‘Antoñita’ Acevedo, un canto a vida desde Hinojos con 98 años

 

RFB. Salimos de la casa de Antoñita Acevedo, en Hinojos, con el espíritu renovado, con más ganas de vivir. Una hora de charla que nos ha sabido a poco porque esta mujer es una fuente inagotable de simpatía, porque conjuga una fina ironía con la naturalidad desbordante de alguien que ya ha recorrido un trecho tan dilatado como el de noventa y ocho años. Ahí es nada. Iniciamos con ella una serie con la que recorreremos toda la provincia, ‘Memorias de los Pueblos de Huelva‘, en colaboración con la Diputación Provincial. Nos había acompañado amablemente al domicilio de la que podríamos considerar ‘abuela de Hinojos’ la concejala Inés Rosario Rodríguez Medina, responsable municipal de Cultura, Fiestas Populares, Igualdad, Comunicación y Servicios Sociales.

Mujer simpática y lúcida, responde con unos reflejos mentales que nos sorprenden. /Captura de video HBN.

Tras presentarnos empezamos a escuchar a Antoñita y ya se nos quedó la sonrisa hasta bien tarde, bastante tiempo después de finalizar la entrevista. Rosario Acevedo Monje, como se llama en el DNI, es la mujer, la persona con más edad en Hinojos. Esta circunstancia cronológica podía mostrarnos a alguien con dificultades de comprensión, con pérdida de memoria o dificultades motrices. Nada de eso, si no todo lo contrario. A lo más un poco de desgaste auditivo, pero no determinante. El que le llamen Antoñita en vez de Rosario tiene su historia: una pugna entre sus padres que al final quedó en tablas.

Sus ojos, su mirada, denotan una mujer inteligente. Y ese talento natural ha sido y es bien utilizado, como podemos intuir y nos corroboran Soledad y Ceferina, sobrina-nieta y sobrina, respectivamente, que nos acompañan este buen rato pasado en Hinojos. Bien utilizado porque una característica que destaca en Antoñita es su generosidad. La alcaldesa de la localidad, Joaquina del Valle Ortega, nos presenta a la vecina más mayor del municipio como «una persona muy muy querida en nuestro pueblo. Una persona que socialmente ha tenido mucha relevancia, y siempre muy comprometida. Una persona muy cercana, muy cariñosa, muy afable, muy servicial… una mujer que ha dejado una impronta bonita«.

En una vida de 98 años caben multitud de experiencias. /Captura de video HBN.

La alcaldesa nos adelanta también algo que comprobamos después. Su extraordinaria lucidez mental. «Conoce a todo el mundo, no pasa nadie por su puerta que, como ella la vea, no la salude y le pregunte como se encuentra, por su familia… siempre interesándose por todo el mundo«-añade-.



No ha tenido hijos biológicos, pero si muchos no biológicos por su buena condición. Al lado de su casa estaba una guardería, y los niños, las profesoras, las cocineras… la tenían como una extensión de esta. Siempre quedándose con niños para esperar a los padres o prestando cualquier atención o ayuda que se le solicitase. Soledad nos cuenta que Antoñita, y su marido, ante la necesidad de algún vecino «daban lo que no tenían«.

Y está claro que ‘no solo se heredan las tierras’, porque la familia de Antoñita Acevedo, sus padres, también eran generosos. Entre otras anécdotas, nuestra protagonista nos cuenta que su padre era de los que transportaba y acogía a músicos de las bandas que venían a Hinojos a tocar. Y recuerda cuando le preguntaba la madre en donde iban a dormir los músicos si no había sitio. El padre de Antoñita Acevedo decía que la familia para arriba, al doblado, que las camas eran para los músicos.

Joaquina del Valle Ortega, alcaldesa de Hinojos, nos presenta a Antoñita Acevedo en el audiovisual. /Foto: Edith.

De jovencita trabajó mucho para su Hermandad, la de la Soledad. Con su madre pasaba la noche «vistiendo a los santos», culminándolo todo antes de la procesión. También preparaba las túnicas para los nazarenos, que se entregaban en su casa, una vez lavadas y planchadas. Su agudeza actual, su énfasis y desparpajo mantienen un espíritu atemporal con indudable carisma y personalidad. Nos revela el ‘secreto de su juventud’, tomar regularmente tostás con sardinas. Pensamos que su bondad de alma también alimenta ese cuerpo menudo e inquieto, ejerciendo como el mejor de los antioxidantes.

