M. D. Castelló. Ya es Halloween y, como no podía ser de otra manera, me voy a subir al carro de recomendar algunas películas para pasar esta noche, en solitario o en compañía, disfrutando de una buena sesión de cine que nos ayude a entrar en la terrorífica atmósfera del 31 de octubre.
Antes de comenzar este top, he de decir que considero que el cine de terror es muy similar a la comida picante. No podemos empezar de golpe con un chile habanero, primero tenemos que ir acostumbrando el paladar a esa sensación. Si nos agrada podemos ir subiendo poco a poco de nivel. Las películas de miedo cumplen también con esta regla.
Seguro que más de una persona no está de acuerdo con esto último. Hay gente a la que no le afecta un pimiento de Padrón (de los que pican) y antes no había probado ni tan siquiera la pimienta. Desde aquí te doy mi más sincera enhorabuena.
Dicho esto, el top 5 que he realizado para el día de hoy intenta cumplir con esta regla. Recomendaciones que van en aumento para todo tipo de espectadores y, de esta manera, no dejar a nadie fuera del deleite de este género cinematográfico.
Terror para toda la familia
Una forma de introducir a los peques de la casa en el terror que pueden ofrecer las películas destinadas a verse en Halloween es, sin duda, Monster House (2006).
Esta obra producida por las leyendas del cine Steven Spielberg y Robert Zemeckis, nos adentra en un mundo donde las leyendas urbanas de los barrios se hacen realidad. El terror que infunde un vecino cascarrabias que quiere que todos los niños estén lo más alejados posible de su casa no es más que la punta del iceberg de una historia que no deja indiferente a nadie.
Capaz de ser disfrutada desde los más jóvenes hasta a los más adultos, Monster House nos ofrece una aventura que transporta a sus protagonistas en un viaje hacia la madurez.
Con escenas inolvidables y gags que siempre nos van a sacar una carcajada, da igual si las has visto mil veces, esta apuesta de Columbia Pictures que se llevó una más que merecida nominación al Óscar a mejor película de animación, hace que sea una opción a tener siempre en la retina durante todo el año, en especial, el último día de octubre, fecha en la que también se desarrolla esta estupenda cinta.
Slasher
Este es el subgénero del terror de los adolescentes por antonomasia. Un asesino que muestra formas hiper imaginativas a la hora de acabar con sus víctimas siempre saca una sonrisa cómplice a todas las personas que están en su etapa más rebelde en lugar de aterrarlos hasta perder el sentido.
Cierto es que este subgénero se ha ido deteriorando poco a poco con películas que se han interesado más en generar ingresos que en contar historias. Atrás quedaron aquel Michael Myers que aterrorizó a toda una generación con su primera aparición en Halloween (1978) o ese Chucky de la histórica Muñeco Diabólico (1988) que tuvo desvelados a todos los niños que conocían su tenebroso aspecto, puesto que ahora los slasher son casi un sinónimo de comedia.
Por fortuna, el novato Chris Nash, le ha devuelto seriedad al subgénero con su ópera prima De Naturaleza Violenta (2024). Un slasher que muestra al espectador el punto de vista del asesino.
Con una elegancia y sutileza casi cirujana conocemos las personalidades y conflictos de los pocos personajes, que se nos presentan sin necesidad de aguantar durante casi una hora y media diálogos repetitivos que no interesan a nadie.
Unas muertes bizarras, que cumplen con lo que hemos ido a ver, no convierten un acontecimiento esperable en un festival de gritos. Con planos fijos observamos cómo Johnny, el auténtico protagonista, sacia su sed de sangre sin llegar a caer en la escatología o la parodia como sí hizo la saga de Viernes 13 hace ya varios años.
Tren de la bruja
Adoro el término ‘tren de la bruja’ para referirnos a las películas que nos ofrecen sustos sin parar.
Imaginemos por un momento que estamos en una montaña rusa. En todo momento sabemos que estamos a salvo pero, sin embargo, no podemos evitar gritar cada vez que caemos cuesta abajo. Hecho que se nos ha anunciado con una lenta subida en pendiente durante unos segundos.
