Noelia Limón.
Las novelas frente a la serie de televisión.
La serie ‘Yo, Claudio’ está basada en las novelas ‘Yo, Claudio’ y ‘Claudio el dios y su esposa Mesalina’ del escritor y erudito inglés Robert Graves (1895-1985). Graves utilizó como fuente de información las obras de los historiadores romanos Tácito y Suetonio y del historiador griego Plutarco. Asimismo, recurrió al estilo autobiográfico, sugiriendo que Claudio escribió una historia de su vida y la de su familia para después ocultarla porque, según una vieja profecía, ese trabajo suyo sería descubierto 1900 años más tarde y así las generaciones futuras conocerían la corrupción, el abuso de poder y el crimen que caracterizaron a la dinastía Julio-Claudia y su gobierno durante las primeras décadas del Imperio Romano.
Se sabe con certeza que el emperador romano Claudio fue también historiador y que escribió una autobiografía que en ocho libros abarcaba el mismo período de tiempo que las novelas, aunque ésta se perdió. De modo que Robert Graves construye la que pudo haber sido la verdadera autobiografía de Claudio a través de los testimonios escritos de los historiadores ya mencionados, junto con las transcripciones de los discursos de Claudio ante el Senado romano y su propia correspondencia.
Tanto ‘Yo, Claudio’ como ‘Claudio el dios y su esposa Mesalina’ se convirtieron en un éxito de ventas cuando fueron publicadas en la década de 1930 y de nuevo años después gracias a la serie de televisión. Además, son consideradas precursoras de la novela histórica, un género literario que viene disfrutando de una gran aceptación desde hace años. Pero en ellas Graves no se limitaba a recrear una época concreta de la Antigua Roma sino que, al mismo tiempo, invitaba al lector a la reflexión acerca de los peligros de la democracia y las ventajas de la dictadura, mediante la contraposición de dos etapas muy diferentes de la Historia de Roma, de dos formas totalmente opuestas de ejercer el poder, la República y el Imperio, caracterizándose una por las guerras civiles en sus últimos años y la otra por la paz y la seguridad instauradas por el emperador Augusto en el siglo I d.C.
El enfoque elegido por Robert Graves es cualquier cosa menos casual. Haber combatido en la I Guerra Mundial influyó de manera decisiva en su obra literaria, sobre todo en sus dos novelas sobre la dinastía Julio-Claudia. En ellas, Graves utilizó el contexto histórico de la Roma Imperial como pretexto para reflexionar sobre la moral, la ética y la corrupción política, el papel del individuo normal y corriente en la sociedad que le ha tocado vivir y los medios que tiene a su alcance para combatir dicha corrupción. Graves volcó en ambas novelas sus propias inquietudes, su visión de la Europa del primer tercio del siglo XX y de los profundos cambios políticos, económicos y sociales de aquella época.
La religión, tan presente en la vida cotidiana de la sociedad romana, también es tratada en buena medida en la serie ‘Yo, Claudio’. Por ejemplo, la preocupación de Livia por que su nieto Claudio haga todo lo posible para que Calígula cumpla su promesa, nada menos que convertirla en diosa después de su muerte con el fin de evitar los tormentos eternos que los criminales sufren en el infierno; o que Calígula crea firmemente ser la reencarnación de un dios.
Las profecías tenían tal relevancia para los romanos que llegaban a condicionar las decisiones que tomaban: que Claudio esté tan convencido del éxito de su misión, legar la historia de su familia para la posteridad, se debe fundamentalmente a que “la sibila lo profetizó”, como él afirma cuando empieza a escribir su autobiografía.
Por lo tanto, las novelas de Robert Graves y la serie de la BBC comparten protagonista, personajes, tramas, una narración en primera persona con carácter autobiográfico, cierto tono didáctico y moralizante sobre los peligros del poder y de la corrupción, y la intención de reflejar la vida cotidiana de quienes gobernaban el Imperio Romano.
