Miguel Velasco Márquez. Para los que tiemblen con solo leer la etiqueta “comedia romántica” no os preocupéis, las intenciones de El lado bueno de las cosas (aberrante traducción del original) son otras. Pretende tener más del Gondry de Olvídate de mí que de cualquier subproducto con Julia Roberts o Meg Ryan. Y digo pretende porque sus ínfulas de outsider o indie se quedan en el intento, en el pudo ser y no ha sido. David O Russell presenta una historia de amor disfuncional pretendidamente mordaz y diferente y acaba cayendo uno a uno en todos los estereotipos que intenta tirar por tierra en el camino.
O Russell nos cuenta como Patt, tras pasar ocho meses en una institución mental por agredir al amante de su mujer, regresa a casa de sus padres (Robert De Niro y Jacki Weaver). A sabiendas de que tiene que cambiar su actitud para poder recuperar a su ex, su vida pega un vuelco cuando conoce a Tiffany (Jennifer Lawrence), una chica problemática y de mala reputación. Tras la desconfianza inicial, ambos emprenden una amistad común gracias a la cual encuentran el equilibrio deseado.
Relato de superación humana y abandono de fantasmas pasados, El lado bueno de las cosas se vende como un producto que finalmente dista mucho de llegar a ser. El prometedor arranque inicial, valiente y arriesgado, termina confirmando los peores augurios de que nos encontramos ante una comedia romántica más al uso, sólo que centrada en dos personas con trastornos mentales. No hay aquí nada del Gondry que se deja entrever en la primera media hora, no alcanza niveles de hondura y verdad en ningún momento. Y lo que podría haber sido un producto con agallas, queda reducido a la nada en un final típicamente conservador que arruina los chispazos de buenas intenciones que de vez en cuando regala el metraje.
Bradley Cooper sale del paso con soltura. No es el suyo un personaje fácil, sabe domarlo y consigue alguno de los pocos momentos interesantes del film. Jennifer Lawrence alcanza una interpretación irritante, cayendo continuamente en el histrionismo desmedido. Su Oscar es una de las injusticias más grandes dadas en el reparto de estos premios. Robert De Niro por fin tiene ganas de volver a ser Robert De Niro. Está soberbio. Lo mejor de la función. La escena en la que se derrumba ante su hijo es el momento más brillante de la cinta. Y Jacki Weaver ocupando un segundo plano consigue no desaparecer ante la brillantez de De Niro, lo que dice muchísimo de ella. Mención especial para la deprorable actuación de Chris Tucker, que se podría haber quedado perfectamente en la sala de montaje y nadie lo echaría de menos.
Finalmente ha conseguido su objetivo, arrasar en taquilla y en las nominaciones a los Oscar bajo el halo de película indie o el sleeper del año. Nada más lejos de la realidad. El lado bueno de las cosas nunca alcanza el vuelo deseado, no alcanza el nivel de genio y maestría de aquella obra maestra que renovó completamente el género romántico como fue Olvídate de mí ni por asomo, y finalmente acaba convirtiéndose en aquello que se esfuerza en querer esquivar, un mero romance con fecha de caducidad.
Ficha técnica
Película: El lado bueno de las cosas. Título original: Silver linings playbook. Dirección: David O. Russell. País: USA. Año: 2012. Duración: 122 min. Género: comedia romántica. Interpretación: Bradley Cooper (Pat), Jennifer Lawrence (Tiffany), Robert De Niro (Sr. Pat), Jacki Weaver (Dolores), Chris Tucker (Danny). Guión: David O. Russell; basada en la novela de Matthew Quick Silver linings playbook . Producción: Bruce Cohen, Donna Gigliotti y Jonathan Gordon. Música: Danny Elfman. Fotografía: Masanobu Takayanagi. Montaje: Jay Cassidy y Crispin Struthers.