Mari Paz Díaz. Como sabemos, la historia de Huelva no puede entenderse sin la minería, foco de atracción de los pueblos del Mediterráneo desde la Antigüedad y determinante en su desarrollo socioeconómico durante la etapa contemporánea. Una actividad económica que ha dejado huella en nuestras costumbres, nuestra forma de hablar, nuestra forma de entender el mundo y, por supuesto, en nuestro patrimonio.
Entre los ejemplos más conocidos de este hecho podemos citar la Casa Colón o el Muelle Cargadero del Mineral de Minas de Riotinto (el mal llamado ‘Muelle del Tinto’) en Huelva, el Barrio de Bellavista y la Casa Dirección de Minas de Riotinto o las líneas del ferrocarril minero repartidas por toda la geografía provincial.
Sin embargo, existen otros espacios onubenses menos visibles, a pesar de que la huella minera en ellos es más que evidente. Rincones que nos demuestran que la provincia de Huelva vivió momentos de gran intensidad económica gracias a este sector, tal y como todavía recuerdan nuestros padres o nuestros abuelos.
En concreto, en este artículo queremos visitar uno de estos lugares: el antiguo poblado de ‘La Torerera’, situado en el término municipal de Calañas, hoy en ruinas. Una muestra más de los poblados que nacieron y desaparecieron con la actividad minera en la provincia. Un conjunto de gran importancia hace unas décadas, a pesar de que, en la actualidad, sus restos griten que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Unos restos llenos de datos curiosos. Así sucede con el origen de su nombre, ‘La Torerera’, elegido debido a que la concesión de la mina fue solicitada el día posterior a una fiesta campera local que se realizaba con la actuación de una Dama Torera con un toro bravo, aunque, por error, se repitió una sílaba.
Así lo recordábamos en el artículo ‘Los pueblos abandonados de la provincia de Huelva que un día hicieron historia‘ (https://huelvabuenasnoticias.com/2016/08/14/los-pueblos-abandonados-de-la-provincia-de-huelva-que-un-dia-hicieron-historia/).
Este antiguo pueblo minero tenía una extensión de cerca de 287 hectáreas, donde llegaron a vivir hasta 1.000 habitantes que se dedicaron a la explotación de las minas de pirita existentes desde inicios del siglo XX en la zona.
Este conjunto arquitectónico estaba compuesto por una casa dirección o casa del director de la mina, 61 viviendas diversas para los técnicos, capataces y trabajadores, una iglesia, un casino y una fonda y economato. Además, posteriormente, en la zona sur de la carretera de los Milanos se empezó a construir otro barrio con 36 nuevas casas.
Entre las dependencias más llamativas, sin duda, estaba la Casa Dirección, rodeada de jardines y, como era habitual, con una pista de tenis. También llamaba la atención la escuela y el casino, en el que se organizaban bailes y fiestas.
Pero, ¿cuál es la historia de este enclave? La creación de este poblado se comienza a configurar a inicios del siglo XX, hacia 1911, cuando la empresa Unión Española de Explosivos decide explotar la mina de pirita de Calañas, aunque, en un principio, se pensaba extraer magnesio. Una actividad que se mantuvo hasta los años treinta. Y, más concretamente, entre 1925 y 1931.
A partir de aquí, la mina permaneció unos años cerrada, hasta que vuelve a recuperar su actividad en la década de los cuarenta para construir una fábrica de explosivos subterránea, con la idea de aprovechar la pirita de la mina como materia prima.
El cierre definitivo de ‘La Torerera’ se produjo en abril de 1973, cuando empieza a ser desmantelada y sus trabajadores reubicados en otras empresas. La fábrica, entonces propiedad de Explosivos Río Tinto (tras la fusión de la Unión Española de Explosivos y la Compañía Española de Minas de Río Tinto), se cerró en dos fases en 1971 y 1973. El paso del tiempo hizo el resto.
Fue una decisión muy dura para los habitantes de Calañas y Sotiel Coronada que todavía recuerdan «con dolor» este cierre, «pues supuso la emigración a otros lugares, el abandono del poblado y de la fábrica de la que se sentían orgullosos y la pérdida de una forma de vida en un entorno natural privilegiado», tal y como recoge el Consistorio calañés en su página web.
En un intento de recuperación del espacio, la finca fue adquirida por la Junta de Andalucía en el año 1986 con la idea de explotar la zona con fines turísticos a través de un camping. Por su parte, el Ayuntamiento de Calañas también ha querido desarrollar un proyecto de aprovechamiento de este lugar mediante la creación de un área de senderismo, una ruta por estos bellos parajes.
Los que paseen por este espacio todavía pueden contemplar los restos del pozo de extracción, las oficinas, la propia casa dirección, la capilla o iglesia, el casino y los talleres y almacenes, que se encontraban junto a la entrada de las excavaciones subterráneas. Edificios que siguen en pie, prueba de la calidad de la construcción.
Tanto es así que el recuerdo de la vida anterior y sus restos han dado lugar a todo tipo de especulaciones, incluida la difusión de historias varias sobre la presencia de fantasmas o espíritus que transitan por sus edificios, especialmente durante la noche.
Es más, lo que queda de este pueblo minero puede dar lugar a equívocos, en el sentido de que podemos pensar que fue mucho más pequeño de lo que realmente fue. Y es que ‘La Torerera’ llegó a ser, en algunos momentos, uno de los poblados mineros más grandes de Huelva.
Hoy no queda nada de aquella forma de vida, salvo algunas huellas arquitectónicas y el recuerdo que ha pasado de padres a hijos entre los habitantes de Calañas y Sotiel, onubenses que se sienten orgullosos de su pasado, en un enclave que es un auténtico paraíso natural.