José Manuel Alfaro/Cuaderno de Muleman. Si hay un recinto que representa el espíritu olímpico, más allá de los estadios con las instalaciones de última generación, las piscinas con gradas llenas, los pabellones, las pistas, los canales convertidos en ríos rápidos, playas de las olas más espectaculares, ríos contaminados convertidos en zonas aptas para el baño y la competición e incluso más allá del estadio olímpico que atesora el corazón de esta competición de competiciones, más allá de todo esos lugares, si hay uno mágico ese lugar es la Villa Olímpica.
Un Villa Olímpica que se convierte durante los juegos en el Oikos (griego: ?????, plural: ?????) o «casa» como en la Grecia Antigua. Villa que se transforma durante la estancia de los atletas en la una unidad básica de convivencia de estos juegos, en la que los espacios y todas las personas que pueblan este oikos olímpico se convierte en una gran familia o ciudad-estado olímpica que se rige por el lema «Citius, Altius, Fortius», «más rápido, más alto, más fuerte». Un lema que ha sido el motor de los Juegos desde 1924 y que fue ideado por Henri Didon, un sacerdote dominico francés y amigo del barón Pierre de Coubertinin y al que se le incorporó en el 2021 la palabra «Communiter», que significa «juntos». Una palabra con la que se quiere simbolizar la importancia de la colaboración y el trabajo en equipo, reconociendo que, aunque los atletas compiten para ser los mejores, es el esfuerzo colectivo lo que verdaderamente eleva el espíritu de los Juegos.
El Campillo será por tanto el primer municipio de la provincia que tendrá una Villa Olímpica, un oikos o casa para ese campillero que junto con el resto de los integrantes de la selección olímpica de fútbol camina con paso firme hacía la final del 9 de agosto a las 18:00 h en el Parque de los Príncipes y en la que seguro estará el jugador campillero más laureado de todos los tiempos, uno de los mejores mediocampista de la selección y uno de los hombres más importantes para el seleccionador que podría ganar para la provincia una nueva medalla de oro y formar parte para siempre de la Villa Olímpica de El Campillo.
Llegue o no la medalla a El Campillo, lo que sí sabemos es que llegará allí para alojarse en su Villa Olímpica, un deportista que representa el espíritu olímpico, porque ya fue el más rápido de las calles del El Campillo con el balón, el más alto en su entrega y superficie de años de duros entrenamientos después de horas sentado de coche con su padre al volante, el más fuerte para conservar esa constancia que abandera a los grandes deportistas y poseedor de ese sentimiento de comunidad que hace posible que un grupo de deportistas se convierta en un equipo capaz de ganar una final de los juegos olímpicos.
Solo hay algo para un deportista que está por encima de todo este espíritu y esta gesta deportiva y es poder dormir en esa verdadera Villa Olímpica en la que se convertirá El Campillo, cuando el héroe vuelva a su casa para dormir en su Oikos o casa, este deportista que será más olímpico cuando vuelva abrace a sus padres, se siente en la mesa en la que comió su primer plato de patatas fritas y duerma como un dios en la cama donde su madre le contó el primer cuento y su padre lo abrazó el día que lloró por primera vez. Una Villa Olímpica donde recordará que ser niño y vivir como un niño es la única olimpiada verdadera que se puede ganar en la vida.