Costurera de profesión, se mosquea un poco al pronunciarlo porque se considera realmente modista… que no es lo mismo. Llegó a tener a ocho costureras trabajando con ella. De pequeña había dejado de estudiar a los catorce años y se había ido a una academia a Sevilla a ‘aprender el corte’.  Ya, obviamente, no trabaja para la calle, pero hace cosas para ella y a veces para sus sobrinas. Como modista le encantaba hacer trajes de gitana, y en tantos años de profesión ha trabajado realizando vestidos para todo el pueblo, singularmente de bodas y comuniones.

La antigua Cruz, que era de la familia de Antoñita, y que estaba en una placita enfrente de su casa natal, en su ubicación actual. /Foto: Edith.

Nos reímos con sus agudas ocurrencias y disfrutamos cuando, lanzada una cuestión, ella se extiende libremente, con propensión al habla. La máquina de coser que hemos visto, al frente de la entrada, con el hilo enhebrado lista para usar, una preciosa Singerdel año de María Castaña– es, para nuestra sorpresa, la primera máquina de su vida. Hay que echarle, por tanto, unos ochenta años, nada menos. «Antes las cosas no eran como ahora -nos dice-, ahora es llegar comprar y se acabó. Antes eran las telas, comprábamos las telas y después hacíamos las cosas…«.

Su casa, donde nació, estaba en una transversal de la calle donde reside desde que se fue a vivir con su marido. A treinta escasos metros. Allí, enfrente -nos cuenta- «estaba una cruz de hierro forjado que la había traído mi abuelo ‘Antonio el carrero‘. Porque era carrero, uno de los tres cosarios que había en Hinojos en su época«. Con sus carros iba fundamentalmente a Sevilla. Luego, en la generación de sus padres, ya había automóviles. El abuelo llegó a vivir 104 años, con lo que ‘de casta le viene al galgo‘.

Antoñita muestra una vitalidad sorprendente para su edad.

Nos impresiona una foto que tiene en el Salón, de cuando fue hermana mayor de la Hdad. del Rocío de Hinojos, en 2003. Tenía entonces 77 años y ya apuntaba maneras, porque parecía que tenía veinte menos. Espectacular. Antoñita es, además de rociera, muy de la Hermandad de la Soledad, como señalábamos. Tiene enfrente de donde está sentada un cuadro con una gran fotografía de la Virgen.
También sus medallas de hermana de las distintas corporaciones expuestas en el salón de su casa.
Cuenta las cosas con unos ojos vivos y llenos de luz. Se le ve moderna, pero reitera que en tiempos pasados esto o aquello se hacía mejor. Considera Antoñita Acevedo que la gente de Hinojos es particularmente buena gente. Ella se siente feliz. Ha sido feliz y lo sigue siendo. Se muestra agradecida por la compañía y atenciones de Soledad y Ceferina, y por el cariño de toda su familia. En todo caso vive sola y es perfectamente autónoma. Nos enseña una ropa de camilla -la que tiene delante, en la salita- que hizo no hace mucho.

Nos ha sorprendido su vitalidad, su energía, sus ganas de vivir. Como decíamos, vive sola en su casa y se acercan, sobre todo Soledad Zambrano, a prestarle atención y compañía. Pero es tal su generosidad que aun siendo feliz estando en su casa de siempre, estaría dispuesta a ir a una residencia para dejar de ‘molestar’ a su gente. El final de la charla nos resultó el culmen de satisfacción por lo escuchado. Antoñita, ante nuestra pregunta, nos dice que se encuentra muy bien, que no le duele nada. Qué maravilla. A nosotros, un buen número de décadas más jóvenes, si nos dolía algo se nos ha olvidado, de lo bien que nos lo hemos pasado hablando con esta mujer, hija de Ceferina de Hinojos y nieta de la maestra de Bormujos y de Antonio el carrero.

Larga vida, Antoñita, un verdadero placer.

 

 

Memoria de los Pueblos de Huelva. Hinojos, Antoñita Acevedo.


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