Sobre la crisis de la clase política, la desafección social, el abstencionismo electoral y los condones rotos

Francisco J. Martínez-López. ¿Quién en la sociedad actual no tiene mayor o menor malestar, desazón, desesperanza, o cualquier otro tipo de adjetivo crítico respetuoso que quieran añadir, con los partidos políticos? Claro, aparte de los propios miembros de los partidos y, sobre todo, aquellos que tienen cargos de representación pública, electa o por libre designación, poca gente más, supongo.

En los tiempos recientes, y especialmente desde que se iniciara la crisis, años atrás ya, y los movimientos posteriores de indignación que cristalizaron en el 15M, la sociedad española se muestra escéptica y con desconfianza hacia la clase política, y con motivos. El problema de cómo funcionan los políticos en España no se deriva tanto de la degeneración que se puede argumentar como consustancial a la gestión de los recursos públicos y las posiciones de poder con el paso del tiempo como de los propios valores personales de los políticos, que en gran parte son heredados de la cultura de la sociedad a la que pertenecen. ¿Cómo se explica, si no, que en países como el nuestro, o con rasgos culturales similares, como Italia, por poner un ejemplo, los políticos se aferren a sus cargos, con tanta vehemencia que parece que no se despegan de sus sillones ni con agua hirviendo, en situaciones que, no ya es que sobrevuele la sombra de la duda, sino que hay indicios más que razonables para pedirles responsabilidades morales? (dejamos al margen las judiciales, por no ser las que tienen la relación directa con los valores personales).


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Si muchos de los supuestos escándalos políticos que han sucedido en España en los últimos tiempos hubieran sucedido en países de otro corte, como Alemania, los países escandinavos, o incluso, por qué no, en anglosajones, por mucho menos los políticos habrían dimitido. Por tanto, el problema de la clase política en nuestro país, aparte de la clara falta de preparación de muchos, es un problema de valores sociales. Una parte importante de la sociedad ya estalló de indignación, y muestran una posición crítica más activa. La denuncia de esa parte importante de la sociedad es un reflejo de una evolución en términos de valores, de sus valores, que esta sociedad necesita que permeen en la estructura de valores compartida, para que a su vez pasen a los políticos de generaciones futuras que gestionarán este país. Sería, no obstante, también interesante que hubiera más vocación política entre las mentes brillantes y de mayor cualificación, aunque también es comprensible que prefieran invertir su talento en sus contextos profesionales, tal y como está el patio. En cualquier caso, lo primero que he mencionado me importa más que lo segundo. Debemos regenerar nuestros valores – ya estamos en ello –, de manera que la integridad y el compromiso social sean predominantes en los comportamientos, en particular en la clase política. Y no utilizo la palabra ética porque se puede relativizar a la moral aceptada como normal en una sociedad; no, apunto valores concretos; la nueva ética predominante necesaria si quiere verse así.

Bien, lo anterior era una reflexión global, una aproximación general al problema, una introducción. Lo que no es deseable, aunque puedo entenderlo, insisto, es que, precisamente por esta desafección que está teniendo la sociedad con la clase política, muchos opten por desvincularse del juego democrático. La abstención es una opción, parte de la democracia, sí, pero que no sea la propia frustración con la clase política la que motive esa elección, sino el convencimiento de que ninguna opción política se aproxima suficientemente a las inquietudes de cada uno; y utilizo el adverbio para modular, porque parto de la base de que la sintonía completa es complicada; que la abstención, la desvinculación individual del juego democrático, no sea la consecuencia de pensar que da igual a qué partido se vote, porque todos son iguales. ¿Lo son? Esa fue la conclusión de un conocido hace unos días. Permítaseme una breve descripción de su perfil: persona madura y formal, con su trabajo y saber estar, pero con lo que intuyo yo que es un toque anti-sistema, probablemente reminiscente de una época de ocupa y movimientos anarquistas de joven. Cuando me dio su visión sobre el tema y, en definitiva, justificó con esa idea su desvinculación del juego democrático, intenté razonar con él. Le comentaba que una cosa es lo que se piense de la clase política y otra decir que todos los partidos son iguales, pero él no quiso entrar en razones. A poco que quise entrar a comprenderlo, me cortó rápidamente; no quería perder el tiempo con estas cosas, porque todos los partidos son iguales, y por eso no votaba, me dijo.


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Días después, sin embargo, me lo volví a encontrar y me confió un problema que, finalmente, resultó ser irónico para nuestra escueta conversación previa y, sobre todo, respecto de su posición estructural de abstención política. Resulta que al buen hombre se le rompió el condón teniendo sexo con una chica que había conocido recientemente, y no se dio cuenta hasta después de darlo todo. Ante este suceso, los dos convinieron que lo mejor era que la chica tomara la píldora contraceptiva, por si acaso, porque además tuvo la mala suerte de que la chica estaba en pleno periodo fértil… fíjense, justo en la mitad del ciclo. Sin embargo, la chica, que parece estaba ya curtida en temas de estos, se tomó lo de tomarse la píldora, valga la redundancia, con tranquilidad, por impedimentos profesionales que la retrasaron casi dos días… Por ello, mi conocido estaba intranquilo, temeroso de que la píldora llegara demasiado tarde para hacer su función, en el supuesto caso de que, claro está, alguno de sus espermatozoides hubiera tenido un desafortunado tino. Pero estaba tranquilo, sin embargo, porque me decía que, en ese hipotético caso, lo habían hablado y la chica tenía claro que abortaría si en unas semanas se descubriera embarazada. Eso sería más follón para él, aunque estaba tranquilo, porque de una manera o de otra no sería padre, ni ella madre; ninguno de los dos lo deseaban, o, al menos, compartir paternidad. Le dije que sí, que, con el marco legislativo actual, su amiga podría abortar, así que mejor que aprovecharan, caso de ser necesario y su deseo, porque este derecho civil actual para la mujer puede que no lo esté, al menos en los términos de ahora, en el futuro. Él me respondió que sí, que así era por suerte… Recordé sus reflexiones pasadas y le pedí que me aclarase la cuestión de fondo, porque no acababa de entenderlo: Pero, entonces, todos los partidos no son iguales, ¿no…?

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