Alejandro Bellido. Publiqué la semana pasada un artículo en este medio que escoció un poco. Algunos usuarios tildaban el escrito de poco complaciente con nuestra ciudad, aseverando que, como sucede siempre, lo peor de Huelva somos nosotros: los onubenses, que no sabemos apreciar lo que tenemos, que preferimos siempre enfocarnos en lo negativo en lugar de quedarnos embobados con las maravillas de nuestra ciudad. Y yo me pregunto: ¿es constructivo el elogio desmedido? ¿De qué sirve que estemos todo el rato diciendo que tenemos una ciudad muy recogidita, donde es posible todavía una vida bastante humana, que se come estupendamente y que nuestra gastronomía está al alcance de cualquier bolsillo? Esto es evidente. Y el viraje de esta ciudad hacia el turismo me parece acertadísimo. Venga, va: y el Paseo de la Ría está muy bien, sí, y las hamburguesas de Los Rodríguez increíbles, y la fuente nueva de la Plaza de las Monj… Bueno, tampoco me pidáis tanto.
En fin, son muchas las bondades de nuestra ciudad. Precisamente, son tantas que la mejor manera que tenemos de que se vean bien es señalando aquello que debemos pulir, eliminar. Aquello que las oscurece, en definitiva. Huelva es un diamante en bruto –muy bruto, de hecho– y yo quiero que saque todo su potencial. Porque tenemos muchas cosas muy buenas, pero otras tantas tan desastrosas… Hay otras tan penosas y tan conocidas por todos que bastarían para ensombrecer todo lo bueno que tenemos. Al menos estaríamos tentados de hacerlo. Pero del empleo, la sanidad y los fosfoyesos hablaremos otro día.
Decía que es crucial indicar lo que está mal para poder mejorar. Veréis, en el mundillo de la literatura —más concretamente el de la poesía, que es el que manejo mejor—, hay una práctica muy común que ilustra esto que digo muy bien. Es muy frecuente compartir con amigos poetas –valga el oxímoron– tus textos o bien el libro que tengas entre manos en ese momento. Normalmente uno tiene un pequeño grupo de confianza de entre tres o cuatro personas en cuyo criterio confía y, especialmente, en su sinceridad. Y a veces la sinceridad duele: “Quita este verso de aquí; este poema de aquí yo lo eliminaría, y este también, y también este otro… Oye, y este otro, ahora que me fijo mejor, es bastante regulero también, eh, y este… pues un poco igual… Bueno, mejor que tires el libro, ¿no?”. ¿A quién no le va a hacer pupita que le digan eso? Pero uno busca una opinión fundamentada sobre lo que ha escrito para poder mejorar su obra. El problema está cuando aquellos en quienes has depositado tu confianza se dedican a dorarte la píldora. En ese caso, como decía Ángel González en un poema: “Dales las gracias, pero desconfía”. Que digan de tu libro o de ti que todo está genial, que oye, que qué bien, eh, te vas a llevar el Premio Nacional del tirón; no sirve de nada. No ayuda a mejorar, sino todo lo contrario: te lleva al estancamiento, al conformismo y al ridículo.
Pues bien, las calles de nuestra ciudad, la plaza de la Merced, San Pedro, y además también su sanidad, la situación laboral, todo eso, es el libro de poemas que cae en nuestras manos. Y hay que saber disfrutarlo: no todo puede ser la crítica constante, pero callar ante los errores mirando solo lo bueno, no nos lleva a nada. Puestos a elegir, es preferible centrarse en lo negativo. Siempre argumentando, siempre explicando el porqué de las cosas. Nunca cayendo en el descalificativo gratuito. El libro está en nuestras manos; solo queda hundirnos en la autocomplacencia o levantar la voz, nuestra voz más sincera, para que mejore.
3 comentarios en «El Paseo de la Ría está muy bien, sí, pero…»
Dejad de ensalzar a las hamburguesas esas que son pura bazofia. Saben bien por el tomate frito. Os invito a leer los ingredientes.
Esa es la conclusión que sacamos del mensaje? . Es normal que estemos donde estamos (al final de la península)
Es curioso la polvareda levantada con la dichosa Plaza de la Merced. Polvareda no por las obras sino por los partidarios y los que nos parece una mediocridad.
Entre los partidarios están los que, con razón, la que había de sube y baja, «ésto» que han hecho ahora está bien.
Los que opinamos que la Plaza de la Mercer originaria con sus alcorques y arreates rematados con cantoneras de azulejos azules y blancos, sus bancos de hierro fundido , que dónde estarán, modelo «Huelva», su templete, como no, que por cierto, adónde fué a parar la parte alta, sus palmeras del tipo de toda la vida y no estás de moda que crecen y crecen con cuatro palmas arriba que no remueven el aire….E fin,.. su Feria de la Cinta, que era una delicia como se ponía la plaza de ambientada.
En resumen, mi opinión es que se debiera haber aprovechado para hacer un buen aparcamiento subterráneo y reconstruir la antigua Plaza de la Merced encima.