Cristina Morales. Retomamos esta semana una sección mítica en nuestro medio ‘Onubenses por el mundo’, un espacio que tiene como objetivo conocer la vida de onubenses en el extranjero, las historias que hay detrás de esa difícil y valiente decisión de hacer la maleta y buscar una vida nueva lejos de la familia y de su tierra. Y lo hacemos con la experiencia de Eloy Romero Blanco, un onubense de 31 años que actualmente se encuentra estudiando un doctorado en Historia en la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos. Este onubense lleva ya cuatro años en EE.UU, habiendo vivido en Pittsburgh los primeros años de doctorado, pero también en Nueva Orleans, Washington DC y Nueva York.
Eloy Romero Blanco creció a medio camino entre Huelva capital y su provincia. Proveniente de una familia de Almonte y Bollullos que se trasladó a la capital onubense, ha pasado algunos fines de semana y vacaciones entre el Condado de Huelva y la Sierra de Aracena, concretamente en Aguafría, una aldea de Almonaster de donde son originarios sus bisabuelos, además de pasar veranos en Islantilla. Estos viajes casi semanales a lo largo de la provincia acentuaron su curiosidad por conocer el mundo que nos rodea. De ahí que, desde que cumplió los 18 años ha vivido en más de cinco países y en más de 15 ciudades diferentes.
Recuerda haber vivido una infancia muy feliz, aunque marcada por la crisis de 2008, con momentos difíciles sobre todo desde el punto de vista económico. En esos años difíciles, pero no faltos de momentos dulces, se interesó por conocer la vida de los niños y niñas que conocía en Almonaster, Almonte o Huelva. Su búsqueda de un refugio propio en la lectura y su interés por lo especial de cada entorno le llevaron a decantarse por la historia como carrera. Consciente de la falta de oportunidades que la carrera de historia podría ofrecer, se lanzó a “comerme los libros” durante la carrera. No obstante, no dejó de viajar, realizando estancias en Hungría y Colombia durante sus estudios en Huelva.
Hemos hablado con el propio Eloy Romero Blanco para que nos cuente más sobre su experiencia como todo un ‘Onubense por el Mundo’.
– ¿Por qué decidiste irte fuera?
– De Huelva, di el salto a Barcelona por dos razones principales: allí se encuentra una de las escuelas de historia más importantes del país y su enfoque en la historia global o cruzada entre países me resultaba muy atractivo, ya que aún tenía mucho por conocer. Hasta Barcelona, no había oído hablar realmente de las becas Fulbright, que financian plenamente los estudios en Estados Unidos. Decidí postularme por las mismas razones que me llevaron a Barcelona: para aprender, soñar y, por qué no, porque creía que podía conseguirlo. El sueño se cumplió, pero no fue tan fácil como esa breve oración sugiere.
Decidí lanzarme a por el sueño americano: con la ayuda de mi familia y un préstamo personal, trabajé para cumplir los exigentes requisitos de esta beca. Quiero dejar claro que, al no proceder de una familia pudiente, el sueño de cruzar el Atlántico tiene un alto grado de locura. Ahora que miro atrás, no me arrepiento de lo hecho, pero he de reconocer que fue una jugada bastante arriesgada.
Aunque la idea de ir a Estados Unidos era nueva, mi interés por dicho país no lo era. Huelva tiene una gran vinculación con Estados Unidos. Desde pequeño, me llamaba mucho la atención la historia del monumento a Colón en la Punta del Sebo y cómo la avenida con el nombre inglés, Miss Whitney, captaba mi curiosidad. La última chispa para mi fascinación por Estados Unidos fue el regalo de mi abuelo almonteño: un VHS de Fantasía 2000, en el que se recreaba con dibujos animados la famosa obra americana Rhapsody in Blue.
– ¿Cuánto tiempo llevas fuera de España?
– Llevo ya cuatro años en Estados Unidos. He vivido en Pittsburgh los primeros años de mi doctorado, pero también he vivido en Nueva Orleans, Washington DC y Nueva York. La beca Fullbright y el apoyo de las universidades americanas me han permitido investigar en Cuba, México, España, Reino Unido y en diversos lugares de Estados Unidos durante algún tiempo, residiendo temporalmente en dichos países.
