Ramón Llanes. Cualquiera observa la proyección económica y social que, en lectura de cambios, va significando la provincia de Huelva en términos generales. Así, se prodigan proyectos en materia de empleo, cultura, ferias comerciales, obras, etc, como alternativas muy acertadas para el desarrollo y para el bienestar de los ciudadanos.
Al hilo de esta correcta proyección se observa que el Andévalo más que avanzar sufre las consecuencias de su propio olvido, como si el guión estuviera acabado y concluso. En cierto sentido se podrá decir que se hizo mucho y a ello diremos que había demasiado por hacer y casi no se nota lo realizado.
En reflexión se me hace preciso acudir a la inmediatez de los resultados y a ellos, en comparación con las evoluciones reales en niveles de educación, en progreso tecnológico, en alternancias sociales del ocio, en infraestructuras, en comunicación. Allí casi todo es igual pero más vacío. Los pueblos son caricaturas del pasado, aún contrariando por mi parte el dicho de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Y el vacío se nota en la mina, en los ruidos pero también en las caras de las gentes, en la capacidad de alegría, en el discurso roto de muchos sueños.
El Andévalo necesita un guión nuevo en desarrollo y sobre todo en ilusiones, que consiga aprovechar su capital humano antes de su oxidación, como las máquinas.