Mari Paz Díaz. La riqueza natural de Huelva ha sido alabada en muchas ocasiones al contar con una masa forestal extensa y valiosa. Normalmente, cuando hablamos de su naturaleza nos solemos quedar con sus paisajes, sus montes o sus dehesas. Sin embargo, rara vez nos paramos a mirar esa riqueza natural de forma individualizada. Y eso que esas bellas extensiones esconden ejemplares que, sin duda, merecen la pena.
Por este motivo, hoy nos queremos parar en algunos de los árboles más singulares que existen en la provincia de Huelva. Árboles con siglos de antigüedad, que han conseguido sobrevivir a todo tipo de avatares históricos y que son testigos de la evolución que ha tenido la provincia onubense a lo largo del tiempo.
En concreto, en Huelva están catalogados como Monumento Natural de Andalucía una serie de árboles que por su carácter centenario y su importancia merecen que les dediquemos una mirada, a pesar de que en ocasiones hayamos paseado junto a ellos sin prestarles atención.
Estos árboles centenarios son el Pino del Parador de Mazagón, situado en el término municipal de Moguer; la Encina de la Dehesa de San Francisco, en Santa Olalla de Cala; el Acebuche del Espinillo, en Zalamea la Real; y los Acebuches de El Rocío, en Almonte.
Estos valiosos ejemplares han sido reconocidos efectivamente como Monumento Natural, una categoría de espacio protegido de Andalucía. La declaración de estos árboles en concreto se hizo en fechas diversas, tal y como informa la Delegación Territorial de Agricultura, Pesca y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía en Huelva.
En el caso del Pino de Mazagón, su declaración como Monumento Natural se produjo en septiembre de 2003, siendo un ejemplar que sobrepasa los 400 años de edad, lo que le otorga un gran valor.
El Pino Centenario de Mazagón pertenece a la especie Pinus pinea (Pino piñonero), teniendo unas características muy singulares, tanto por su porte como por sus dimensiones singulares y excepcionales, muy alejadas del patrón común de la especie, al contar con una altura total de 12 metros, una altura de fuste de 0,50 metros, un perímetro de 4,40 metros y un perímetro en la base de 4,80 metros. Todo ello hace que el diámetro de la copa sea realmente sorprenda, con un total de 23,50 metros y una protección de la copa de 424,51 m2.
Se trata de un ejemplar de porte achaparrado debido a la escasa altura de su fuste en contraste con el potente desarrollo horizontal de varios de sus brazos o ramas principales, como se puede observar en las fotografías, junto con el enrevesado retorcimiento de las ramas secundarias y terciarias que finalmente constituyen la copa.
La belleza de este árbol, además, nos permite recordar cómo, en la actualidad, los pinares de piñonero representan la formación boscosa más extendida en la Costa de Huelva al constituir un modelo paisajístico muy valorado por todo tipo de visitantes.
No en vano, según algunos estudios constatados desde la Administración autonómica, la presencia del pino piñonero en la provincia de Huelva podría remontarse al periodo tartéssico, probablemente procedente de intercambios comerciales entre estos pueblos y los fenicios.
Su papel como elemento vertebrador del paisaje se consolidó a partir de su empleo en las repoblaciones forestales del siglo XVIII y, más recientemente, durante la primera mitad del siglo XX en las actuaciones de consolidación de los frentes y en la restauración hidrológica del litoral. La naturalización de muchas de estas antiguas repoblaciones ha llegado a alcanzar tal evolución que hoy en día permite que estas masas alberguen algunos de los ecosistemas forestales más valiosos de la región, siendo además hábitat y refugio de muchas de las especies más emblemáticas del litoral provincial.
Por su parte, los Acebuches del Rocío son un conjunto de ejemplares, centenarios en su mayoría, distribuidos en la Plaza del Acebuchal.
