RFB. Corazón y hematología, una frase que parece fácil utilizar a nivel clínico o técnico. No es en nuestro caso con este artículo. La conexión entre ambos conceptos se debe a las sensaciones derivadas de la entrevista con la jóven doctora Ana Rosa Carranco Falcón. Responsable del Servicio de Hematología y Hemoterapia de la Clínica HLA Los Naranjos de Huelva defiende con convencimiento, y desde el rigor clínico, esa doble actuación técnica y humana que debe comportar la atención a un paciente, sin que aquella deba desarrollarse en menoscabo de esta.
La charla que mantuvimos en el Centro HLA de la Plaza Madame Cazenave alternó momentos de seriedad, incluso tristeza, con comentarios relajados que emanaban con facilidad de la simpatía innata y naturalidad de esta gran profesional. Siempre, y en todo caso, expresando una franca sonrisa que traslada la sinceridad de sentimientos y una clara intensidad emocional. En varios momentos sus ojos brillanban recordando o señalando alguna situación o circunstancia vivida.
Por ella, y ya que estamos en esto de la Hematología, corre sangre de color bien rojo -ni agua ni horchata, como en los dichos-, que se ve que le impulsa a disfrutar de su tarea cotidiana ejerciendola con una notable responsabilidad, y a vivir intensamente admitiendo que disociar trabajo de sus emociones es tarea más que complicada.
Pero si aceptamos ese axioma de que lo técnico debe ir combinado con lo humano en el buen ejercicio de la medicina, sus condiciones nos parecen entonces las idóneas. Porque Ana llegaba a esta profesión por corazón, con una clara vocación desde niña aunque no tuviese antecedentes familiares. Natural de Alanís de la Sierra, en la provincia hermana, optó por realizar el MIR en el Juan Ramón Jiménez y a partir de entonces uno de sus objetivos ha sido y es vivir y ejercer en Huelva. Brillante en ese imprescindible postgrado/doctorado -nota 9,7 sobre 10-, ha publicado artículos científicos y realizado diversos cursos específicos de su especialidad.
A ella, a Hematología y Hemoterapia, llega sin que inicialmente fuese su primera opción. Ahora le fascina. Una circunstancia familiar relacionada con este ámbito patológico, la influencia de un gran profesor en el MIR, y también la experiencia con niños pacientes oncológicos durante las prácticas de la carrera, que le llegó a lo hondo, le condujeron a este definitivo camino profesional, sobre el que habla con verdadera pasión. «No sabía entonces que me iba a gustar mucho más de lo que esperaba«.
El deseo de ser médica, como decíamos, viene de lejos en el tiempo para Ana. Desde los siete años, cuando aún no había internet, buscaba en enciclopedias temas y cuestiones de salud. “Desde muy pequeña quería ser médico, no sé de donde me vino la vocación, pero bueno… así fue”. Como una paradoja respecto a la especialidad que al final eligió, nos comenta que «Hematología es, para empezar, una especialidad muy desconocida para la mayoría de la gente. Incluso para los que estudiamos medicina. De hecho cuando entré en la carrera Hematología me parecía tan compleja que yo decía ‘no puedo ni sacarme la asignatura’, no me sentía capaz de enfrentarme a ella. Era una asignatura muy dura, y lo que no sabía era que la especialidad era aún mucho más dura”.
Ana intenta en su día a día humanizar su trabajo. «Especialmente con pacientes de quimioterapia -señala-. Me digo que todo no es poner tratamientos quimioterápicos, es también el acompañar, el informar, el ser un poco la persona de confianza en todo el proceso”.
Esta especialidad empezó con ella en abril en HLA en Huelva. “Se me ha pasado muy rápido”. Su relación personal con Huelva se remonta a “cuando veraneaba de pequeñita en El Rompido”. En esta última etapa de su vida llegó a Huelva y ya no se quiso ir. Lleva cinco años y algo más en nuestra ciudad.
Nos reímos cuando comentamos lo feo que suena el nombre de ‘Hematología’. Apostilla que, además, hay incluso gente que la confunde con Dermatología. “Ha habido gente que me ha enseñado lunares –nos reímos más-«.
Señala que «yo en realidad es que tengo la suerte de que como soy una ‘recién especialista’, como quien dice, estoy formada en todos los ámbitos. Me refiero a la parte más de laboratorio, coagulación, que quizá es mucho más desconocida. La gente cuando piensa en hematología piensa en leucemia, en linfoma y en poco más. Pero yo también llevo mucha parte de coagulación, de todos los trastornos hemorrágicos, hemofilia, enfermedad de Von Willebrand, cosas que suenan así muy raras pero que, bueno, tenemos aquí una unidad que funciona muy bien. Lo que estoy intentando es ofrecer, a través de la privada, ese tipo de estudios específicos que no se pueden hacer porque van a laboratorios externos, centralizados, o que son muy muy específicos y que necesitan la interpretación de un especialista en hematología.
Habitualmente son pacientes que se descubren, salvo enfermedades congénitas, derivados por los compañeros de la clínica, al haberles hecho un estudio para una intervención quirúrgica menor o mayor, y salir alterados los tipos de coagulación. Es súper frecuente”.
