Pasa un escritor maldito muy cerca de Aljaraque

José Manuel Alfaro/ Sección de ficción Cuaderno de Muleman. Todo el mundo ha oído hablar, visto, incluso hay gente que ha tenido la suerte de tener un escritor maldito a su lado, pero solo unos pocos han podido olerlo o han tenido el privilegio de tocarlo. En este último caso, la gente describe suceso como si hubiera sido abducido por un alienígena o por una fuerza sobrenatural capaz de remover tu ser. Experiencias todas ellas extrasensoriales que rozan lo divino, incluso se podría decir que es más una cuestión de fe que de realidad humana.

Pero qué es un escritor maldito. En el sentido clásico de la definición se podría tomar la que hizo el escritor Paul Verlaine, que los definió como aquellos escritores o escritoras que llevaban vidas bohemias, consumidas por los excesos, símbolos de lo decadente y cuyas obras destacaban por la provocación y el gusto por mostrar que puede haber belleza aun en lo siniestro. Una definición que ha acompañado durante mucho tiempo a escritores como Corbière, Rimbaud, Mallarmé, Desbordes-Valmore y Villiers de L’Isle, François Villon, Antonin Artaud, Edgar Allan Poe, Federico García Lorca, Alejandra Pizarnik, Fogwill, William Blake, Charles Bukowski, Roberto Bolaño y tantos más y que nada tiene que ver con la nueva idea moderna del escritor maldito de nuestro tiempo.


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Una nueva definición que tendría más que ver con aquellos autores que por escritura, por su obra, por su acción social, no obtiene la relevancia que merecen por que han sido relegados a la periferia del mainstream comercial y editorial. Son autores que reniegan de las grandes editoriales que buscan solo réditos económicos y no encuentra en los libros una forma de promover debates en la sociedad y remover las conciencias de los lectores. Editoriales que solo buscan escritores numerarios para su fondo editorial.

Son escritores que no llegan al público, que viven en la caverna de soledad, alejados los medios de comunicación oficiales. Escritores de la periferia de la cultura del populacho que no son llamados para participar en concursos literarios o en conferencias, relegándolos a su ámbito doméstico donde escriben a tiempo parcial. Escritores obligados a publicar en pequeñas e insostenibles editoriales que no existen en los clubes de lectura y no forman ni si quiera parte del fondo bibliográfico de las bibliotecas de su entorno o reciben el reconocimiento de su comunidad.


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Es el malditismo moderno, publicar para ser olvidado, escribir para que nadie te lea, distribuir tus libros para que se pudran en las estanterías de las distribuidoras y librerías, es escribir para sentir que, si no escribes, las hojas seguirán cayendo en otoño. Son escritores y escritoras que viven en el vacío a pesar de la calidad de su obra pero que hacen posible que no se extinga la memoria de los muertos. Escritores que regalan su tiempo a una sociedad que no los quiere por culpa de esta abstinencia social literaria, creativa y lectora en la que nos encontramos y que terminan sucumbiendo a la desesperación.

Hoy uno de esos escritores pasará muy cerca de Aljaraque, camino de feria del libro de la capital. Habrá dejado atrás a su familia o su hogar por unas horas para convertirse en lo que es un escritor maldito de su tiempo que viajará hasta allí pensando que se encontrará algún lector fugaz al que pueda contarle la verdad de lo escribe.

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