– ¿A qué te dedicas?
– Estoy en mis últimos años del doctorado de Historia en la Universidad de Pittsburgh. Mi investigación explora movimientos revolucionarios, nacionalistas e independentistas en el siglo XIX entre Estados Unidos, España y Latinoamérica.
– ¿Dónde vives? ¿Cómo es esta ciudad?
– En estos momentos, vivo en Washington, donde estoy realizando investigaciones en la Biblioteca del Congreso. Es la ciudad de los políticos y funcionarios de Estados Unidos. Aquí, más que en otras ciudades, todo el mundo tiene cierta vinculación con la política. Una buena parte de la población trabaja directa o indirectamente para el Congreso o el Senado norteamericano. Washington es una ciudad estacional: en verano, una vez que los congresistas y senadores regresan a sus respectivos distritos, la ciudad queda desierta. Por su carácter político, la capital norteamericana está en constante ebullición. Cualquier suceso internacional que tenga que ver con Estados Unidos suele provocar protestas, manifestaciones y llamamientos en las calles. En estas últimas semanas, la llegada del presidente de Israel ha generado largas protestas en los alrededores del Congreso.
– ¿Cómo es vivir ahí? ¿Es muy diferente a España?
– En Estados Unidos en general, y en Washington en particular, la identidad del individuo está definida por el trabajo que realizas. Aquí es típico que al «hola, ¿qué tal?» le siga un «what do you do?» (¿Qué haces?). El objetivo de esta pregunta es conocer tu profesión. Los americanos están constantemente buscando ampliar su red de contactos con el fin de que esto redunde en un beneficio laboral. Pero, sin duda, lo que más extraño de Huelva es lo que es más corriente para los onubenses: la luz intensa que te saluda todos los días, las tostadas con aceite y tomate por el centro de la ciudad, y el bullicio de la gente por las calles peatonales. En Estados Unidos, no existe la concepción de la calle como espacio de ocio, encuentro y placer. Es más bien un lugar de paso, de tránsito, para ir de un punto a otro de la ciudad.
– ¿Qué estás haciendo en estos momentos?
– Ahora mismo estoy impartiendo un curso de verano en la Universidad de Pittsburgh llamado Historia del Mundo. El curso explora el origen del mundo globalizado en el que vivimos hoy en día.
– ¿Es tu primera estancia en el extranjero?
– Desde que cumplí los 18 años, quise ver el mundo y busqué los medios y la forma para hacerlo. Mis amigos me llaman «el cazador de becas» puesto que todas mis estancias en el extranjero han contado con financiación. Digamos que esta es mi tercera estancia larga en el extranjero: la primera fue en Szeged, Hungría, como parte del programa Erasmus, y la segunda en Medellín, Colombia, con las becas Iberoamericanas.
– ¿Cuál es tu balance de la experiencia por ahora?
– En Estados Unidos están las mejores universidades del mundo; eso es innegable. Pero también debo decir que no estamos por detrás de ellos en cuanto a formación y conocimiento. Cuando empecé en Estados Unidos, me di cuenta de que la Universidad de Huelva es puntera en Historia. No obstante, a diferencia de nuestra universidad, en la cual los profesores deben hacer lo imposible para conseguir recursos, las universidades norteamericanas tienen un poderío económico que las hace no tener rival en el mundo.
– ¿Te has marcado algún nuevo objetivo o reto?
– La vida del profesor universitario es impredecible y emocionante a la vez. Uno nunca sabe dónde estará dentro de unos años y depende mucho de las opciones laborales existentes en el momento en que uno quiera aplicar. Yo aspiro a seguir unos años más en Estados Unidos y luego volver a España, si fuera posible. Me gustaría impulsar la internacionalización de la historia onubense y consolidar los vínculos universitarios entre Estados Unidos y Huelva, algo que ya están haciendo los profesores de la universidad en Historia.
– ¿Qué piensa tu familia y amigos de tu aventura?