En estos escenarios nos comenta la doctora que se detectan dos grandes grupos de patologías. Por una parte la parte de la trombosis y por otra los trastornos de la diátesis hemorragia. Son dos casuísticas opuestas, la facilidad para trombosar o para sangrar. “Por estudios muy complejos podemos diagnosticar el déficit de factores de coagulación, en casos comunes y también en otros más raros. Y después la parte de trombosis, que la vemos mucho en pacientes que suelen ser jóvenes y que también han tenido algún episodio de alguna trombosis, por ejemplo en la pierna. Y las trombosis sin causa conocida, que le haces un estudio y realmente si tienen una predisposición hereditaria”.
Le preguntamos, en esta realidad de pugna por la salud, por la vida, que esperanza existe hoy en día. Responde que “Hablando de la leucemia en adultos en general, pues hay muchos tipos de leucemia, la tasa de supervivencia en los cinco años es del torno al 30%”. Afortunadamente esta cifra progresivamente aumenta.
En los niños tenemos la mala suerte de que es una neoplasia muy frecuente, pero que en el caso de la leucemia linfoblástica aguda la supervivencia a los 5 años supera el 90%. Hablando de otros subtipos ya tiene sus matices, aunque no deja de ser esperanzador”.
Sus inicios laborales fueron precisamente en su comarca natal (Cazalla, Alanís y Guadalcanal). “Una experiencia, la verdad, maravillosa y enriquecedora. La recuerdo y me recuerdan de cuando estaba trabajando allí con mucho cariño. Iba con un poco de miedo, natural porque te sientas delante de tus amigos, de tus vecinos».
Afirma sin fisuras que, para ser un buen médico, “fundamental es que hay que ser buena persona. Tu puedes ser el más listo, el número uno de tu promoción… lo que tú quieras, pero hay que ser buena persona, y hay que ser empático. Hay que entender que la gente que está pasando por las enfermedades, sean cuales sean, esa gente y la familia que les están acompañando están en una situación de vulnerabilidad absoluta. Y si nos dedicamos a llegar, poner un tratamiento e irnos, por muy bien que lo pongamos, pero no cuidamos ‘lo otro’, nunca será suficiente. Y sobre todo lo veo en mi especialidad, lo veo muchísimo. Gente que tiene tanto miedo… que piensa que puede salir mal, cuando llegas y le das cariño todo cambia.
En la especialidad hay muchos pacientes de ingresos muy largos, con los que te ves muy frecuentemente, y sus familias. Vas conociendo todo de los pacientes… cuando han tenido una boda, cuando han tenido una comunión… Al final te llevas a los pacientes a casa. Y yo, lo siento, porque sé que en cierto modo hay que cortar (y estoy aprendiendo a cortar determinados pensamientos, porque la vida tiene que seguir). Pero no lo veo de forma negativa. No sé con el paso de los años. La realidad es que eso significa que te importa, que te implica. Y por ejemplo yo ahora estudio no para ‘escupir la materia en el examen’, como decíamos, si no sabiendo que eso le va a hacer mejor a mis pacientes. Y estudias de una forma diferente.
Le preguntamos si recuerda a algún paciente en especial. Dice que si. “Ha sido la historia probablemente, dentro de la Hematología, que más me ha hecho crecer como hematóloga a nivel médico y a nivel personal. Y después también ha tenido la parte amarga porque las cosas no terminaron de ir bien, pero nos quedamos con esa lucha y con ese agradecimiento de la familia, con esa experiencia muy positiva de formar equipo con los pediatras, con los que hicimos mucha piña. Ha sido la experiencia, posiblemente,… la que más me ha hecho llorar. Y la que más me ha enseñado. Ha sido muy reciente, e incluso me tuve que apartar en cierto momento un poco por demasiada implicación emocional, quedándome en la retaguardia. Me tocó.
La ilusión, la motivación, son fundamentos para la doctora Carranco inseparables de su ejercicio. «Los pacientes se merecen que vayas con energía. Puedes tener un día malo, como todo el mundo, pero en todo caso intentar dar lo mejor de ti. A veces me sorprendo a mí misma, que cuando tengo un día malo por lo que sea soy capaz de dar incluso más. Y después llego a casa y ‘vuelvo a caer en el hoyo’ , pero es verdad que intento que no me afecte para nada en el trabajo».
La puesta en funcionamiento de este Servicio que dirije de Hematología y Hemoterapia en HLA Los Naranjos permite «que no haya que ir a Sevilla siempre para hacer una mayoría de las pruebas. He tenido la suerte de estar en contacto con una doctora muy reputada, Reyes Arranz, que está en HLA Moncloa. Ella está coordinando, haciendo que la hematología, una especialidad muy desconocida y de muy difícil manejo en la sanidad privada se sitúe donde le corresponde. En Huelva, gracias a esa coordinación, yo estoy usando los mismos protocolos que están usando ellos en este hospital de Madrid, que probablemente sea uno de los más potentes del grupo HLA.
Ana es profesional, metódica, estudiosa. Y alegre, positiva y entusiasta. Aún siendo joven denota experiencia y nos revela que su fructífera realidad como doctora tiene una paradoja. “Cuando era pequeña me diagnosticaron de trastorno hipocondríaco. Mi madre en la consulta de la psicóloga lloraba, diciendo ‘pero mi hija quiere ser médica’. La psicóloga dijo que podían pasar dos cosas cuando empezase la carrera, o bien la abandonaba o bien le ayudaba a superar sus miedos. Y, sobre todo, a relativizar los problemas.
Y aquí está, en Huelva, dirigiendo el Servicio de Hematología y Hemoterapia del HLA Los Naranjos.
Enhorabuena.
