Mari Paz Díaz. La cultura de un pueblo en muchas ocasiones viene determinada por su entorno, por la naturaleza que le rodea. Tan sólo hay que tener en cuenta que los pueblos prehispánicos tenían en el sol o las estrellas a sus principales dioses. Pero existen otros muchos ejemplos, algunos mucho más cercanos. Quizás el más significativo, donde la naturaleza es una auténtica seña de identidad, está en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Un lugar en el que el agua ha marcado el devenir de sus habitantes.
El origen de este hecho viene determinado por las condiciones climáticas de esta comarca situada al norte de la provincia de Huelva, que suele contar con abundantes precipitaciones. La lluvia le ha aportado al paisaje una personalidad propia que se refleja en una vegetación abundante -con castañares, alcornocales y otros ejemplares como las encinas, entre otros-, así como una red hidrográfica superficial única, que otorga vida y, al mismo tiempo, imágenes de gran belleza en el discurrir del agua por valles y otros elementos topográficos.
Así ha sido estudiado por el Centro de Documentación del Instituto Andaluz de Patrimonio (IAPH) de la mano de Gema Carrera Díaz y Antonio Fajardo, del Instituto de Cartografía de Andalucía, que recogen cómo este recurso natural ha sido utilizado tradicionalmente por el hombre en la Sierra, dando lugar a modelos de explotación que «se han adaptado magníficamente a la vocación forestal y ganadera de los suelos y han dado origen a uno de los modelos de explotación mejor integrados ecológica y paisajísticamente en el medio: la dehesa».
Pero si existe un símbolo de esa utilización del agua por el hombre en la comarca no cabe duda de que debemos hablar de las fuentes y manantiales que proliferan en los municipios serranos onubenses. Es el caso de la conocida Fuente de los Doce Caños de Fuenteheridos o la Fuente del Concejo en Aracena, con agua procedente de los lagos de la Gruta de las Maravillas, que fue utilizada desde la Edad Media por la comunidad judía asentada en el Barrio de San Pedro, por poner algunos ejemplos.
Unas fuentes que más allá de su belleza han venido cumpliendo una función fundamental en la vida de los serranos porque sus fines fueron el abastecimiento de agua de la población y el riego de huertos. Pero también existen otras estructuras destacadas, como los lavaderos y abrevaderos, sin olvidar los molinos, normalmente utilizados para la fabricación de pan (aunque existe una gran variedad de ellos), y las albercas o balsas.
Eso sí, de todas estas construcciones, las fuentes y manantiales parecen ser las más emblemáticas, simbolizando claramente la estrecha relación de agua, naturaleza y cultura en la Sierra onubense, suponiendo «un valor simbólico importantísimo como lugares de relación social, como enclaves de convivencia y lugar de encuentro, constituyendo verdaderas ágoras serranas de trabajo y de sociabilidad, ya sean de ámbito femenino (lavaderos), o masculinos (abrevaderos), o de la relación entre ambos». Por todo ello, las fuentes, lavaderos, abrevaderos, molinos hidráulicos y demás construcciones vinculadas al uso del agua en la Sierra de Aracena y Picos de Aroche constituyen un rico patrimonio que debemos conservar.
La red hidrográfica serrana está enmarcada, además, dentro del bosque de ribera, que aparece en la Rivera del Múrtiga, la Rivera de Huelva, la Rivera Caliente, el Arroyo Guijarra, la Rivera del Chanza y el Barranco del Colgadizo, espacios que el IAPH ha constatado que es «refugio de una fauna rica en biodiversidad».
En total, en la Sierra hay tres cuencas a las que vierten los cursos de agua de la comarca, «donde tienen origen la mayoría de los ríos de la provincia, como son la del Guadiana, la del Guadalquivir y, con menor entidad superficial, la del Odiel. Sus ríos ríos más representativos son el Múrtiga y el Chanza para la primera, el Rivera de Huelva para la del Guadalquivir y el río Odiel para esta última cuenca», como apuntan Carrera y Fajardo.
Siendo así, históricamente, la Sierra ha tenido en el agua un elemento que lo ha definido desde el punto de vista económico, cultural y social de crucial importancia, configurando la forma de vida de sus habitantes, el paisaje e, incluso, sus fiestas. Para empezar, la ubicación de muchos de los núcleos urbanos de la comarca está determinada por los recursos hídricos subterráneos, abundando sobre todo en la zona centro-sur de la comarca.
Y, en este aspecto, debemos tener en cuenta otro artículo difundido por el IAPH, en esta ocasión realizado por Pedro A. Cantero, del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Pablo de Olavide, sobre las fiestas marcadas por el agua en la Sierra. Un estudio que recoge cómo muchos de los rituales que forman parte de la tradición de la comarca tienen en el agua su razón de ser.
Quizás, una de las más evidentes la encontramos en la fiesta de ‘Los Jarritos’ de Galaroza, que se celebra cada 6 de septiembre, en los alrededores de la Fuente de los Doce Caños cuyo origen se encuentra en los cacharros que se compraban a los alfareros que pasaban camino del Santuario de Alájar con los que los mozos mojaban a las mozas con piporros. Así sucede también con ‘La Mojá’, que se celebra en Cumbres Mayores en la noche del 14 al 15 de septiembre.
De forma genérica, «los juegos de agua siguen latentes en el corazón de toda fiesta; ellos forman parte del protocolo o irrumpen desordenando una solemnidad innecesaria, rompiendo un aburrimiento incipiente o abriendo perspectivas lúdicas. Adultos y jóvenes echan mano del agua si se presenta la ocasión, pero son éstos a quien ella llama en prioridad, de ahí que las fiestas de juego y agua sean las particularmente atractivas para la juventud», apunta Cantero.
Del mismo modo, muchas romerías se celebran alrededor de un manantial, sin olvidar las giras hacia las riveras para la Pascua, como sucede en Cortegana, Galaroza y El Repilado. Y muchas de las patronas y Vírgenes de la sierra están vinculadas al agua, como Carmen en Galaroza, la Reina de los Ángeles en Alájar, la Virgen de la Fuente en Fuenteheridos o la de Flores en Encinasola, entre otras.
En definitiva, como ha quedado demostrado, el agua sigue siendo hoy en día una seña de identidad de los 40. 000 habitantes que habitan en esta parte de Sierra Morena. Aunque es cierto que con la vida actual se han cambiado muchos usos del agua, de ahí que sea necesaria una mayor concienciación de la población con respecto a su adecuada utilización, como ya apuntó en 2007 Vicente Roselló, entonces presidente de la Federación de Asociaciones de la Sierra de Huelva, durante la celebración de las Jornadas de Patrimonio de la Sierra de aquel año. Sirva, por tanto, este artículo para recordar y reconocer lo que tenemos para conservarlo.
Sea como sea, con transformaciones o sin ellas, el poder del agua en la Sierra continúa invariable. Porque más que un recurso asociada a la vida, el agua en la Sierra es una forma de pensar y de comportamiento.