José Manuel Alfaro/ Sección de ficción ‘Cuaderno de Muleman’. Hurones con implantes, señuelos con GPS integrado, podencos con prótesis cibernéticas, simuladores de tiro de alta resolución, drones halcones hiperrealistas, caracolas de última generación para llamar a los perros, cuchillos forjados con materiales aeronáuticos, chips de adiestramiento, cabinas de teletransportación de realas, balas que no matan, ropa con tejidos que desprenden olores de animales, relojes que muestran en el mapa la ubicación de los individuos a cazar, bebidas ultraenergéticas o vehículos equipados con la última tecnología en computación cuántica no son el futuro, son parte del presente que podrá verse la próxima semana en la feria de San Silvestre de Guzmán.
Una tecnología que se incorpora a uno de los sectores económicos más importantes de la localidad y también de la zona del Andévalo y al que van llegando ya los avances más importantes que se están produciendo en el mundo de la caza, que en un breve tiempo ha pasado de ser una actividad vinculada totalmente a la tierra y al instinto humano a emprender un proceso de modernización donde la tecnología y la técnica se han convertido en un pilar esencial en una actividad ancestral que deja su lado más primitivo con el objetivo de abrazar la tecnificación como motor de evolución de esta actividad esencial para la zona.
Ya nadie duda de que los avances tecnológico, la Inteligencia artificial está cambiando la forma de entender el mundo, un nuevo lenguaje que está revolucionando la forma de comunicarnos, de enfrentarnos al progreso, de solucionar los problemas, desarrollar nuestro día a día, resolver tareas, investigar, obtener respuestas o predecir el futuro, unos mecanismos y soluciones de los que no se ha visto privada una actividad como la caza que hasta ahora se había valido de la inteligencia del cazador cimentada en el conocimiento del campo, de los animales y una intuición, la del cazador, que compartía de alguna forma con el instinto de supervivencia del propia animal y que era la forma en la que se producía la conexión entre el cazador y el animal cazado, más allá de la que establecía la bala disparada con el cuerpo del animal abatido.
Pero todo esto puede cambiar con la tecnología, esta simbiosis entre el espíritu del cazador y la robótica, por ejemplo, podría hacer posible conservar esta relación y seguir viendo esas escenas de animales corriendo por el monte o pastando en la dehesa antes de ser abatidos y caer fulminados sobre la tierra o la hierba. Y todo gracias a la robótica más avanzada que se está materializando en los centros de investigación de países como Japón, China, EE.UU. o incluso aquí en la provincia, donde ya se proyecta en el Andévalo, la construcción del primer Centro Provincial de Robótica Animal (CPRA), que hará posible la fabricación del Ciervorobot.
Un hito para en el que este Ciervorobot equipado con las últimas tecnologías, asumirá el difícil reto de convertirse en el blanco de los cazadores y emular a la perfección la conducta del animal abatido, no solo en lo referido a la parte mecánica de animal alcanzado que cae al suelo, sino también la emocional mediante el bramido final del animal antes de caer muerto de forma súbita y fulminante sobre el suelo. El sector de la caza es consciente de que queda mucho que avanzar en esta actividad tan importante en la zona, pero la incorporación de los robots, se convertirá seguro en un factor determinante para la caza en los próximos años, que garantizará su supervivencia para los cazadores de hoy y para las generaciones venideras.