El acebuche u olivo silvestre es un árbol que antiguamente, junto con los alcornoques y algarrobos, formaban parte del bosque mediterráneo existente en Huelva. Se trata de árboles que se adaptan bien a las altas temperaturas y a los periodos de escasez de agua. Su fruto se llama acebuchina y es una aceituna con un hueso muy grande y poco carnoso. Desde la antigüedad se conocen las propiedades culinarias, medicinales y cosméticas de su fruto. De hecho, el hombre a lo largo de la historia fue cruzando esta especie buscando ejemplares de fruto más carnoso hasta conseguir las distintas variedades de olivos que han llegado a nuestros días.
La importancia de estos acebuches estriba en que se conservan como un reducto del bosque autóctono mediterráneo y algunos de ellos son muy longevos, como el que denominan El Abuelo, considerado el ser vivo más viejo de Doñana con una edad estimada en más de seiscientos años.
En el norte de la provincia, al sureste del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, en el término municipal de Santa Olalla del Cala, se encuentra el Monumento Natural Encina de la Dehesa de San Francisco, un ejemplar que destaca por su gran envergadura y longevidad, puesto que tiene entre 400 y 500 años. Posee un tronco muy grueso y una amplia y extendida copa que proyecta una sombra excelente en verano. El fruto de esta especie, la bellota, contiene gran valor energético y en la época de maduración es la base alimenticia del cerdo ibérico.
Una excusa más para visitar Santa Olalla de Cala que, al estar situada en la Ruta de la Plata, posee un rico patrimonio, no sólo natural, sino también monumental, como su castillo fortaleza o la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
En Zalamea la Real, el centenario Acebuche Milenario de El Espinillo es muy peculiar. Su ancho tronco, con más de seis metros de perímetro, se halla hueco en gran parte de su interior y, además, el paso de los años ha hecho que éste se divida en dos hasta la base, haciéndolo parecer aún más longevo. Tiene seis metros de perímetro de tronco medidos a 1,30 metros de suelo, doce metros de altura y 279,60 metros cuadrados de proyección de copa. Este árbol se encuentra situado en la finca del mismo nombre.
El acebuche ha estado vinculado al hombre a lo largo de la historia, puesto que desde la antigüedad se conocen las propiedades de su fruto y existen yacimientos arqueológicos que así lo demuestran. Esta especie, junto con encinas, alcornoques, quejigos y algarrobos, conforma la estructura básica de los originarios bosques mediterráneos. Actualmente quedan pocos reductos de estos bosques, debido a las modificaciones y posteriores repoblaciones que se han realizado con especies foráneas, pero aún es posible disfrutar de la presencia de ejemplares tan significativos como éste.
Estas mismas peculiaridades han provocado su inclusión en el Inventario de Árboles y Arboledas Singulares de Andalucía, así como su declaración como Monumento Natural en 2005, sin olvidar que todos los años se celebra en torno a él una Jornada de Convivencia. Esta fiesta, organizada por la Asociación Cultural y Recreativista San Pedro de Marigenta, en colaboración con los ayuntamientos de Zalamea la Real y Berrocal, nació tras el demoledor incendio que arrasó la Cuenca Minera en 2004 y que afectó al término municipal zalameño. Curiosamente, el fuego bordeó la zona en la que se encuentra el árbol que consiguió salvarse de las llamas por lo que, un año después, los vecinos comenzaron a celebrar una jornada alrededor del acebuche.
Por todos estos condicionantes, la contemplación del Pino de Mazagón, la Encina de la Dehesa de San Francisco en Santa Olalla, el Acebuche del Espinillo, en Zalamea; y los Acebuches del Rocío, en Almonte, siempre es una actividad recomendable, porque permite al visitante asomarse a un vestigio de la historia natural de Huelva y comprobar la capacidad de adaptación de los seres vivos a lo largo del tiempo.
No en vano, es fácil encontrar en guías a nivel nacional como citan a estos ejemplares centenarios de la provincia de Huelva como árboles más que singulares que merece la pena conocer.