El onubense Diego Cerero Molina inaugura en Sevilla su exposición ‘Entretiempo en un retrato ecuestre’

Una muestra ubicada en la galería Zunino en Sevilla

Diego Cerero Molina

Redacción. La Galería Zunino de Sevilla, dirigida por la onubense Anabel Zunino, comienza su octava temporada el próximo 2 de octubre presentando dos exposiciones simultáneas . Uno de los focos principales será la obra del pintor onubense Diego Cerero Molina, quien regresa a la galería con su nueva muestra titulada Entretiempo en un retrato ecuestre. En esta exposición, Cerero revive un género casi extinto, el retrato ecuestre, y lo transforma en una meditación contemporánea sobre la relación del ser humano con los animales, en especial con el caballo.

Diego Cerero, nacido en Valverde del Camino (Huelva) en 1987 y licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla, ha cultivado una sólida carrera en el panorama artístico nacional e internacional. Su arte, cargado de simbolismo y crítica social, ha sido expuesto en prestigiosas ferias y galerías de todo el mundo, desde Nueva York hasta Roma, y su enfoque único lo ha convertido en una de las figuras emergentes del arte contemporáneo español.


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En Entretiempo en un retrato ecuestre, Cerero nos invita a una profunda reflexión sobre la figura del caballo a lo largo de la historia. Durante milenios, el caballo ha sido un compañero inseparable del ser humano, pero a menudo ha sido reducido a su valor utilitario como animal de trabajo o símbolo de poder. En su obra, Cerero pone de manifiesto cómo el arte ecuestre, antaño símbolo de estatus y grandeza, ha quedado relegado al olvido o ha sido instrumentalizado en el mundo moderno solo para retratos de famosos y líderes totalitarios. Sin embargo, en esta serie de cuadros, el artista no se limita a mostrar al caballo como un vestigio del pasado, sino que le otorga un papel central y renovado en la narrativa contemporánea.

La exposición de Diego Cerero es un tributo tanto al arte ecuestre como una crítica al mundo contemporáneo, donde el estrés, la desconexión con el entorno rural y la creciente digitalización de nuestras vidas nos alejan de lo esencial. Entretiempo en un retrato ecuestre es, por tanto, una invitación a la reflexión, un viaje visual que nos obliga a reconsiderar nuestra relación con lo que nos rodea.


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Junto a la muestra de Cerero, la galería también presenta la exposición Micromundos del artista sevillano Sergio Pavón. Esta serie de dibujos a lápiz aborda la pérdida de individualidad en un mundo dominado por las redes sociales y las estructuras predefinidas. A través de paisajes surrealistas y personajes que nadan contracorriente, Pavón explora temas como la libertad personal y la autenticidad en la era digital.

Datos de la exposición:

Título: Entretiempo en un retrato ecuestre de Diego Cerero Molina
Micromundos de Sergio Pavón
Inauguración: 2 de octubre de 2024, 19:00 horas
Fechas: Del 2 de octubre al 9 de noviembre de 2024
Lugar: Galería Zunino, C/ Cuesta del Rosario n.º 8, casa 1, 1L, Sevilla
Horario de visita: Martes a viernes de 17:30 a 21:00, sábados de 11:00 a 14:00
Entrada: Libre hasta completar aforo

Con esta doble inauguración, la Galería Zunino reafirma su compromiso con el arte contemporáneo, presentando obras que invitan a la reflexión sobre la sociedad actual, desde la tradición ecuestre hasta la crítica a la vida digital. Sin duda, una cita imprescindible para los amantes del arte en Sevilla y Huelva.

Míriam Callejo. En esta segunda exposición en la Galería Zunino titulada ‘Entretiempo en un retrato ecuestre’, el pintor onubense Diego Cerero Molina propone una revisión de un género realizado durante milenios y que se encuentra prácticamente desaparecido en la actualidad: el arte equino. Desde su domesticación en la Prehistoria, el caballo ha sido el “animal para todo” en casi todas las civilizaciones en las que ha tenido presencia. Ha tenido usos de todo tipo: como animal de tiro, medio de transporte, parte del equipo de guerra o de caza. Siempre cerca de su amo, pero poco apreciado por él más allá de su valor como herramienta. Su importancia ha tenido su paralelo en la Historia del Arte, sobre todo como símbolo de poder.

¿Quién no recuerda al Conde-Duque de Olivares en su caballo? Probablemente recordemos al Duque, sus ropas, su rostro, incluso algún detalle del entorno, pero no tanto al magnífico caballo que Velázquez retrató aún más imponente que el todopoderoso valido de Felipe IV. Se recuerda al jinete, pero no a la montura. Si la llegada de las democracias y la desaparición de los regímenes absolutistas dejó obsoleto el retrato ecuestre y la fotografía sustituyó la pintura de éstos por imágenes reales, cabe preguntarse, ¿pervive actualmente algún resto de este género? La respuesta es sí, aunque relegado a ostentosos fotorreportajes de moda, celebrities o royals, o, por otro lado, a algún líder de corte totalitario que revive el simbolismo del pasado para tratar de anclar postulados tan antiguos como la propia iconografía. En definitiva, del arte equino solo queda la fachada.

Hoy día, no solo debido al avance de la tecnología, sino también a las leyes de bienestar animal, el caballo se destina principalmente al deporte o a la vida en el campo. Un mundo en el que la creciente presión social y laboral, y la normalización del estrés como estado permanente, son algunos los males de una sociedad actual centrada en lo urbano, el aparentar y vivir a través de las pantallas. Todo ello es en parte como consecuencia del creciente abandono de la conexión del ser humano con la naturaleza y el mundo rural, de las raíces, para centrarse únicamente en la habitación de las ciudades, cada vez más despersonalizadas.

Es en este paradójico contexto en el que Cerero, quien vive precisamente en un entorno rural, retoma el género equino. Así, como respuesta a una permanente sensación de “mundo al revés”, los roles caballo-humano se ven invertidos en esta serie. El humano, serio, a veces encorvado, en casi todos los cuadros aparece trajeado como reflejo de la vida urbana y con el maletín que bien puede representar sus cargas vitales, dialoga con caballos tranquilos, despreocupados, disfrutando de la vida en el campo. Es tal esa resignificación de roles que el humano llega a ser el guiado por el animal o este convertido en jinete. Sin embargo, a pesar de ello, se palpa una relación de igualdad y respeto entre ambos.

Para Entretiempo en un retrato ecuestre Cerero opta por piezas de medio y pequeño formato con alguna excepción. No se trata de pinturas imponentes, como era habitual antaño, sino que con este menor tamaño invita a asomarse a un momento íntimo, privado y sincero en los que se desvela la relación actual que tenemos con los animales en contraste con el pasado.

 

Diego Cerero Molina (Valverde del Camino, Huelva, 1987) es licenciado en Bellas Artes, especialidad en pintura, por la Universidad de Sevilla. Entre sus exposiciones individuales más destacadas se encuentran Bajo el signo de Saturno en Stoa Gallery (Estepona, Málaga), Romper en caso de emergencia en Galería Zunino (Sevilla); Solo en una habitación en Pictrix Gallery (Lausana, Suiza) o Figuras en Galleria d´arte Russo (Roma). También ha participado en ferias internacionales como la última edición de Volta New York, Contemporary Art Ruhr Innovative Art Fair en Essen (Alemania), Arte Fiera en Bologna (Italia), ArteVerona (Italia) o Discovery Art Fair en Colonia (Alemania).

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