Pilar Romero Oria, buena gente con solera entre la plaza de San Pedro y la calle La Fuente

RFB. Siempre deseamos nutrirnos con sensaciones que provengan de gente alegre, positiva. Crearlas es propio de buenas personas sin que lo contrario, no obstante, menoscabe el juicio para nosotros de quien no se comporte así. Pero Pilar Romero Oria encaja sin reservas en el primer perfil. Lo atribuye a la herencia paternal -«bromista, alegre«-, que comparte con su hermano Félix.

Reírse y llorar es vivir intensamente. Pilar reconoce que «soy una persona muy sentimental que me dejo llevar por las emociones, y lo más simple puede llevarme a reír o a llorar«. Quizá esta actitud fuese un ideal complemento y la Providencia tenía claro que la llamaría para estar cerca de gente que necesita ayuda para algo fundamental: la búsqueda de un camino laboral. Por eso las circunstancias -que nunca son casuales-, hicieron que dejara el enfoque a lo bancario para conformar lo que ha sido y es su profesión, técnica de empleo.

Ello le permite conocer complejas realidades personales, y las historias, muchas difíciles, que hay detrás. Una oportunidad para ser profesional y también para ser buena gente. Esto último a ella, como nominada a los premios de esta sexta edición, se le está reconociendo públicamente.

Pilar Romero es auténticamente de aquí, y así lo siente. Nació en el Manuel Lois y sus raíces en esta ciudad se remontan a la historia de su familia. Él abuelo paterno, natural de Bonares, ‘puso la pica’ en el Barrio de San Pedro fundando la taberna La Parra Chica, arriba de la calle La Fuente.

Nos cuenta nuestra protagonista que «La primera imagen que recuerdo es la de mi bisabuela Pepa haciendo punto sentada en una mecedora. Mi abuelo Félix construyó un edificio en la finca en la que tuvo la taberna, en el número 23 de la calle La Fuente. En ese edificio vivió con toda su familia. Era un hombre muy emprendedor y reservado que, según me dicen mi padre y mis tíos, era muy trabajador y muy buena persona, y nunca se le vio enfadado.

Mi abuela Rosario era ama de casa y colaboraba también en la taberna. Mi padre se forjó desde muy pequeño trabajando en La Parra Chica, pero con mucho esfuerzo pudo formarse y consiguió trabajar en el sector industrial y ser empresario en el sector de la pintura. Es un hombre de carácter alegre (al cual me parezco bastante) con mucho don de gentes y muy querido en el barrio y allá por donde va. Su forma de ser y su actitud ante la vida me ha ayudado a ser como soy y me ha nutrido de su amor por Huelva, su historia, sus tradiciones y su cultura.

Por desgracia a los 52 años sufrió un derrame cerebral que truncó su carrera profesional. Mi madre está ahora jubilada pero ha sido funcionaria de la administración pública, con un período de impasse en el que se dedicó a la crianza de sus dos hijos. Es y ha sido meticulosa y muy profesional en su trabajo y tiene un carácter muy reservado«.

Nuestra amiga correteó, por tanto, en la calle de la Fuente y en la plaza de San Pedro, y fue al Colegio de las Esclavas. En esa etapa escolar, la pequeña Romero Oria, estudiosa y responsable, tuvo como referente a la hermana Teresa Maldonado. Lo considera «no sólo en cuanto a valores religiosos sino también en cuanto al respeto, la responsabilidad, el saber estar… que son valores cuya importancia no alcanzas del todo a ver cuando pequeña pero de mayor sí les das el peso y el lugar que realmente tienen«.

Recuerda de su barrio de antaño, el Barrio Alto, que la calle donde vivía tenía mucha vida comercial, «como el ultramarinos de ‘La Fali‘, donde te vendían los productos envueltos en papel de estraza. Recuerdo con cariño mi infancia jugando entre el Paseo Santa Fe y la Plaza de San Pedro. También recuerdo con nostalgia el paso del Señor de Pasión (Hermandad a la que mi familia está muy vinculada) por la calle La Fuente a la altura de la revirá de la calle Madre Ana, y cómo le cantaban saetas desde el balcón de mi abuela. Eran momentos mágicos y de convivencia en nuestra familia que no olvidaré nunca«.

Se nota la satisfacción y el orgullo de Pilar Romero por haber nacido en esta familia. «De mi padre he aprendido la cultura del esfuerzo, a no conformarse con el estado actual, que hay que saber levantarse después de una caída y la positividad con que afronta las situaciones que te puedan sobrevenir. De mi madre la disciplina, constancia, la perseverancia y el esfuerzo«.

