RFB. No te quedas igual cuando conoces a Juan González Caballero, maestro del Colegio Diocesano de Huelva. Terminas el encuentro y te vas casi ‘como una moto‘, pero no lejos si no cargado de energía limpia, positiva…y te quedas cerca. La clave está en el entusiamo que muestra por lo que hace y por los valores que lleva aparejado eso que hace. No puede evitar transmitirlo. Te contagia, te invita a mirar un poco más al fondo.
Ha recibido reconocimientos nacionales e incluso interes internacional por la singularidad de su metodología docente. Pero saltamos por encima de ello porque en este camino que da pie a la entrevista lo que subyace es la condición personal. Esta es, sin duda, el fundamento que sustenta a esa forma de enseñar, paciente, divertida, generosa y creativa que seguro está dejando una huella imborrable en esos niños que van camino de crecer siendo muy buenas personas, como él y en parte por él.
Por eso está nominado a los premios Buena Gente de Huelva, los que valoran los atributos en la desnudez humana, sin aditamentos sociales o profesionales.
La dinámica de Juan, aquella más llamativa de su bondad personal, es el milagro de la música y el amor, del amor y la música volcados en la enseñanza. Y Juan al final es un ‘instrumento’ de esa conjunción maravillosa a la que nadie puede resistirse. Todo tiene un sentido, y cuando nos va contando sobre sus orígenes y su escenario de vida este cobra, al margen de la genética y características personales que le tocaron al nacer.
Al entorno La Orden-Tres Ventanas llega tras ver las primeras luces en el popular hospital Manuel Lois. «Tengo muchos recuerdos de mi infancia -nos cuenta-, una infancia feliz, todos mis familiares más cercanos vivíamos casi en el mismo bloque de pisos, mis abuelos, mis tíos, mis primas, el parque de los olivos, la peña flamenca, los partidos con una pelota vieja en la plaza Andévalo, tan interminables como los de una famosa serie de dibujitos de la época«.
Un ambiente poco dado al aburrimiento en el que Juan encabeza como primogénito una familia de seis hermanos. «Imagina… siempre había movimiento y actividad en casa. Tuve la suerte de ser criado por una madre buena que se dedicó en cuerpo y alma a su marido y sus hijos desde el hogar y un padre maestro que inspiró en mí el deseo y amor por la enseñanza«.
Ese eje familiar se complementa en Juan con el otro eje de su desarrollo vital, el colegio. «Mi colegio, el mismo en el que hoy trabajo. Mis maestros son hoy mis compañeros, esa infancia fue también muy feliz, llena de vida, de amigos. No fui de destacar mucho, quizás si lo hacía en la parte artística de mi aprendizaje. La pintura o la música siempre me atrajeron muchísimo. En el cole aprendí a tocar la guitarra de pequeño y formé parte del coro y la tuna. Fueron momentos maravillosos, algo que sin duda marcaría mi vida para siempre«.
De la niñez en la Orden pasó a la adolescencia en las Tres Ventanas, al cambiar de domicilio la familia. «En la Plaza del Alba di mis primeros pasos. Una calle humilde, de gente trabajadora, muchos de ellos instalados allí provenientes de poblaciones de Huelva, como es mi caso: mi padre es natural de Puebla de Guzmán y mi madre de Valverde del Camino y que los fines de semana se quedaba medio desértica por el regreso al pueblo. Sus bancos de hierro y los naranjos la hacían perfecta para compartir ratos de juego y charlas con los amigos y vecinos«.
Juan González considera que ha tenido una gran suerte, situaciones que «hoy es complicado que se puedan dar. El ritmo de vida ha cambiado mucho y ciertas formas de entenderla ya no caben en cabeza de nadie. Pero la crianza por mi madre en casa y el modelo de mi padre en el colegio han marcado mi vida. Me han regalado amor, sinceridad, sentido de la justicia, de la entrega. A dar gratis lo que recibí gratis, a ser solidario, a comprometerme de verdad,… y lo más importante de todo, la Fe. Es el tesoro que hoy transmito yo a mis hijos y que es el verdadero sentido y modelo de todo, Cristo«.
La marca de la familia y también la marca y las vivencias compartidas con sus amigos. «He tenido muchos compañeros de batallas y de aventuras. Del cole y la plazoleta recuerdo con especial cariño a mis amigo José Manuel Ponce, Juanjo, Dieguito, Paquito, … Con ellos pasaba ratos larguísimos bajo la luz amarilla de las farolas del barrio. Sólo los interrumpían las madres cuando nos llamaban a voces por las ventanas de la cocina para subir a cenar. Hoy por hoy nos vemos muy poco, en ocasiones contadas. La vida nos ha ido llevando por diferentes caminos pero siempre tendrán un hueco muy importante en mis recuerdos.
Sin duda el más especial de todos es mi compadre José. Jamás nos hemos separado. El cole, la parroquia, los hijos, el pueblo de nuestros padres, … han forjado una amistad de la que no recuerdo el origen y generado un vínculo que nos ha unido de por vida. Es mi hermano«.
