Carlos Arroyo / Niebla. Ficha técnica: Plaza de Toros del Condado, con media entrada en los tendidos en tarde calurosa, se lidiaron cinco novillos de Torrealta y uno de El Espinel, desiguales de presentación y juego, nobles, descastados, excepto el sexto por los novilleros: Juan Ramón Jiménez, pinchazo, estocada y cinco descabellos, palmas; y estocada baja, dos orejas.
Alejandro Conquero, estocada muy baja que asoma, dos orejas; tres pinchazos, estocada, cinco escabellos, silencio tras aviso.
Emilio Silvera, estocada que asoma y estocada, dos orejas; pinchazo y estocada, dos orejas y rabo.
Con esta novillada se pone punto y final a la temporada taurina en la provincia de Huelva. Y de nuevo, tres novilleros sin picadores de la capital como única tarde de la fiestas, y de nuevo un rotundo éxito, quizás no para la empresa porque escasea el público en los tendidos, media entrada escasa, pero sí para el aficionado que se dio cita en el coso iliplense.
La novillada fue demasiado desigual, tanto en trapío como en volumen. Sobresalió el sexto por su casta, fue el que más se movió y además bien, y el segundo, un novillo muy blando, pero que fue noble que permitió a Alejandro Conquero torearlo despacio y con buen trazo.
Abría tarde Juan Ramón Jiménez que no estuvo a gusto en toda la tarde. No encontró el sitio nunca el onubense, y su toreo estuvo más embarullado que en otras ocasiones. El primero se le quedaba muy corto y siempre terminaba con la cara alta. Porfió con él, pero sin mucho lucimiento.
Además no estuvo acertado con los aceros. En el cuarto, salió a revienta calderas por el éxito de sus compañeros, la rivalidad siempre aparece, y estuvo más templado. Hubo algunas series de mérito, pero sin redondear nunca, pues hubo muchos enganchones. Hay que saber también irse de la cara del toro, que a veces es más difícil que llegar. Se le concedieron dos generosas orejas, pero el torero se le notó que no se iba del todo satisfecho, lo cual es normal. No hay que derrumbar nada, hay condiciones, y con paciencia y tesón, llegarán mejores momentos.
El segundo se derrumbó varias veces durante la lidia, sobre todo en los primeros tercios. Pero la mejor receta del toreo, esa que sirve para todos los toros, el temple, lo mantiene en pie.
Y es que Alejandro toreó con mucho temple a este novillo. Despacio, con buen trazo y muy templado. Hubo tandas por ambas manos de toreo del bueno, de toreo de calidad. La estocada defectuosa no restó méritos a la faena del novillero y le fueron concedidas las dos orejas. El quinto era otra cosa. Nunca humilló, siempre salía con la cara alta y se quedaba corto. Y en este tipo de novillos es donde se nota la inexperiencia de los espadas. Le hizo hilo varias veces aunque porfió con él. Con la espada estuvo desacertado, se le tributó silencio al final de su actuación.
Emilio Silvera fue el triunfador incontestable de la tarde. Y lo hizo con dos versiones de toreo, pero siempre cimentado en la calidad, en las buenas maneras y en el toreo puro.
El primero fue noble. Y en lo que duró hubo muletazos de calidad por ambos pitones. Pero sobre todo al natural. Esa mano izquierda es un diamante en bruto. Y cuando el toro se acabó, pues la faena bajó, pero el novillero siempre intentado llevar las embestidas hasta el final. Se le concedieron las dos orejas, pero lo mejor estaba por llegar.
Y llegó en el sexto. Lo recibió con verónicas templadas, enganchando al novillo, mandando y llevándolo.
En banderillas, se vino arriba, por eso le llaman avivadoras, y hacía falta mando y temple en la muleta. Y a fe que lo encontró. Y de nuevo con la mano izquierda, hubo recital de toreo largo, despacio, templado, con mando. Sufrió dos volteretas muy fuertes, y se levantó sin mirarse.
Ahí es donde estaba el otro toreo. El de raza, el toreo que no se quiere dejar la pelea yéndose de nuevo a la cara del novillo para instrumentarle otra serie de mérito. Tras la buena estocada, el delirio llegó a los tendidos, con el novillo cayendo a los pies del novillero molido a golpes, en una pelea con el animal de tú a tú, sin trampa ni cartón.
Esto es el toreo, señores. Algo emocionante.