Mari Paz Díaz. El Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo es un centro de referencia a nivel nacional en el tratamiento de la lesión medular, no sólo en la mejora de la calidad de vida de sus pacientes, sino también en materia de investigación. Un centro hospitalario en el que un onubense se encuentra al frente de la Jefatura de Medicina Física y Rehabilitación.
Se trata de Antonio Sánchez Ramos, un médico nacido en Cartaya que cuenta con una amplia trayectoria en este ámbito, al tiempo que mantiene un espíritu de contínua superación, puesto que a sus 64 años está realizando el Doctorado en la Facultad de Medicina de la Universidad de La Laguna (Tenerife). Una formación que está avalada por una amplia actividad investigadora.
De hecho, Huelva Buenas Noticias le realiza esta entrevista días después de llegar de México DF, donde ha participado en un encuentro con resposables de seguridad vial y universidades, que ha tenido el objetivo de mostrar los programas de prevención de los accidentes de tráfico que se han venido instaurando en España.
Es tan sólo uno de los numerosos compromisos de este profesional sanitario que inició su trayectoria profesional tras estudiar la Licenciatura de Medicina y Cirugía en la Universidad de Sevilla. Cuando acabó la carrera en 1976, este cartayero estuvo dos años como Médico Asistencial en el Hospital Virgen Macarena de Sevilla y, de ahí, en 1979 accedió como Médico Interno residente al Hospital Virgen de la Salud en Toledo, una vez que aprobó el MIR. Fue su aterrizaje en esta ciudad lo que le brindó la oportunidad en 1979 de entrar a formar parte como adjunto del Hospital Nacional de Parapléjicos, cargo que desarrolló hasta 1995, cuando ocupó la Jefatura de Servicio de Medicina Física y Rehabilitación, cargo que continúa ostentando en la actualidad tras 38 años.
Su vida, desde luego, es un ejemplo de profesionalidad. Hijo de dos cartayeros, Aurelio Sánchez y Salud Ramos, Antonio es el cuarto de ocho hermanos. Nunca olvida sus raíces onubenses y eso que con pocos meses de vida tuvo que trasladarse, primero a Jerez de la Frontera, y después, a Sevilla, debido a que eran los destinos a los que mandaban a su padre, que era militar. De ahí que fue en la capital hispalense donde realizó sus estudios y se licenció en Medicina y Cirugía.
Su llegada a la ciudad toledana se produjo «hace 38 años, que salí de Sevilla un día de la Feria de Abril con la notificación de presentarme en el Hospital ‘Virgen de la Salud’ de Toledo. Había conseguido una plaza para hacer como Médico Residente la especialidad de Medicina Física y Rehabilitación», nos comenta. Y, en sentido, este onubense recuerda que «como siempre que uno sale de su entorno, no tuve duda de que el viaje sería temporal y que, por supuesto, volvería a Sevilla lo más pronto posible. Pero la vida es un camino que no podemos programar, es como un río que fluye. Y ese río acabó desembocando en Toledo, una ciudad que inicialmente es difícil de entender pero que con el paso del tiempo, se hace imposible de olvidar».
Así nos lo cuenta Antonio Sánchez, que además ha sido durante cuatro años presidente de la Sociedad Española de Paraplejía, entidad en la que estuvo como vicepresidente otros ocho años más, sin olvidar que pertenece a la Sociedad Española de Andrología y la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física, entre otras.
Cuestiones más que suficientes para conocer un poco mejor a este onubense que, a pesar de la distancia, no se olvida de su tierra, con la que sigue vinculado porque cada verano viene a El Rompido.
-Antonio, ¿cómo es trabajar en el Hospital Nacional de Parapléjicos?
-Desde que llegué a Toledo estuve seguro de que el Hospital Nacional de Parapléjicos era el sitio en el que mejor podía desarrollar mi trabajo como médico especialista en Rehabilitación.
Durante todos estos años hemos conseguido ser reconocidos tanto nacional como internacionalmente. Hemos sido pioneros en muchas tratamientos aplicados a los pacientes lesionados medulares: marcapasos diafragmáticos para conseguir la independencia de los respiradores para los pacientes con lesiones medulares con niveles alto de lesión, que no permiten siquiera la respiración autónoma, transposiciones tendinosas para devolver funcionalidad en las manos a los pacientes tetrapléjicos, sexualidad y fertilidad, vejiga neurógena, deportes paralímpicos, biomecánica y ayudas técnicas, escolarización e integración sociolaboral, etcétera.
Los pacientes tienen estancias largas donde la comunicación con ellos se vuelve la mejor herramienta terapéutica. Me ha parecido siempre un hospital con una actividad diferente y lleno de posibilidades de investigación y su posterior aplicación.
Sé que al principio puede parecer duro trabajar en un hospital de estas características, pero es un hospital que está lleno de vida. Son personas jóvenes o mayores que luchan por conseguir el mejor de los objetivos: su independencia y su adaptación a otro modelo de vida, que no tiene por qué ser de peor calidad.
