Manuel Ramírez. La Palma como alquería: Desde remota antigüedad, en la actual comarca onubense Condado-Campiña sólo existía una ciudad propiamente dicha: Ilípula (> Niebla).
Las dos ciudades más cercanas se encontraban, simétricamente, equidistantes con ella. Eran Ón-Baal (> Huelva) y Tucci, la cual tuvo varias y sucesivas ubicaciones y daba también nombre a toda su área de influencia. A mi criterio, esa ciudad fue la romana Óstur (< *Urbs-Tuc) y luego la árabe Tukkyata, de ahí *Tuxata > *Tujada > Tejada.
Como única medina de la zona y capital de una kora árabe, la plaza fuerte de Niebla sufrió no pocos asedios entre 1253 y 1262 hasta ser reconquistada por las huestes cristiano-castellanas.
A través de un muy lento proceso de donadíos, fueron brotando en su entorno nuevos hábitats. La Palma fue una de esas localidades nacidas de la repoblación. Sin embargo, no es aludida en los documentos conservados referentes a esos primeros lugares pues sólo era entonces una minúscula alquería rural, sin entidad ni nombre propio, de entre las muchas dispersas por toda la zona. Al principio perteneció al alfoz o jurisdicción de Sevilla, pero muy pronto fue incluida en el de Niebla.
La localidad fue surgiendo en torno a un torreón-vigía construido en la ruta entre Sevilla y Niebla, adosado a una ermita mariana fundada allí para mejor poblar y cristianizar a ese incipiente núcleo de colonos.
La Palma como aldea
Realmente fue en el siglo XIV cuando empezó la sistemática repoblación de esta reconquistada comarca. Hacia 1325 comienzan los documentos a citar a La Palma como aldea de Niebla junto a otras como Alfayat de Peña, Cabeças Rubias, El Castillejo, Cafanias, Beas, Trigueros, Roçiana, La Torreçilla, Benares, Belullos, Almonte, etc.
El alfoz iliplense llegaba hasta casi la actual Portugal, de ahí el nombre de Paymogo: topónimo procedente -según mi hipótesis- del latín págum mútulum significando precisamente ‘sitio amojonado o fronterizo’.
Se siguen editando estudios sobre las murallas de Niebla, más o menos novedosos o repetidos. Pero centrarnos sólo en la faceta militar es una visión algo simplista de la historia de esta ciudad pues, tras el castillo árabe y sus episodios bélicos, existió una población que fue crisol de culturas, hablas, razas y estilos arquitectónicos. Fue la Niebla mudejárica, post-almohade.
La pertenencia de La Palma a Niebla durante el siglo XIV se halla documentada en la colección diplomática de Santa Clara o en las escrituras de Calatrava. Éstas refieren que La Palma ya poseía escribanía propia, lo que denota la relativa importancia que iba alcanzando la localidad, ya en el punto de mira de altos linajes para incluirla en sus respectivos señoríos.
Independizables aldeas
Con representación en las Cortes de Castilla y León, Niebla venía procurando que sus aldeas no se segregasen ante tantos pleitos dominicales, algunos llegados hasta ayer. Ello obligó al rey Alfonso XI a ir allí para imponer paz, acudiendo también a las “tierras del caballo rocino” (> Rocío), donde su bisabuelo Alfonso X había fundado una ermita mariana.
Dentro de esa tendencia a la desesperada, en 1338 Niebla había obtenido de la corona una gran concesión de terrenos para uso comunal. Con todo, pronto iban a independizarse de su alfoz Gibraleón y Moguer.
En realidad, la lenta decadencia de Niebla venía de muy atrás: desde la contaminación de su río por las sobre-explotaciones mineras. La Niebla musulmana vivió indiferente al Tinto, al cual llamaban Guad-al-lashar ‘el río rojo’: hidrónimo que, sintomáticamente, no ha trascendido al idioma castellano… Ya entonces en esta zona el principal punto de referencia fluvial era el Odiel: palabra que hago proceder de *Guad-iel, osea, ‘el río pequeño’ en contraposición a ‘el río grande’ o Guad-al-kivir.
La creación del Condado de Niebla (1369) supuso otro intento de recuperar hegemonía pero incorporada a la Casa de Medina-Sidonia, cuyos mayores intereses estaban concentrados en la actual provincia de Cádiz.
Sin embargo, como Palos y Villalba, ya en 1350 La Palma se había separado de Niebla al convertirse en señorío jurisdiccional de los Alvar Pérez de Guzmán. Con ello llegaría a adquirir categoría de villa, creó su escudo, aumentó de población, conoció la ampliación de su ermita y la creación de una feria comercial y -en general- experimentó una relativa prosperidad, como en su momento detallé en la revista Corumbel.
La Palma, enfín, debió su fundación a la reconquista de la influyente Niebla. Y empezó a crecer a la sombra, precisamente, de la paulatina decadencia de tan milenaria ciudad.