Isaac Del Pino / @Idelpinodiaz. Qué sí. Que San Valentín viene en camino, y ahora todos critican el exagerado y absurdo consumo de aquellos pobres infelices -bajo el punto de vista de la soltería o del macho cabrío de turno- que buscan desesperadamente un regalo que hacer para salvar, una vez más, su relación; la cual, cabe añadir, nunca pendió de un hilo a tenor de esta veredad.
Es por este día que aquí aprovecha el que teclea para dirigirse a vosotros y a vosotras. Y disculpen -posibles ofendidos- que me centre en la clásica relación entre heterosexuales, pero lo mismo viene a servir para otras fórmulas -igualmente validas- pero más exentas de clichés que a mi persona le divierten.
Queda por asumido, queridos amigos, que ya no quedan mujeres como las de antes. Y eso no es negativo. No sean ustedes ingenuos, tras la caída del velo que las hacía verse inferiores han adoptado comportamientos y deseos -promulgados abiertamente- equivalentes al que cualquiera de ustedes, en plena salud y algarabía varonil -amén de los bares-, puedan pronunciar al respecto, siendo los pequeños detalles, posiblemente, los que a ustedes les ayudarán a delatar a la dama de turno, mediante el descubrimiento de algún vestido nuevo o una repentina visita a la farmacia. Queridos amigos, ellas les dirán que no, que lo de San Valentín es de cursis y consumistas, pero seguramente será peor lo que les dirán si no cumplen con el rito anual.
Y en este punto, ustedes -las señoras-, tacharán al que suscribe de machista. Pero piensen fríamente por un instante, ser princesa un día no está tan mal por muy independiente que se sea. ¿A quién -independientemente de su sexo- no le gusta sentirse especial un poco más de la cuenta sin tener que mover un dedo? ¿Y recibir algún que otro mimo excesivamente dulcificado con una buena excusa para vivir en carne propia una desfasada obra Shakespeariana? Y si encima se acompaña de una buena cena y una noche de sexo, mejor.
Piénsenlo, señoras, ustedes tienen más fácil tomar ese papel y les acaba siendo casi obligado en caso de querer participar de dicho día. Lo que ocurre a su vez, estimadas, es que ustedes lo tienen más complicado de advertir pero más fácil de provocar -como ya les indicaba-. Ellos no se pondrán un vestido nuevo -de hecho, figuro, ustedes se preocuparían si fuese así- ni tampoco admitirán que han pasado por la farmacia -no sea que cante demasiado las ansias de un encuentro sexual, que por otro lado ustedes también esperan-. Por ello, y otras circunstancias, para no arriesgar perder la buena excusa, sean honestas y dejen que sus amados crean que si no se realiza el San Valentín, como “está mandado”, ustedes harán gala del lema Baratheon: “Nuestra es la furia”.
Y ya quedándonos bien clara la idea de obviar memeces, de amargados, dudas existenciales inocuas y la madre que las parió; pues salvado todo eso, queda el evidente fondo económico del asunto. A ninguno de ustedes -tanto chicos como chicas- se les escapa que el famoso San Valentín no es más que otra fiesta de consumo, una que ustedes van a usar como excusa para romper un poco con la rutina. Y esto, especialmente en el contexto económico actual, tiene su aquel; y esencialmente es el punto que quería mentar, dado que si celebran ustedes o no el catorce de febrero, como ya se habrán imaginado, me es indiferente a mí y a sus tías -todas de Alcalá-.
Un amigo me comentaba hoy el overbooking de productos de índole amorosa que pululaban por los grandes centros comerciales. Y me relataba, además, como se lucran las grandes empresas a costa de un día así que, bueno, al fin y al cabo es un día más pero al cual se le coge cierta aprensión de lo cansinas que resultan las empresas en su abusivo marketing publicitario.
¿La solución? Matar pájaros. Muchos, casi como si jugásemos a aquel antiquísimo Duck Hunt de la NES ¿La recuerdan? Yo vagamente.
Estamos en crisis. Los autónomos fastidiados por la subida del IVA. Vamos a hacer una compra de todos modos, e incluso saldría más rentable comprar algo que pueda compartirse -experiencias que lo llaman- ¡Vaya! ¡Y Huelva plagada de pequeñas tiendas o PYMES, de bares/restaurantes con cierta elegancia! … no creo que haga falta ser un genio para darse cuenta de adónde quiero llegar.
Siempre nos estamos quejando de cómo las grandes empresas nos devoran y se aprovechan. Siempre nos quejamos de las multinacionales. Algunos se quejan de lo mal que venden -ellos-. Otros de cómo nos asfixia la crisis. Quizás va siendo hora de convertir todo gasto que acabamos realizando insalvablemente con esas malvadas multinacionales en gasto que repercuta en nuestra sociedad más cercana.
Quizás va siendo hora de tomar medidas con optimismo, ya que otros -esos de arriba, ya saben- no las toman por nosotros. Quizás, estimados amigos, ustedes no salven la crisis económica española con este método, pero posiblemente salven, cada uno, su 14 de febrero, y de paso las ventas de alguien que está tan fastidiado como usted antes de encontrar ese regalo original y magnífico que ella merece, tanto en ese día que revestirán de especial como el resto del año.