fotoespacios.com
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2 comentarios en «Ayamonte. Centro Cultural Casino España: Mar, río y frontera»
Cuando intento entrar en la página Web que Citiservi ofrece del Casino España, animado por la excelente y amena descripción que de él hace el Sr. Mojarro, me encuentro con que es preciso identificarse, lo cual parece lógico, pero seguidamente me nace el temor de ser captado para publicidad no deseada, y lo rechazo, y entonces me pregunto si es preciso que ello se produzca o sería mejor abrirse al público para ofrecer un servicio que se desconoce, sin pedir nada a cambio, ni siquiera el nombre, al menos en esta primera fase de informar del Casino.
Algo parecido me pasa si intento acceder a Casino España a través de la excelente página que ha creado el Grupo 11879.com, que me habla de ellos pero poco del Casino, salvo su ubicación y, nuevamente, me piden identificarme y otros datos, lo cual también rechazo porque no me permiten conocer nada sobre el Casino. Y así con las demás búsquedas que hago, siendo solo la información de D. Miguel la que me hace valorar la inmensa riqueza sociocultural de este excelente Centro ayamontino.
Puede que yo no haya sabido buscar correctamente en este caso, pero me parece que, en general, se adolece de falta de información al gran público y cuando me paro a analizar el motivo soy capaz de llegar a comprender que los responsables de los Casinos de Huelva, salvo honrosas excepciones, no se han planteado de manera real que su desaparición puede provenir de una falta de “publicidad” de sus valores y se hayan resignado con una futura e inevitable desaparición.
Es evidente que muchos de los responsables de los Casinos se encuentran solos y desasistidos de los medios telemáticos que les permitan darse a conocer como una manera más de garantizar la supervivencia, pero los Ayuntamientos si lo disponen y la Diputación Provincial también, por eso les animo a que informen a estos Organismos para que tomen en serio la necesidad de conservar la historia de Huelva que recogen sus paredes y las vidas de los que aún son fieles clientes y amigos.
Si ellos dan un primer paso, yo me comprometo a ayudarles a conseguirlo. Lo firmo y rubrico hoy día 12 de julio a las 21:15. Cordialmente, Benito A. de la Morena
He intentado entrar en esos sitios que indicas y no he obtenido resultados. Por eso el libro «Casinos de Huelva» es el resultado de cinco años de trabajo de campo por los caminos de la provincia. Solamente logré obtener información de ellos, en el trato diario y repetido con mis amigos de esos sitios. Mis amigos después de la investigación.
Llevas mucha razón en lo que dices que falta información al gran público sobre los casinos, ese patrimonio increíble del que nada sabemos (Hasta la aparición de «Casinos de Huelva»)y del que poco disfrutamos.
Es sumamente acertada tu apreciación y la sugerencia de que los responsables de los casinos, salvo excepciones como bien dices, no se planteen la presencia de información adecuada en los medios. Pero así es la cosa.
A veces no es fácil, pero solamente está asegurado el fracaso si no se intenta.
Lo que dices de los Ayuntamentos, debe escribirse en las fachadas de los mismos. Pero sin mancharlas, claro está. Por eso tanto en el libro nuestro como en los numerosos artículos, programas de radio y entrevistas en medios de comunicación, decimos sin ambages que las instituciones deberían estar presentes en la conservación de este patrimonio cultural.
Y me sumo a tu oferta de colaboración con quien sea. de hecho ya hemos hecho algunos intentos que no han fructificado. Pero nunca es tarde.
Gracias, amigo Benito.