Hasta aquí las semejanzas entre la obra literaria y el producto televisivo. Existen algunas diferencias, siendo la más llamativa la omisión en la serie ‘Yo, Claudio’ de las conquistas de Germania (actual Alemania) y de Britania (actual Inglaterra) por el ejército romano, que en las novelas constituyen una de las tramas principales. Estas campañas militares son mencionadas en la serie por los personajes implicados en ellas, pero en ningún momento aparecen escenas de batallas porque su rodaje era inviable económicamente.
‘Yo, Claudio’, teatro televisado. Para comprender el éxito de ‘Yo, Claudio’ hay que mirar al pasado, a la televisión de 1976, cuando se estrenó en el Reino Unido. Al espectador del año 2014 le puede parecer chocante una serie como ésta, inexistente hoy día en la televisión. ‘Yo, Claudio’ es prácticamente una obra de teatro filmada para la pequeña pantalla y emitida en formato seriado, un tipo de producto televisivo que hace varias décadas gozaba de gran popularidad tanto en el Reino Unido como en el resto de Europa.
En nuestro país, el recordado programa de Televisión Española ‘Estudio 1’, que comenzó su emisión en 1965 y estuvo en antena durante casi 20 años, fue el ejemplo español de una tendencia existente entonces en las televisiones europeas consistente en la filmación y emisión de obras de teatro, cuyo doble propósito era dar a conocer los clásicos de la literatura universal al gran público y a la vez entretener. Entre las obras de teatro emitidas en ‘Estudio 1’ destacan ‘El alcalde de Zalamea’, ‘Cyrano de Bergerac’, ‘Don Juan Tenorio’, ‘Macbeth’ y ‘Julio César’.
En este contexto de una constante presencia del teatro en la televisión, ‘Yo, Claudio’ consiguió unos elevados índices de audiencia en todos los países en los que fue emitida. Es innegable que esta serie sobre la Roma Imperial supo explotar al máximo los recursos materiales y humanos de los que dispuso, principalmente el buen hacer de su reparto y su magnífico guión.
Los creadores de ‘Yo, Claudio’ decidieron dotar a la serie de una cuidada apariencia teatral. Para ello, utilizaron diversas tácticas. Una consistió en rodar todas las escenas en interiores con decorados, concentrando la mayor parte de la acción en la residencia de la familia imperial y el Senado romano.
En ‘Yo, Claudio’ no vemos escenas rodadas en exteriores con multitud de extras: incluso cuando los personajes aparecen disfrutando de un espectáculo en el anfiteatro o recorriendo las calles de Roma, en realidad dichas escenas se rodaron en un estudio y con un máximo de quince extras, un fuerte contraste frente a las grandes superproducciones cinematográficas del género histórico, como ‘Quo Vadis’ (1951), ‘Los diez mandamientos’ (1956), ‘Ben-Hur’ (1959), ‘Espartaco’ (1960) y ‘Cleopatra’ (1963).
Otra táctica empleada en ‘Yo, Claudio’ fue la sucesión de largas escenas sin cortes, repletas de diálogo y grabadas en una sola toma, recurriendo a los movimientos de cámara y al zoom para acercarse a un personaje u otro en función de lo que pasa en cada momento. Por este motivo se optó por un reparto integrado por actores y actrices con formación y experiencia previas en el teatro, curtidos en la puesta en escena de las obras de Shakespeare. Solo así se consiguen escenas memorables, entre las cuales destaca la muerte de Augusto: durante cinco minutos, una cámara fija graba la cara del emperador agonizante, mientras Livia habla todo el tiempo fuera de plano. Rodar esta escena supuso un desafío tanto para el actor Brian Blessed como para el director Herbert Wise, con la complicación añadida de un apagón en el estudio durante la filmación, lo que obligó a repetir la toma.
Herbert Wise trataba la cámara como si ésta fuera un actor porque, según él, “la cámara cuenta la historia igual que un actor; incluso puedes decir mucho más con un movimiento de cámara o con un corte en un plano que con palabras”.