Todo concuerda con la impresión que nos causa la nominada a Buena Gente. Una mujer con las ideas claras, que no se ‘achica’. Con compromiso y sentido de la responsabilidad social y consciente de vivir una etapa de su tiempo donde la juventud y madurez se unen en una combinación idónea para que la generosidad pueda ser tan fructífera como se quiera.

Se siente muy a gusto con su edad, y “yo siempre tengo mi niña interior dando por ahí vueltas. Estoy en mi momento mejor, saber que es lo que quiero, que es lo que no quiero, y mi camino está más encauzado a nivel profesional, a nivel personal«.

Con una sonrisa se reconoce muy anárquica, con mucha fantasía. «No soy muy planificada…. Como va surgiendo«.

Su familia le ha marcado, sin duda, pero también las amistades desde pequeña. La forzamos un poco a elegir, y se resiste porque tiene un gran trato con la mayoría de sus amigos de la niñez. Pero al final destaca a Evelyn y a Ana, «porque aunque es cierto que al hacernos mayores cada cual toma su camino, han estado ahí cuando las he necesitado tanto en lo bueno como en lo malo«.

Y una influencia fundamental fue su devenir profesional. Pasar por Tierra Nueva como economista (había estudiado la Licenciatura de Empresariales), y luego por la Fundación Valdocco son, a nuestro juicio, sellos que en el ‘pasaporte vital’ definen una crianza en lo moral, en el reconocimiento de la realidad social, que no tienen parangón en Huelva. Allí Pilar Romero conoció a alguien que también le influyo de forma notable, Maribel Franco, de la que sería posteriormente compañera en la Fundación Don Bosco.

Le preguntamos por la felicidad, si se puede ser feliz y como. Ella nos dice que «Claro que se puede ser feliz, pero no es algo infinito por el devenir de la vida. La felicidad no hay que buscarla, hay que ser feliz con lo que se tiene, lo cual no quita que se pueda tener aspiraciones y trabajar para crear las condiciones de mejora que permitan disfrutar de otros momentos o niveles de felicidad. En mi caso el tener a mis hijas –Pilar y Rocío– son los momentos que más me han colmado de felicidad«.

Considera Pilar Romero que alguien es buena gente cuando «es una persona respetuosa y humilde que no se considera superior a otra, que siempre desea lo mejor para los demás e intenta ayudar sin esperar nada a cambio. A lo largo de mi vida he conocido a mucha buena gente. Y tengo mucha que nombrar, pero no quiero dejarme a nadie en el tintero. De los nominados/as de este año conozco a varios cuya labor es encomiable y les hace merecedores de este premio«.

Le ofrecemos la varita mágica para cambiar las cosas y ella dice que «haría tantas cosas… Si la tuviera erradicaría la desigualdad social y propiciaría que la población tuviera unos mínimos de calidad de vida y acceso a una buena educación y a un sistema sanitario digno«.

A esa Huelva con la que tanto se identifica, si estuviese en su mano, le potenciaría la creación de industria sostenible y la reconversión de la industria actual. Atraería inversiones que generasen empleo estable y de calidad, más allá de los sectores estacionales que tenemos en Huelva. Otra asignatura pendiente que se ocuparía de aprobar, si pudiese, sería la mejora de la infraestructura ferroviaria. Y conseguir un entorno más amable y accesible para los peatones y a la vez potenciar el transporte público. Así mismo dinamizaría comercialmente los barrios y las calles del centro. Por último, pero no menos importante, actuaría para poner en valor nuestro patrimonio histórico y cultural.

Esta onubense con criterio, nominada a los premios Buena Gente de Huelva en la VI edición, nos responde con claridad a la pregunta por las ilusiones que en tiene en el horizonte. «En el ámbito laboral, me ilusiona conseguir nuevas metas y seguir siendo el apoyo para personas que necesitan un impulso para salir de situaciones difíciles a través del empleo«.
En lo personal, «me ilusiona ver crecer a mis hijas, reír con mis amigas, viajar y conocer nuevas culturas y costumbres, aprender a cada paso, y seguir siendo esa persona alegre y dicharachera que much@s echan de menos en mis anteriores trabajos«.

Que se cumplan todas, felizmente, Pilar. Enhorabuena.

Fotos: Lucía Espinosa Durán.

Pilar Romero Oria, nominada Buena Gente de Huelva.