-¿Cuál es su labor en el centro?
-En la actualidad soy el jefe del Servicio de Rehabilitación, un área que cuenta con una plantilla de 14 médicos. Somos responsables de la asistencia y del tratamiento de los pacientes que ocupan las 200 camas que tiene el Hospital Nacional de Parapléjicos. Al mismo tiempo, soy el responsable de una Unidad que ha conseguido bastante prestigio y que dedica su atención al estudio y tratamiento de las disfunciones sexuales que afectan en general a este tipo de pacientes. Problemas en sus relaciones sexuales, disfunción eréctil, eyaculatoria y en la fertilidad en los varones y problemas de sexualidad y fertilidad también en mujeres con lesión medular. Hemos tratado a más de 4.000 pacientes a los que hemos ayudado a que entiendan que es posible un nuevo modelo de sexualidad y que puedan mantener relaciones sexuales satisfactorias. En nuestra Unidad de Reproducción Asistida, más de 140 varones con lesión medular han conseguido ser padres cuando habían sido considerados infértiles.
-¿Hay algún caso que le haya impresionado especialmente?
-Realmente me siguen impresionando todos y cada uno de los pacientes, pero entiendo que la mayoría viene a comprender y aceptar su lesión. Tanto la lucha que presentan como el esfuerzo que realizan para conseguir su mayor independencia son asombrosos.
En este sentido, lo más difícil para mí ha sido siempre tener que comunicar a los pacientes que, en el accidente que sufrieron, murieron su hijo, su novia, sus padres o quizás sus mejores amigos. A eso no me he podido acostumbrar en todo este tiempo.
-Ahora, con 64 años, tiene próxima su jubilación. ¿Cómo se plantea el futuro?
-Como en alguna ocasión he dicho: “Me jubilan”. Yo creo que podría seguir siendo útil en el hospital. De todas formas seguiré asesorando a distintos colectivos, como la Federación Aspaym, el colectivo de lesionados medulares en España, o a la Fundación Lesionado Medular de Madrid, además de continuar con algunas de las investigaciones en reproducción que hemos desarrollado.
-Hablemos de Huelva. ¿Qué destacaría de ella?
-Siempre fui de Costa. Casi no conozco la Sierra, comarca que espero visitar más detenidamente cuando disponga de un poco más de tiempo libre. Las playas de Huelva son de las mejores que conozco. Esos paseos interminables por la arena lisa y compacta, las puestas de sol en El Rompido, las noches tranquilas y frescas…, son inigualables.
Pero si hablamos de la comida, ya que soy comilón, me quedo con el pescado. En verano pasamos el tiempo de vacaciones comiendo pescado, coquinas, almejas, gambas, los fritos, los guisos marineros y, para terminar, una copita de aguardiente, que ya está en desuso.
-¿Qué recuerdos tiene de Huelva?
-Huelva capital, para mí, fue siempre un lugar de paso. Recuerdo la estación del ferrocarril en viajes eternos desde Jerez a Cartaya. La estación de Damas, la Plaza de las Monjas… Mis recuerdos son de los inigualables veranos que pasaba en Cartaya. Las pandillas, las fiestas, los baños en la Ribera, el cine de verano, los bailes que organizábamos con los tocadiscos que al principio no eran portátiles, las noches interminables de conversación en la plaza, los primeros amores…, son momentos imborrables. Cuando iba al campo a coger almendras, uva o algodón. Después a pelar las almendras por la que sacábamos algunos durillos y a vender algunas de las que arramplábamos o rebuscábamos.
-¿Qué es lo que más echa de menos de esta provincia?
-Echo de menos el sol de invierno, el verde de los pinos, el color azul del mar, las buenas conversaciones con los amigos y el pescado…
-Sigue vinculado a su tierra, porque cada verano viene por El Rompido…
-Sí. Efectivamente sigo vinculado a Huelva, porque cada año voy con mi familia algún tiempo en verano a El Rompido, así como alguna escapada de fin de semana también. Me gustaría tener un sitio estable donde poder pasar más tiempo una vez que me jubile, así que, no es conveniente vender sus bondades, porque dentro de poco ya no vamos a caber.
-¿Terminamos con algún mensaje a los onubenses?
-Los onubenses son gente trabajadora y muy competente. Siempre me encuentro con profesionales que salieron como yo y que han conseguido puestos de mucha responsabilidad. De hecho hay médicos de Cartaya muy prestigiosos y a los que espero que haya entrevistado antes que a mí.
Creo que mi profesión me obliga a pedir que tengan cuidado con los accidentes de tráfico, con las zambullidas en piscinas en jóvenes que sufren lesiones cervicales muy complicadas, con los accidentes domésticos en los mayores -hemos aumentado mucho la incidencia-, así que jóvenes y mayores, sean prudentes. Y muy agradecido por esta entrevista, que me ha hecho evocar un tiempo de mi vida.