Ramón Llanes. Ya han anunciado para el día 12 de octubre una gran cantidad de tanques, aviones de combate, paracaidistas, soldados por miles, legionarios con su cabra e infinidad de curiosos que aplaudirán de nuevo la puesta en escena de la musculatura de la guerra como paripé para advertir que los sistemas anacrónicos de la sociedad nunca se olvidaron de la malvada “victoria”. Un escaparate anticuado de resaca de odio innecesario para que siga pareciendo que no se han superado las consecuencias de la peor discordia de nuestro recuerdo.
Nosotros, contrarios a esta costosa liturgia, imaginaremos que los tanques son libreros que muestran al mercado abierto sus obras recientes, que los aviones son escritores que firman en el azul limpio del cielo sus libros, que los soldados son músicos que tocan y cantan baladas y melodías de paz, que los legionarios son pintores vestidos de un verde de inquietud y rebeldía, que el otoño es un blanco hecho de artesanos modistas, que las banderas son mujeres que enseñan caminos de otra libertad posible, que los globos son niños y niñas que quieren alcanzar nubes sin ruidos de fusiles, que estarán también pájaros invitados a piar, el sol sin cara, manos y ojos y canciones y mendigos y reyes de la tolerancia y miradas con alma abrazadas a la América que nos hermana los sentimientos. Así será nuestro imaginado desfile para este doce de octubre con la fuerza de la utopía empujando para llevarlo algún día a la realidad de nuestro mundo. Y nos aplaudirá la vida.
12 de octubre.