José Manuel Alfaro/ Sección de ficción ‘Cuaderno de Muleman’. Todo lo tenía a favor, el otoño dorando las hojas y cayendo al suelo como una lluvia de pan de oro, nostalgia de noviembre, la humedad rezumando del suelo, láminas de agua erosionando los arroyos, días
cálidos, noches crecientes bajo el frío helador y la luna llena coronando las estrellas de los cielos luminiscentes de la oscura bóveda celestial. Todo lo tenía a favor Corteconcepción para ganar el concurso internacional de la tarde más triste.
Un premio para el que también fue determinante, ver como caía el sol a través de una ventana mientras el calor de un tronco de encina consumía el oxígeno de la habitación bajo un calor ensordecedor capaz de sumir a la mosca más alegre en un pozo de nostalgia. Pero si hubo algo que enamoró al jurado esa fue la tarde de lluvia de viernes cayendo suave sobre los tejados, golpeando los cristales con su tintineo, ver las gotas romperse en las aceras y deslizando su melancolía por las calles hasta los intersticios de las profundidades los imbornales, para perderse en el laberíntico paisaje de tuberías que hará que esas gotas que mancharon los cristales terminen perdiendose en la inmensidad de un colector que descargará toda su furia en las riberas infinitas de la soledad.
El jurado además no solo valoró este escenario capaz de erosionar la moral del optimista más recalcitrante, sino que evaluó la puesta en escena en la que intervino un conocido poeta de la Sierra recitando unos versos bajo la lluvia incesante, sentado en una mecedora al ritmo de un vaivén sincronizado con los versos del poema número veinte del libro, Veinte poemas de amor y una canción desesperada del poeta y nobel chileno en 1924 y al que se le escuchaban versos como: Puedo escribir los versos más tristes esta noche / Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» / El viento de la noche gira en el cielo y canta /Puedo escribir los versos más tristes esta noche / Yo la quise, y a veces ella también me quiso / En las noches como ésta la tuve entre mis brazos / La besé tantas veces bajo el cielo infinito / Ella me quiso, a veces yo también la quería / Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos / Puedo escribir los versos más tristes esta noche / Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido / Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella / Y el verso cae al alma como al pasto el rocío / Qué importa que mi amor no pudiera guardarla / La noche está estrellada y ella no está conmigo / Eso es todo…
A pesar de la honda tristeza en la que se sumió Corteconcepción esa tarde nostálgica. El exigente jurado compuesto por el director de una funeraria, una desconocida cajera de un supermercado de velas de la Sierra, el enterrador más solicitado de la zona, un exalcalde jubilado y una cleptómana rehabilitada terminaron ayer reconociendo con el primer premio el trabajo realizado por la delegación de Corteconcepción de la Asociación de Atardeceres Tristes del Mundo (AATM). Un importante premio que hará posible a partir de ahora que esta localidad serrana no sea solo conocida por producir uno de los mejores jamones del mundo, sino por convertirse en un lugar de peregrinaje de todos aquellos turistas que busquen vivir una experiencia capaz de sumergirlos en una melancolía tan única como el paisaje y el paisanaje de Corteconcepción.