Benito de la Morena. Querido amigo, son las nueve de una noche gélida en la serranía extremeña de Fregenal y en la Iglesia de Santa Catalina el párroco nos despide con su bendición diciendo, “vayan ustedes con Dios”, ¡como si eso fuera tan sencillo!
Su iglesia, preciosa y pequeña, de estilo mudéjar, es del siglo XV; una de tantas obras que a lo largo de historia, los cristianos han construido para ensalzar la Gloria de Dios y de su hijo Jesús.
Casi todas las religiones hacen ofrendas parecidas a sus dioses, y resulta curioso comprobar que varios miles de millones de personas reconozcan sus límites humanos, dejen lo divino a las “alturas” y la miren con reverencia.
Yo pienso que la creencia se basa en una mezcla de miedo y de pasión. Miedo a lo desconocido y pasión al sufrimiento que Jesús tuvo y que se le reconoce con la oración. Supongo que igual pasará con todos los que profesan religiones, y me admira comprobar que tres cuartas partes de la población mundial no se sientan “dioses”, que suelan ser gente sana y humilde y que piensen que existe una forma de resurrección que les aliviará de las penas y privaciones que están soportando durante el “purgatorio” de su vida terrenal.
¿Sabes que cuando voy a misa no tengo facilidad de concentración? Me paso los cuarenta y cinco minutos intentando “conquistar” a Jesús, quizás para colmar mi sed de dudas, y le harto a preguntas, ¡pobrecillo! Pero esta vez si me he enterado del sermón del cura de Fregenal casi al completo y, de nuevo, me ha embargado el corazón al escuchar que Jesús no rechazó al leproso y le atendió, le tocó y le curó. Un leproso era alguien “impuro” en aquella época de hace 2000 años, a quien se apartaba para proteger a la sociedad de riesgos infecciosos graves.
Cosas parecidas hicieron otras religiones prohibiendo comer carne de cerdo debido, presumiblemente, a los riesgos de muerte por triquinosis; o recomendando tener varias esposas para engendrar más hijos y perpetuar así la especie que estaba sometida a las perdidas prematuras de niños por epidemias.
Yo creo que las religiones intentan transmitir un mensaje venido de algún sitio que nuestra mente no es capaz de imaginar, tal vez sea por eso de que solo usamos el 7 % del cerebro, y quizás sea por ese mismo motivo por lo que no somos capaces ni de entender el mensaje “divino” ni de llevarlo a la práctica, y terminamos imponiendo algo que me da mucha tristeza, eso que siempre se ha llamado “temor a Dios”. ¡Que grave error!, ¿Cómo se puede decir que debemos temer a Dios?, y el caso es que hubo épocas que realmente se tuvo miedo, mucho miedo y, por ello ya algún Papa pidió perdón. Sin embargo, me resulta curioso que solo esos detalles de arrepentimiento por los errores cometidos en “nombre de dios” se hayan producido en el seno de la Iglesia católica, ¿o es que en otras religiones no se han cometido errores?
Los seres humanos somos gente perversa, prepotente y tendenciosa que precisa dominar a su propia especie y someterla al martirio. Solo tenemos que recordar que no hace muchos años encerrábamos a otros humanos en campos de concentración como el de Auswitch para hacer con su grasa jabón de lavar, o en las minas de sal de Liberia, tan solo para perpetuar un sistema social formalmente instituido. No hablamos de casos aislados en el que un psicópata realiza un aberrante crimen, como el de la niña Mari Luz, estamos hablando de eliminación de seres en masa por no se que dogmatismo de lideres fanáticos que arrastran a las poblaciones. ¿Gentes carentes de valores religiosos? ¡SI!. ¿Entonces por que la Inquisición realizó torturas semejantes cuando ellos eran representantes de Dios? Probablemente porque sus lideres tampoco tenían valores y estaban imbuidos de ese falso poder que le da la prepotencia al líder. Falsos Mesías de papel y de cartón que soportamos en todos los periodos de la historia, idealista que solo buscan mejorar su mundo a través de la imposición de sus doctrinas, por la fuerza de las armas y, hoy en día, por la fuerza del “carné” del partido que te da de comer, pero el objetivo es el mismo, dominar las voluntades y someter a la especie.
¿Dónde está entonces la respuesta?, quizás en lo que algunos llaman “La verdad y la vida”, algo que deberemos encontrar en el fondo de nuestro corazón y para lo que se precisa una receta muy simple basada en la humildad y el amor. ¿Utopía?,¡tal vez sí!, pero yo cada vez tengo mas necesidad de creer en la existencia de un ser que está por encima del bien y del mal, y como mi intelecto no llega a imaginárselo, y lo de la Fe es algo que mi deformación científica me limita a comprender, he tenido la necesidad de fijarme en un hombre de carne y hueso que murió crucificado hace dos mil años por transmitir el mensaje que a mi me cautiva y que comprendo, el mensaje de la solidaridad, el mensaje de la entrega desinteresada por un mundo mejor que unos sitúan en la Tierra y otros en el Cielo, pero que, en cualquier caso, tiende a la felicidad del ser humano, por encima de todo.
Querido amigo ateo, que difícil tarea tengo por delante, pero creo que en la vida de Jesús tengo un ejemplo bueno que merece la pena seguir y predicar, y si además es verdad lo que algunos dicen de que es el Hijo de Dios, entonces di conmigo ¡Aleluya!
Un abrazo.
2 comentarios en «Carta a un amigo ateo»
Sólo puedo decir: «y olé»… Muy buena reflexión Benito, suscribo 100%.
Con mi amigo Benito es como jugar al dominó: Pone ficha para ver cómo se las apaña el contrario. Y lo pone difícil, vive Dios.
Lo que pasa es que el contrario, el lector en este caso, siempre está motivado por el placer de leerle, porque sus palabras son envases en el que regala inquietudes, motivaciones y reflexiones. Que no es poco …
En la Biblia se visitan docenas de lugares y se conocen docenas de personajes, que aportan docenas de principios y propuestas. Pero en este caso, Benito, mi admirado Benito, ofrece un nuevo escenario: Partir de Jesucristo para llegar a Dios. No es mal reto. Y con la promesa de que la reflexión será necesariamente grata y satisfactoria.
Leyendo a Benito, tengo que recordar algo curioso que ocurre en Sevilla, con el trueque que se hace en la jerarquía religiosa de Jesús y María. En todas partes del mundo cristiano, María es la madre de Jesús. En Sevilla la cosa tiene enjundia y tradición. María adquiere tal dimensión, que se convierte en el referente: Jesús es el hijo de María.
Benito crea una propuesta que cabalga en los mismos corceles: Partir de Jesús, cercano a nosotros y asequible a nuestra reflexión y comprensión, para llegar, tal vez, a Dios, si es que Dios está allí donde dice la historia de todas las religiones.
Partir de Jesús, porque es como nosotros, porque lo nuestro es más comprensible y sobre todo, porque en Jesús se puede encontrar un referente tangible para la reflexión sobre lo que somos y cómo actuamos. ¿Es por eso por lo que hay YA muchos «franciscanos»?
Y si de camino es verdad que es el Hijo de Dios, pues …