Eugenio Toro Sánchez. Recuerdo la primera vez que oi hablar de la gesta descubridora americana que protagonizaron nuestros antepasados. Era un niño y fue a mucha distancia de esta preciosa ciudad en la que vivimos. Y digo preciosa porque lo es. Me hablaban del esfuerzo, sacrificio, abnegación y constancia, de aquellos, -nuestros paisanos-, que dejando sus ciudades y villas, tomaron rumbo a lo desconocido dejando seres queridos, haciendas y labores en pos de un vida mejor.
De todo ello tuve conocimiento en el colegio y de las personas mas allegadas en mi juventud, notando y percibiendo que se sentían orgullosas de la labor efectuada por esos ancestros y era para ellos una responsabilidad el dar a conocer a esas nuevas generaciones, – como era mi caso -, las hazañas efectuadas por dichas personas, los lugares a los que llegaron, los naturales que encontraron, y en suma, el intercambio cultural que se produjo.
Pasaron los años, y por motivos laborales recalé en Huelva, teniendo la suerte de visitar el Monasterio de Santa María de la Rábida, y con él, como extensión inseparable, protector y exaltador del mismo, a la Real Sociedad Colombina Onubense.
Era un día grande de nuestra ciudad colombina, tres de agosto, donde el claustro del cenobio franciscano estaba repleto de personas, expectantes ante la inminencia de las intervenciones que se iban a desarrollar. Debido a las temperaturas propias de la fecha veraniega y la solemnidad del acto que se estaba desarrollando, el calor era inmenso y todo ello a pesar de la existencia de unos toldos que cubrían, y cubren en la actualidad, el patio donde se desarrollaban los actos, que le daba al mismo una tonalidad amarillenta, del color de la arena que baña sus aledaños, propio del sol que en su plenitud, se desliza por entre sus paredes.
La conferencia central fue a cargo de un marino de la armada española, como no podía ser de otra forma, debido a la estrecha vinculación de la armada con la sociedad colombina, que me cautivó. Me hizo recordar, de forma brillante, los años pasados donde en tierras extremeñas, me habían iniciado en el apasionante mundo de la historia americana española. Desde ese día, hace ya bastantes años, soy fiel asistente a dicho acto, así como colaborador de esa sociedad americanista, insuficientemente conocida en Huelva y reconocida a nivel nacional e internacional, que propugna y rinde homenaje a todas aquellas personas, que de forma directa o indirecta, naturales de nuestras tierras, participaron activamente en uno de los acontecimientos históricos mas importantes de nuestra nación.
Me sorprendió el gran desconocimiento existente de la Sociedad Colombina por parte de la ciudadanía en general, y de las ideas preconcebidas sobre la misma que escuché y que nada tienen que ver con la realidad.
La Real Sociedad Colombina Onubense es una institución, que en su actividad americanista, es la mas antigua de España, y desde el día de su fundación, 21 de marzo de 1880, con mayor o menor esfuerzo, sigue reivindicando y ensalzando que todo ese descubrimiento, que cambió la concepción del mundo, las relaciones culturales y los equilibrios de poder de los estados europeos, -incluido el nuestro-, se gestó en el Monasterio de la Rábida y se llevó a cabo con grandes sacrificios y penalidades, a través de los marineros onubenses, con la total implicación de los palermos y moguereños, cuyas ciudades forman parte de lo que hoy en día llamamos lugares colombinos.
Sirvan estas letras que me permito escribir, homenaje a aquellas personas onubenses que hace más de 133 años fundaron la sociedad colombina, onubensista, marinera, descubridora, americanista y que al cabo de los años, ya en cierta madurez, me han permitido reencontrarme con las sabias enseñanzas que recibí en mi niñez.