María Rocío C. Metidos de lleno en la vorágine que suponen estos días de Fiestas Colombinas en Huelva, recuerdo el debate que a veces se suscita respecto a si estas son las mejores fechas para celebrar las grandes fiestas de la capital onubense. Dejando al margen la Semana Santa que, sin ninguna duda, concita una extraordinaria participación popular -activa o pasiva-, tenemos los festejos de la Cinta y la recientemente consolidada Feria de Otoño.
La cuestión en las últimas décadas se planteó por las limitaciones climatológicas de estos primeros de agosto en Huelva. Normalmente calor apretante que solo cae, como mínimo, al atardecer. Un escenario que lo que invita es o a estar en la playa o refugiarse en un lugar fresco a la espera de esas horas de más bonanza en el termómetro.
Las Fiestas Colombinas han vivido ediciones que han discurrido en tres siglos, el XIX, el XX y el XXI. Todo comenzó por una reafirmación identitaria vinculada a un hecho histórico trascendental. El protagonizado por Colón y unos marineros que en su inmensa mayoría eran nativos de las costas de esta tierra. El momento en aquel origen, los prolegómenos de la conmemoración del IV Centenario del Descubrimiento de América, estuvo muy relacionado con la salvación del Convento de La Rábida que, en su ruina, iba a ser demolido allá por mediados del XIX. Ese enclave, situado en la loma que atisba en el horizonte la confluencia de los ríos Odiel y Tinto y su salida al mar, nadie puede cuestionar que es la auténtica cuna de la América Hispana.
La fecha, el 3 de agosto, es tan especial porque se conecta con la aventura, con el salto al vacío que culminó en un horizonte que cambió la historia de España, Europa y el mundo. Y esa fecha forma parte, grabada en oro, en el libro de nuestra propia historia local.
A veces se pierde la perspectiva pero es un argumento potentísimo. Todas las fiestas principales de todos los lugares en España tienen un fundamento. Muchos de ellos relativos a ferias comerciales o devociones religiosas. Pero este, el de las Fiestas Colombinas, se sustenta en un concepto global, en un hito que transciende de forma rotunda, en su sentido, las fronteras de donde se celebra. En este sentido el ayuntamiento debería esmerarse en buscar elementos de simbología con el hecho iberoamericano. Las portadas del recinto, por ejemplo, y las dedicatorias deberían estar en esa sintonía. ¿Por qué no se vuelve los homenajes a las distintas naciones americanas?
Si tuviésemos que cambiar y definir como fiestas principales de Huelva otra opción, en mi modesta opinión, cometeríamos un tremendo error. Las fiestas que se celebran en otros lugares de España en torno a ese 3 de agosto -descenso del Sella en Asturias, feria del bonito en Burela, o el inicio del festival del cante de las minas en Murcia- ‘juegan’ conceptualmente en otra división, con todos los respetos.
Si pensáramos en esas dos opciones alternativas del 8 de septiembre o del 12 de octubre, correríamos el riesgo de difuminar la conmemoración de un hito sobre el que siempre se ha reivindicado protagonismo, tal cual la realidad histórica determinó. El 8 de septiembre, por muy cinteros que podamos ser, fecha de la Natividad de la Virgen María, hay muchas fiestas religiosas en todo el país. Cada una con su singularidad, pero ninguna de forma especialmente llamativa.
Si optáramos por la Feria de Otoño, en torno al 12 de octubre, esta no deja de ser un cierto remedo de las tradicionales de Sevilla, Jerez o Málaga. Resulta genial que contemos con ellas y que puedan seguir desarrollándose, pero a nuestro criterio nunca debería ser a costa de las Colombinas. Con un cambio perderíamos una celebración con ese signo de distinción que realmente es único y que nos representa con criterio. Es verdad que el 12 de octubre es el día de la Hispanidad, pero el 3 de agosto es más nuestro, más identitario de nuestra tierra.
Fiestas Colombinas Huelva