El cine que puede entrar en la definición de ‘tren de la bruja’ es igual a esa sensación. Sabemos constantemente que nos van a asustar y cuándo. Se genera una tensión cocinada a fuego lento en el espectador que finalizará con un respingo o un grito en su defecto. Posterior a esto, suelen escucharse risas en la sala donde todos hemos sido víctimas de esa repentina subida de volumen. Hemos liberado la tensión, al igual que cuando montamos en el tren de la bruja.
Una película que cumple con estas reglas, nos presenta una historia muy sólida y una realización exhaustiva es el clásico moderno Expediente Warren: The Conjuring (2013) del aclamado James Wan.
Una familia acechada por el espíritu de una bruja puede ser un argumento trillado, sin embargo, el director australiano sabe cómo darle la vuelta a la tortilla consiguiendo una película redonda que se ha quedado en la mente de muchos.
Recomiendo, como no puede ser de otra manera, que se visualice con amigos. Compartir traumas une mucho.
Terror elevado
No comparto en absoluto la opinión de quien se queja de este término. Es más que aceptable dado el empacho de películas de terror que llegan a las salas cada año. Los más puristas nunca acogerán de buena gana las corrientes modernas del cine y soltarán pestes para todo lo que trastoque su idea de lo que es el séptimo arte. Peor para ellos.
El terror elevado es aquel cine que se interesa realmente en contar una historia, sin caer en ningún tipo de esperpento visual, guiones precocinados o efectos visuales ‘plasticosos’.
Este tipo de películas siempre ha estado en la historia del cine, como es el caso de El Exorcista (1973) de William Friedkin o Nosferatu (1922) de F.W. Murnau. Películas que se alejaban del efectismo sencillo y que cuidaban sus detalles al máximo. El género de terror aun no se había desvirtuado a los niveles que tenemos hoy día. Esta corriente renació hace unos años con películas como Babadook (2014) de Jennifer Kent, La bruja (2015) de Robert Eggers o Hereditary (2018) de Ari Aster, que fueron muy bien acogidas tanto por el público como por la crítica.
Fue en 2021 cuando Lamb dio un golpe en la mesa y se alzó con importantes premios, como el Premio a la Originalidad de la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes o el galardón a la Mejor Película y mejor Actriz en el Festival de Sitges.
Valdimar Jóhannsson nos transporta a una solitaria Islandia en la que una aberración de la naturaleza se hace presente en la vida de dos pueblerinos. Una obra abierta a interpretaciones que inquieta desde su larguísimo primer plano hasta su poético cierre. La película muestra un respeto apabullante ante el género y, si bien a gran parte del público no le llegó a agradar del todo su enigmático mensaje, se convirtió desde el mismo momento de su estreno en una película de culto en cuanto al terror elevado se refiere.
Terror experimental
Sin dudas, el género más difícil de ver para cualquiera.
En sí, el cine experimental no suele sentar bien al gran público y, en mi opinión, creo que es debido a la necesidad arraigada que tenemos de entender todo en lugar de pensar. Preferimos que nos den mascada una historia antes de tener que reflexionar sobre lo que estoy viendo.
Si eres una persona que no comparte el hecho de tener que ver un vídeo que te explique el final de las películas, Skinamarink (2022) es ideal para ti.
Odiada por muchos y amada por tantos otros, Kyle Edward Ball se lanza a una piscina vacía de cabeza al mostrarnos un largometraje donde se ve de todo menos personas. Con una historia de poltergeist contada fuera del campo visual, el realizador canadiense se cuela en nuestra mente para aterrorizarnos precisamente con una historia que no nos muestra.
Sin llegar a ser tan ambigua como Eraserhead (1977) de David Lynch, Skinamarink nos invita a disfrutar del cine como nunca antes se había visto.
No os voy a engañar, son 90 minutos viendo pareces, esquinas, marcos de puertas y demás cosas corrientes que se pueden encontrar en cualquier casa. La cinta nos pone a prueba durante un cuarto de hora que, si logramos superar, nos recompensará con una experiencia sensorial cuyo final pondría los pelos de punta hasta al mismísimo David Cronenberg.