El extenso reparto de ‘Yo, Claudio’ se reunió durante dos semanas de intensivos ensayos, antes del comienzo del rodaje. Al mismo tiempo que los actores y las actrices preparaban sus escenas, Robert Erskine (el asesor histórico de la serie) les daba instrucciones sobre cómo comportarse igual que un romano. Algo que supuso una gran dificultad para ellos fue la actitud a adoptar hacia quienes interpretaban a los sirvientes, pues tenían que tratarlos como si fueran cosas, no personas; también les resultó bastante complicado imitar los modales de los romanos en la mesa, especialmente hablar y comer tumbados.
Si los ensayos no estuvieron exentos de retos, los seis meses de rodaje pusieron a prueba físicamente al reparto. Para todos, llevar pelucas y prótesis de látex en cara y cuello se convirtió en una pesadilla: no solo se necesitaban horas para terminar la caracterización en la sala de maquillaje y peluquería, sino que debían llevarlas puestas una media de 16 horas al día.
Derek Jacobi aprendió a tartamudear de forma creíble para el personaje de Claudio gracias al ayudante de Tim Harvey (el director artístico de la serie), que era tartamudo; es más, Jacobi debía esforzarse en recordar de qué pie cojeaba, porque al principio se equivocaba. Por su parte, George Baker tuvo que practicar deporte durante el rodaje, sobre todo correr y montar en bicicleta, con el fin de mantenerse en el mismo peso y parecer atlético, pues ya había cumplido 42 años y el personaje de Tiberio debía aparentar unos 25 en los primeros episodios.
Después de la toga. Trabajar en ‘Yo, Claudio’ permitió a algunos de los miembros del reparto interpretar el papel más importante de sus carreras. El actor Derek Jacobi tenía 38 años cuando dio vida al personaje por el que sigue siendo recordado, a pesar del tiempo transcurrido y de su impecable trayectoria en el teatro, el cine y la televisión durante décadas en títulos tan conocidos como ‘Enrique V’ (1989), ‘Hamlet de Kenneth Branagh’ (1996), ‘Gladiator’ (2000), ‘Doctor Who’ (2007) y ‘The King’s Speech’ (2010).
La misma suerte que Derek Jacobi tuvo la actriz Siân Phillips, esposa del actor Peter O’Toole. Ella también es recordada todavía por su interpretación de la malvada Livia, aunque ha aparecido en multitud de películas, entre ellas ‘Furia de titanes’ (1981), ‘Dune’ (1984) y ‘La edad de la inocencia’ (1993) y en series de televisión, como ‘Nikita’ (1997-2001) y ‘Poirot’ (2008).
Un magnífico John Hurt, antes de la película que lo dio a conocer a nivel mundial, ‘Alien, el octavo pasajero’ (1978), interpreta magistralmente al aborrecible Calígula, estableciendo con este trabajo el canon de emperador loco y metiéndose en la piel de un personaje histórico controvertido, al que el actor Malcom McDowell dio vida poco después en la miniserie ‘Calígula’ (1979).
Para los actores Patrick Stewart (Sejano) y John Rhys-Davies (Macro) ‘Yo, Claudio’ supuso una magnífica oportunidad profesional.
Si en 1976 no gozaban de una gran popularidad, todo cambió poco después: tanto Stewart como Rhys-Davies han trabajado en algunas de las sagas más taquilleras y exitosas de la historia del cine. Patrick Stewart es el profesor Charles Xavier en ‘X Men’ (2000-2014), y también formó parte de la franquicia de ciencia ficción ‘Star Trek’ (1987-2002) donde dio vida al capitán Jean-Luc Picard; mientras que John Rhys-Davies interpretó a Sallah en ‘Indiana Jones’ (1980-1989) y al enano Gimli en ‘El señor de los anillos’ (2001-2003).
(Continuará)