Las imágenes y el texto de este artículo, no corresponden a los contenidos del libro «Casinos de Huelva»
Miguel Mojarro.
En Lepe hay muchos motivos para sentirse a gusto. Pero hay dos que siempre están anotados en mi hoja de ruta que termina allí: El suelo del salón del Casino y la charla con mi amigo Manuel.
Hay suelos que deberían ser considerados joyas del patrimonio casinero, por su belleza, por ser reflejo del estilo de una época y por conservar en buen estado el escenario de tantos pasos bien acompañados.
El suelo del salón del Casino de Lepe, asombra al entrar y enamora cuando uno se sienta para comentar cosas, de esa historia interesante que Manuel me cuenta, porque sabe que mi interés es real y lo que cuenta es entrañable para él.
A veces nos sentamos en un bar que hay enfrente, en ese ensanche, a modo de plaza, que pauta la antigua travesía. Y allí, mirando al Casino, charlamos de cosas del Casino. Nada mejor para hablar de un tema que estar mirándolo desde fuera de él.
La fachada es peculiar y con sabor de casa bien del Sur. Con ladrillo y albero suave, coronado por bello antepecho de una azotea que se supone.
Y Manuel me cuenta el comienzo de la sede, cuando desde la anterior tuvieron que desplazarse porque el dueño la necesitaba para fines familiares.
Y construyó otra, treinta metros más abajo, según escurre el agua cuando llueve, con semejanza clara de estilo y aspecto.
Efectivamente, ambas fachadas nos acompañan en nuestro café y motiva comentarios que en Manuel son recuerdos y en mí son admiración.
«En la nueva casa, recuerdo la construcción, todo se hizo artesanalmente. Por eso son tan bonitas las molduras de escayola que cruzan las paredes y el techo, adornando los pilares y las vigas.»
Cuando estoy sólo, sin la compañía de Manuel, mis pasos discurren dentro del salón, porque en él está el placer principal del que hay que gozar siempre que se pueda. Por eso dedico un par de horas en mis llegadas a Lepe, camino de donde sea. O sin ser lugar en la ruta, sino destino, que tampoco es mala idea.
El placer en este salón es de fundamento estético, pero con sabor a vestigios conservados de una época en la que los cánones del Sur pasaban por el color de unos suelos con diseño de firma propia.
En el Sur hay (había) multitud de casas, palacios y entidades que ponían bajo nuestros pies obras de un arte de pavimento que combinaba simetría y color, blanco y ocres, dibujos y lisos, con un sello que marcó época y creó estilo. Pero «estilo bien», del que imprime categoría al lugar.
En este salón conviene pasear, despacio, con la mirada baja y la mente generosas, para tener la sensación de estar reviviendo años en los que la estética era el mejor vestido del ocio.
Por eso los casinos colocaban la mesa, el tapete y las fichas, en entornos bellos. No es lo mismo jugar una partida de dominó en un bar o en la casa de uno, que hacerlo en escenarios como éste, para que, cuando la jugada lo permita, dirigir la mirada a la belleza bien diseñada de zócalos y suelos. Para eso están. Por eso son hermosos.
Y por eso hoy es un privilegio pasear por este salón, blanco y ocre, rematado por un azulejo azul (Como debe ser), en un zócalo que presume de armonía. Manuel tiene recuerdos:
«Son antiguos. Se fabricaron en Cádiz cuando se construyó la casa. El suelo costó 750 pesetas.»
Bien pagadas que fueron. Porque ha soportado los pasos y la estancia de socios y visitantes, de ratos sosegados y festejos inolvidables, manteniendo un milagroso estado de conservación que habla de las calidades de aquellas fábricas de baldosas y azulejos que vistieron muchos casinos del Sur.
Y después, una vez que se ha disfrutado de la estancia en modo paseante, es bueno y recomendable buscar una butaca junto a la ventana, para mirar el techo y la calle. El techo con remate artesanal de escayola de la época y la calle con tránsito muy distinto al de años atrás, pero con el trajín de siempre.
Lepe es lugar próspero. Ahora acrecentado por las nuevas formas agrícolas, pero su bienestar es histórico y hábito consolidado. En Lepe hay lugares en su casco urbano y otros a cierta distancia, que hacen que el asueto no tenga problemas de existencia.
Pero en Lepe, con una amplia oferta para el ocio, hay un Casino que fue referente de relaciones y festejos, con el porte admirable de su estética sureña de casino bien.
En Lepe conviene detenerse, cerrar los sentidos a lo actual y abrir la puerta de la sensibilidad a una belleza en peligro cierto.
En Lepe, un salón que hizo historia y le dio cobijo, sigue luciendo piano y escayolas, azulejos y baldosas, parando el reloj de lo cotidiano y retrocediendo a días en los que todo eso era nuevo. Y rico. Y bello. Y orgullo de socios y visitantes.
Hoy, sigue luciendo esas joyas, pero quiero levantar un poco el tono y recordar a quien quiera oírlo, que la belleza de lo material puede destruirse, si la admiración se olvida.
Sólo hay una forma de mantener vivo el atractivo estético de lo material: Recordando cada día que aquello que se deteriora, no es recuperable y que la belleza que se pierde no se puede reemplazar.
El suelo del salón del Casino de Lepe debería ser protegido, para que Lepe sea lugar de parada en una ruta o ser lugar de destino propio.
Lepe está camino de muchos sitios, pero los caminos de la estética deberían conducirnos siempre a este suelo. Y pasear por él, con nuestros amigos, para que nos hablen de su historia.
El suelo del Casino de Lepe debería ser el Dios de muchas oraciones.
Equipo Azoteas
www.azoteas.es
2 comentarios en «Lepe: Entrañables amigos y precioso suelo»
Recuerdo que en mi primera estancia en Huelva, allá por el año 1975, me enseñaron un edificio cuyo artesonado en suelos y paredes eran de un estilo parecido al del Casino de Lepe, bello, recio, con prestancia y calidad. Para mí fue una admiración, acostumbrado a los edificios del Madrid en que yo vivía, donde lo histórico-artístico ya había dejado paso a barrios nuevos, cuadriculados, todos igualitos sin arte ni confort. Las típicas viviendas dormitorios con gran número de vecinos que nunca llegaran a conocerse.
Llegar a Huelva y ver la belleza reflejada en los hogares, fue para mí otro de los encantos diversos que me hicieron asentarme en esta bendita tierra choquera. Por eso, cuando al cabo de unos años vi que esa casa se derruía para dar paso, a lo que luego fue, un edificio de oficinas con cierto aire modernista, que choca con su entorno arquitectónico, no solo sentí pavor por destruirse lo bello, también sentí estremecimiento porque empecé a comprender eso que D. Jacinto denominó “Los interés creados”.
Esperemos que en Lepe no suceda lo mismo y siga manteniéndose ese maravilloso Casino que, como dice D. Miguel, debe ser visitado pues “la belleza de lo material puede destruirse, si la admiración se olvida”, apostillando después que “la belleza que se pierde no se puede reemplazar”, y mucha razón que tiene nuestro buen y sabio amigo.
Eso es, amigo Benito, los intereses creados, como decía Benavente y como muy bien dices tú ahora.
Gracias.