– No fue fácil para nadie, ni para mí ni para ellos. El programa de doctorado exige estar al menos cinco o seis años en Estados Unidos, lo que dificulta mantener un vínculo familiar estrecho, tan importante en nuestra tierra. Te pierdes cumpleaños, bautizos, Colombinas, Navidades… A ello se añade la presión del sueño del emigrante, es decir, tener éxito en el país al que emigra. En el día a día, la añoranza por esos momentos familiares de celebración y la presión por triunfar en un suelo ajeno pueden hacer que la aventura estadounidense sea a veces difícil. No obstante, vale la pena. Gracias al apoyo académico y financiero de la universidad estadounidense, he podido realizar estancias en México, Nueva Orleans, Nueva York, Madrid y Cuba.
Si eres apasionado por tu trabajo hasta el punto de la obsesión, como yo, te encantará la cultura universitaria americana. Cada día hay un sinfín de actividades culturales y académicas compartidas con personas de todo el mundo que te hacen vivir con pasión el día a día en la universidad. Se siente como un microcosmos universal en el que conviven lenguas, culturas y pensamientos diversos en el campus norteamericano.
– ¿Cuáles son tus planes futuros?
– Una vez terminado el doctorado me interesa impulsar la historia de España y de Andalucía en el marco global, la relación entre la Historia y la inteligencia artificial como ChatGPT, y potenciar la movilidad entre la onubense y Estados Unidos
– ¿Piensas volver a España, a Huelva, en breve?
– Volver a España y a Huelva es un anhelo que todo el que vive fuera de nuestra ciudad tiene. Te mentiría si no me saliera una sonrisa cada vez que pienso en la idea de regresar a Huelva y trabajar allí junto a los excelentes profesores de nuestra Universidad. Sin embargo, debido a la falta de oportunidades, no veo posible, a corto plazo, volver a Huelva.
– ¿Qué es lo que más echas de menos de tu tierra?
– Lo que más echo de menos es todo aquello que está frente a quien vive en Huelva. Levantarse por la mañana con la brisa marinera, perder las penas con ese sol brillante que te envuelve, rodearse de ese ser andaluz tan nuestro y disfrutar de chocos fritos en los bares de la ciudad. Si a eso le añadimos la familia y los amigos, tenemos un cóctel perfecto al que no podría resistirme.
– Para terminar: un mensaje a tus paisanos.
– Quiero terminar con una reivindicación y una llamada de atención a la sociedad onubense. Mi reivindicación va dirigida a los maestros y maestras de Huelva. Desde que tengo memoria, he tenido la fortuna de encontrarme con personas ejemplares en todos los lugares en los que me he formado. Me dirijo a todos aquellos que maldicen, lloran o se frustran por sentir que ser de Huelva es ser menos. A todos aquellos que sueñan con futuros imposibles, os digo que desde Huelva también se puede, aunque pocos crean en vuestra locura.
Mi llamada de atención es para las instituciones onubenses. Quiero recordarles que quienes nos marchamos fuera estamos encantados de colaborar, ayudar y aportar nuestro granito de arena a nuestra ciudad. Para ello, espacios como la Universidad de Huelva deben aprovechar nuestra experiencia para ayudar a quienes vengan después. En mi caso, quienes deseen seguir un camino similar al mío deben contar con las herramientas y la experiencia necesarias para que su tránsito sea más fácil e incluso más exitoso. Huelva no pertenece solo a los que viven en ella, sino también los muchos jóvenes como yo que partimos a buscar nuestro futuro más allá de sus fronteras, pero que también nos sentimos tan onubenses como quienes recorren sus calles cada día. No contar con los que estamos fuera supone la pérdida de un capital de conocimiento y experiencia que nuestra ciudad no debe permitirse perder. Como yo, seguramente habrá muchos otros que desconocen estas becas o creen que no es posible cursar estudios en Estados Unidos con una formación recibida en Huelva.
Espero que estas palabras te ayuden a soñar en tu locura, sea cual sea, aunque la lógica y la razón te digan lo contrario.