Es maestro vocacional, y curioso y apasionado por la historia y naturaleza, particularmente de Huelva. Hubiera sido arqueólogo o biólogo por ello, en el improbable caso de que no hubiera cogido el camino de la docencia. Le gusta el mar, la montaña, viajar… «pero sin lugar a dudas mi mayor afición es la música, en ella encuentro el motivo, la energía, el pasatiempo, el desahogo, la satisfacción, el recuerdo, el lenguaje, … es mi vida«.
Le preguntamos por sus personas clave, gente que en su trayectoria le ha ayudado y determinado de alguna forma su horizonte. Destaca a su familia, «como ya antes te comenté, vivir en el seno de una familia entregada, honrada, con un padre y una tía maestros de los que inspiran. Mi mujer que siempre ha tirado del carro como si fuéramos uno y junto a la que he aprendido a luchar por mis sueños. Mis hijos, para los que he de ser ejemplo y sacan lo bueno que pueda haber en mi, muchísimos compañeros, mis alumnos… estoy rodeado de ejemplos y personas que han resultado determinantes en mi manera de entender la vida y son clave en el día a día«.
La felicidad es algo que Juan González Caballero toca precisamente cada día, «trabajo en lo que más me gusta, me respetan con un cariño maravilloso, tengo una familia fantástica, … lo importante no es lo que tienes, porque lo que yo tengo tampoco es perfecto, pero eso no me hace sufrir, lo importante es ser agradecido con lo que tienes, ver en lo pequeño lo grandioso. Vivir la vida con alegría, ser optimistas si las cosas no van del todo bien. Cuando tu única aspiración es trabajar por los demás, por el prójimo con entrega absoluta, todo lo que te devuelve la vida es increíble«.
Nos cuenta que se emociona con los niños, los recuerdos, la música, el flamenco. «He llegado a llorar de emoción hasta con el olor de unas migas cuando trataba de replicar las que hacía mi abuela acordándome de ella. Me emociona la grandiosidad de nuestros paisajes, nuestra sierra, cuando regreso al mar después de mucho tiempo, el primer baño del verano aunque sea en primavera, me emocionan las personas que entregan su vida por los demás, el amor con el que miran los abuelos, … «.
A nosotros nos emocionó la visita a su colegio y ver la que ‘liaba’ en su clase, con sus alumnos y la guitarra. La respuesta de los niños es felizmente increible. Pensábamos que ojalá hubieramos nosotros vivido algo parecido en nuestra infancia. Divertidísmo, creativo, estimulante y participativo.
A la pregunta de que considera ‘buena gente’ responde que «ser ‘buena gente‘ es una manera de vivir, como quieres que te recuerden, a mi me educaron en el ‘deja las cosas mejor de como te las encontraste‘ y eso es un poco a modo de resumen lo que es para mi una buena persona, alguien que sin mirar el qué ni a quién se entrega al máximo, da lo mejor de si mismo por el beneficio del otro …
No te voy a señalar a ninguno concreto porque han sido tantos los que me he encontrado en mi vida que seguro olvido a alguien, y la ‘buena gente’ no hace esos feos…jajaja«.
Cambiaría, si estuviese en su mano, muchas cosas que le indignan. «Muchos problemas en nuestra sociedad que necesitan que le demos una vuelta de tuerca y que mejoremos con nota. Pero quizás a mi, como docente y padre la situación que viven los niños y los jóvenes sea lo que más me preocupa. La desprotección y desorientación es total en muchos casos. Vivimos en la sociedad más informada de la historia y creo que les falta mucha información. Hacemos leyes de educación sin contar con ellos, especulamos sobre el futuro pensando en los adultos,…
Tenemos reglas para la vida como sociedad adulta, sin molestias, y los niños son en si la vida, por los que verdaderamente merece la pena dejarse la piel. Seguimos en muchos países con un deterioro de la infancia total, abusivo, en muchos casos resultan una vejación, y eso tiene que cambiar, hasta que no ocurra no podremos llamarnos ‘civilización’… ellos son el futuro y si en algo nos preocupa deberíamos mirar más su presente«.
Le preguntamos también que cambiaría de Huelva. Contesta que «Te voy a ser sincero, a mi me encanta Huelva como está, no quiero una ciudad grande y masificada para vivir, me gusta llegar andando, sentarme en cualquier sitio sin esperar mesa, ir saludando por la calle, aparcar en la playa, tener la sierra a un tiro de piedra, que nos conozcamos todos, seguir teniendo la sensación de vivir en un lugar maravilloso y que cabemos a mucho.
Aunque si que echo me menos muchos recursos, servicios para nuestra provincia. Pagamos los mismos impuestos que todos y sin embargo nos olvidan para administrar las infraestructuras que necesitamos. Deberían ser mas ‘buena gente’ en todos los ámbitos, más justos, Huelva es preciosa y nos deberían mirar con esos ojos…«.
En cuanto a ilusiones Juan afirma que «Si te digo la verdad, no ambiciono cosas grandes, concretas,… Vivo esperando que la propia vida me sorprenda, siendo parte activa de ella pero sin ansiedad. Todo lo que ha ido llegando a mi vida ha sido así, sin buscarlo. Quizás mi ilusión sea algo muy general, contagiar a la escuela de música y alegría, de metodologías activas que faciliten el aprendizaje de nuestros niños e inyecten de optimismo y fe a nuestra sociedad«.
Enhorabuena, Juan.
Fotos: Edith-HBN.
Maestro Juan González, Diocesano, Huelva.
