Palacios Assens. El acto inaugural de la exposición antológica que Cepsa, Puerto de Huelva y Consejería de Cultura a través de su delegación territorial, ofrecen hasta finales de enero en las salas del Museo de Huelva, congregó a un número inusual de personas en un acto de estas características. Una semana después, las tres salas continúan llenándose de admiradores de la pintora onubense Pilar Barroso, a la que los organizadores han querido vindicar y reconocer en esta magna exposición que reúne 70 obras entre dibujos y óleos.
Pilar Barroso estuvo arropada por un importante número de compañeros de profesión, así como de amigos y amantes de las Bellas Artes que llenaron las dos salas de la primera planta donde se muestran sus pinturas y donde el delegado de Cultura, Vicente Zarza, hizo un recorrido por la vida y la obra de una pintora que nunca quiso adscribirse a grupo o tendencia alguna más allá de lo que su propia intuición y sólida formación le han ido procurado en más de 50 años dedicada a la pintura. Este trabajo en solitario, pero nunca en soledad, ha hecho de Pilar Barroso una pintora con un sello muy personal, con una marca plenamente identificable a pesar del largo y complejo camino recorrido por su pintura.
Iniciada su formación en los estudios onubenses de Pedro Gómez y León Ortega, primero, y en el de Manuel Moreno Díaz después, Pilar Barroso marcharía a muy temprana edad a Madrid donde cursaría estudios en la Escuela de Bellas Artes San Fernando, para lograr entrar con posterioridad en el estudio del entonces afamado y referencia de la pintura de los años sesenta, el maestro Julio Moisés. Regresaría a Huelva, después de exponer en Madrid en colectivas con gente como Úrculo, Otero Besteiro o Antonio López, en un primer intento de instalarse en su querida ciudad. Expone en el Ayuntamiento de Huelva y abre la galería que la Caja Provincial de Ahorros de Huelva abre en su sede central, junto al salón de actos. Dos años después decide marcharse de nuevo, esta vez a Alemania, donde profundiza en el conocimiento del expresionismo, una idea que conoció en Madrid de la mano de pintores como Waldo Aguiar.
En los años 70 se establecerá ya definitivamente en Huelva, donde ha llevado a cabo una fecunda, compleja y rica producción en la que se pueden encontrar desde las primeras influencias que recibe de Pedro Gómez, determinadas por una manera impresionista de entender la pintura como idea de luz e instante, o todo aquello aprehendido en sus años alemanes y en los círculos expresionistas de Madrid, todavía presentes en su modo de pintar, en el que la expresión de la artista se hace cuerpo en una pincelada salvaje, con incorporación generosa de materia al lienzo, composiciones muy académicas y un ritmo cromático muy personal, alegre y luminoso.
No es extraño que los organizadores y cuerpo técnico –Volumen Creativo y Bernardo Romero- encargados de llevar a cabo esta exposición la hayan titulado Impresión –Expresión, pues entre ambas tendencias se establece el diálogo artístico de Pilar Barroso, una pintora esencial además para quienes estén interesados en conocer la evolución de la pintura onubenses desde aquellas generaciones que a finales del XIX y principios del XX cultivaron conceptos naturalistas e impresionistas, hasta la pintura racionalista o el último arte de vanguardia, donde se ha establecido una pintora que asombra en sus maneras y en sus planteamientos estéticos, una artista que siempre contracorriente –mujer y artista en tiempos poco propicios, recordó Manuela de Paz, presidenta del Puerto de Huelva en el acto inaugural- ha sido capaz de mantener un pulso firme y conseguir ser puente entre tres generaciones.
El director de Cepsa en Huelva, Rafael Martínez-Cañavate, tercer patrocinador de esta importante cita con el arte en el Museo de Huelva, avisaba del lugar que ocupa Pilar Barroso en el arte español más actual, así como de la necesidad que ha tenido la organización de la muestra de contar con tres salas del Museo para poder realizar un proyecto expositivo didáctico y atrevido, que tiene su inicio en una primera sala de la planta baja, donde se muestran dibujos realizados del natural en la década de los 60 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con objeto de acercar al espectador al contundente y certero lápiz de Pilar Barroso. Luego, en la planta superior, se puede comprobar cómo esa fuerza en el dibujo soporta las pinturas de Pilar Barroso. En este último doble espacio expositivo, se ha establecido un planteamiento aparentemente aleatorio, mezclando tiempos y temática para lograr poner de manifiesto el largo recorrido de una pintora que es clave para entender la evolución de la pintura onubense en el siglo XX y lo que se está haciendo en la actualidad, una pintura ya totalmente desinhibida, realizada a impulsos, pero certera y con una fuerza de atracción sólo comparable con un academicismo al que, como todos los grandes, nunca ha renunciado esta artista inigualable y esencial.