M. D. Castelló. La realizadora francesa Coralie Fargeat vuelve a la gran pantalla con La Sustancia, tras su estreno en 2017 de su primer largometraje Revenge, una obra que le sirvió para ganar el premio a mejor directora en el Festival de Sitges en su edición número 50 y, desde aquí, declaro abiertamente que no sé en qué estarían pensando.
Tras un primer visionado a Revenge (2017), saqué unas conclusiones muy poco halagüeñas para su realizadora, puesto que me pareció una película burda, sin personalidad y muy torpe a la hora de mandar un mensaje que, por otra parte, comparto plenamente.
“Me quiere recordar a una película de Tarantino, pero no lo consigue”, me repetía a mí mismo una y otra vez, y es cierto que Coralie tiene una especie de visión Frankenstein a la hora de dirigir sus películas. Intenta referenciar tanto a directores y directoras que sí tienen una forma muy característica de narrar sus obras. El resultado final es un pastiche incongruente por el mero hecho de querer provocar o estilizar sus obras sin que la propia historia así lo requiera. Eso sí, tiene una resolución de lo más satisfactoria. Al César lo que es del César.
He de mencionar que La Sustancia se alzó con el premio al Mejor Guion en la pasada edición del Festival de Cannes, algo que personalmente me llama mucho la atención pues, al contrario de lo que me pasa con el premio a mejor película, suelo disfrutar más de la originalidad que hay tras este galardón. Esta vez no ha sido el caso.
Cabe destacar que la presidenta del jurado era Greta Gerwig, la exitosa directora de Barbie (2023), de modo que esto nos facilita mucho más la comprensión de que La Sustancia sea considerada la película mejor escrita del año. Si bien comparto el mensaje profundamente feminista de la cinta, no lo hago tanto con sus formas, puesto que el discurso se desmorona entre mensaje y puesta en escena.
Referencias a directores y directoras de Coralie Fargeat
A la hora de dirigir La Sustancia, Coralie Fargeat ha decidido homenajear de nuevo a numerosos directores y directoras, haciendo que resulte cada vez más tedioso estar viendo una mala imitación que no sabes muy bien por dónde te va a llevar. Desde la angustiosa melancolía de Darren Aronofsky a la liberación femenina de Julia Ducournau pasando por la trascendencia extrasensorial de Kubrik en 2001: Odisea en el espacio (1968).
Como he mencionado anteriormente, parece que Fargeat intenta ser la nueva Tarantino, pero Tarantino solo hay uno. No importa que intentes copiar de forma grotesca sus efectos de sonido, su puesta en escena o unos diálogos que intentan ser cómicos y se quedan en artificiales. Por no hablar de la violencia extrema mucho menos sosegada que la del director americano.
Naturalmente las protagonistas de la cinta: Demi Moore y Margaret Qualley, hacen todo lo posible para destacar dentro de esta película que no sabe encontrarse a sí misma. Son, sin duda, lo mejor del largometraje dejandose literalmente la piel.
Castillo de naipes
Por otro lado, en cuanto a la historia que se nos intenta mostrar, es algo que a mí me gusta denominar ‘el castillo de naipes’. Con esto me refiero que, si solo nos limitamos a mirar de forma pasiva, es algo que queda bien, bonito y admirable, pero, en cuanto decidimos interactuar con los naipes o, en este caso, hacernos preguntas sobre lo que estamos viendo, el castillo entero se desmorona.
La Sustancia deja muchísimo en el aire y no es algo que me moleste en sí, sino que al no aclarar según qué cosas (como ese aberrante final que no viene a cuento de nada) provoca que la cinta no sepa encajar en nada más que en la mente de la autora. ¿Es ciencia ficción, fantasía, surrealismo, terror…? Me temo que nunca lo sabremos con certeza dado que la señora Fargeat está más ocupada intentando ocultar sus carencias creativas hipersexualizado el cuerpo femenino hasta la extenuación.
En el momento en el que intenta ser un poco más sutil y aprovechar el medio cinematográfico para narrar con imágenes, resulta redundante y poco estimulante. Si la historia no para de insistir en que la protagonista se siente cada vez más sola y aislada, no hace falta que me lo vuelvas a decir con una escenografía que no para de recordármelo en ningún momento, ni mientras cocina, desayuna, va al baño o se cambia de ropa. Y es así contantemente hasta el punto de mostrar en pantalla cabezas flotantes que repiten diálogos que hemos visto hace pocos minutos. Esto es, a todas luces, una falta de respeto al espectador.
Mensaje contradictorio
También me gustaría mencionar la contradicción de su mensaje. La mujer es capaz de machacar su cuerpo hasta límites insospechados debido a que en este mundo está gobernado por hombres que, cito textualmente, quieren que las mujeres “tengan todo en su sitio”, algo que ya exploró el mediometraje de La apariencia en la serie de Guillermo del Toro, El Gabinete de las Curiosidades (2022). Una vez que presentas este núcleo narrativo, hacer que la película parezca que la haya montado uno de esos grotescos hombres que se nos presenta en la cinta, no creo que sea una buena idea, y menos cuando el único diálogo sensato y sano que escucha el personaje de Demi Moore en las dos horas que dura el film provenga de un hombre que (parece ser) entiende todo aquello por lo que está pasando.
En definitiva, La Sustancia se ha convertido en la película del año por lo sorpresiva que es, no por lo buena o coherente que resulta. Aun así, he de admitir que no se hace tediosa en ningún momento y, si sabemos obviar la torpeza formal de Caroline Fargeat, puede que obtengamos una nueva película olvidable pero entretenida en nuestro imaginario personal.
