Huelva, mano en el bolsillo para pagar la Investidura

María Rocío C. Si, si, Huelva, toca pagar la investidura. Debería, como a todos, gustarme la política. Una teórica honorable actividad encaminada al bien común. Pero desde hace unos años, y particularmente desde hace unos meses, me he dado cuenta que el rechazo es lo que manda cuando pienso en ello, con lo que está pasando en España.

Y lo digo desde Huelva, una provincia tradicionalmente discriminada en la acción política a través de su principal instrumento, los presupuestos públicos. Pocos votos, poca influencia… poca atención. Y, en paralelo, mucha obediencia al poder central -madrileño y sevillano- partidista de nuestros representantes políticos -de todo signo, si-. Ese es nuestro sino.


Festival de Cine de Huelva

Aquí o eres ‘una hija de la grandísima’ y la lías, o no te echan la cuenta que le echan, por ejemplo, a los catalanes y los vascos. No me lamento de ser onubense y andaluza, todo lo contrario. Y de vivir nuestra cultura con mayúsculas, más bien me siento orgullosa. Pero si reivindico una justicia que siempre resulta desequilibrada en la balanza en favor de esos que tanto se quejan. Y Ahora hemos llegado al colmo.

En todo este berenjenal que se ha producido desde las elecciones del 23 de julio pasado muchas veces he pensado en esto, más allá de cuestiones identitarias y tribales. Y lo he hecho porque me he preguntado cuanto le costará a nuestra provincia, a la ‘pobre’ Huelva, la investidura de Pedro Sánchez. Y la cuestión no es que él sea presidente. Particularmente lo podría ver bien si tuviera autonomía para poder hacer políticas social-demócratas. Ojalá hubiese ganado las elecciones, y lo hubiese hecho con mayoría absoluta. Ese no sería el problema… el problema es a que coste.


Puerto de Huelva

Me ha parecido leer que en el acuerdo con ERC hay una condonación de deuda de 15.000 millones, y una inversión directa de otros 900, además de los compromisos de inversión en relación con el sistema ferroviario regional.

Si ya era menguado el dinero para inversiones en la provincia de Huelva, ahora con el coste de la investidura, que como vemos es disparatado en lo económico -condonaciones, inversiones-, de la compra de los votos a los nacionalistas e independentistas, la cosa irá a peor. Alguien tendrá que pagar la fiesta, y no van a ser seguro ni los catalanes ni los vascos, ni otros mejor situados que nosotros.

Que conste mi ausencia de afiliación política, ni siquiera como simpatizante. En los diez años últimos he votado hasta a tres opciones políticas indistintamente -PSOE, Ciudadanos, y PP-. Lo he hecho porque me siento y soy libre. Mis padres nunca me educaron en una tendencia concreta, buscando la ‘tradición’. Ni alineamientos, ni odios ni resentimientos por el pasado. Uno de mis abuelos fue republicano y nunca me quiso hablar de la guerra civil, un más que penoso episodio de nuestra historia que tiene que ser justamente tratado, pero no fuente de nuevos enfrentamientos.

Tengo la capacidad de ser crítica y/o apoyar la gestión política de cualquier gobierno, incluso de los extremos si lo hubiese -izquierda y derecha- en el caso de que las cosas las hiciesen mal, o bien.

Este es mi perfil y reconozco lo turbada que estoy por lo que pasa. Y trato de, por propia salud mental, actuar con empatía, intentando entender las motivaciones ajenas y aceptando de primeras la buena fe. A esto se le une que tengo amistades aquí en Huelva de todos los colores políticos -también de los extremos- y que a muchos de ellos los admiro personalmente por sus muy diversas virtudes.

Pero esta compra-venta de votos para la investidura no permite que cierre los párpados. Pedro Sánchez, que al principio no me caía mal, se ha ido descubriendo como un personaje modélico. Pero como modelo de la más absoluta ausencia de ética y valores morales. La mentira como bandera, la hipocresía -loas a la princesa-, el narcisismo y el egoísmo más evidente que se traduce en que sus ambiciones las pagamos nosotros, el conjunto de la población, con consecuencias imprevisibles al meternos en un túnel oscuro del que no sabemos si podremos salir.

No se de ciencias políticas ni jurídicas, y me importan un pimiento las etiquetas de progresista o conservador. Si pienso, no obstante, que nada menos progresista que el nacionalismo, que el independentismo. Y no creo que nadie con un mínimo de cultura pueda pensar lo contrario, y menos si es andaluz -gente abierta, no excluyente, mestiza, universal-.

Pero el problema está en los fanáticos y en los sectarios, que los hay. Es terrorífico que la definición de las dos Españas de Antonio Machado siga teniendo vigencia. Y lo peor es que muchos, en vez de entristecerse por ello, se regocijan. Se regocijan formando parte sin fisuras de una de ellas, proclamándolo, ensalzándolo y despreciando a ‘la otra parte’.

Y con este perfil, el de los que refuerzan el concepto de las dos Españas, tenemos dirigiendo al país a un individuo que está dispuesto a todo por ‘aniquilar’ al adversario y mantenerse en el poder a toda costa, incluso a la de su vergüenza y la del conjunto de la nación. No se que harían los otros si gobernasen, pero si vemos lo que está haciendo este para gobernar a toda costa.

El drama es que ese ámbito oscuro de la política que representan los dirigentes políticos del independentismo, que llevan décadas adoctrinando con falacias a las nuevas generaciones de sus territorios, encuentran la horma de su zapato en este personaje, probable reencarnación de Fernando VII. Les pone la alfombra y genuflexa a su paso, algo inconcebible.

La valoración que hago de lo que hace nuestro presidente en funciones -por poco- la hago absolutamente al margen de la que podría hacer de sus adversarios políticos. No tiene nada que ver. Al contrario que toda su estrategia, encaminada a presentarse como el salvador frente a ‘los malos’. La razón de su existencia, por tanto, es la existencia de los otros.

Viendo la investidura desde Huelva, no concibo como onubenses de su partido , bastantes amigos y amigas, que los conocemos todos, pueden defender lo indefendible. La única explicación es mantenerse en la foto. Y no me puedo creer que no lo estén pasando mal ‘tragando’ a este nivel estratosférico. Una pena que entre ellos nadie levante la mano y denuncie este terrible disparate.

Y su único argumento es que lo que hace este individuo es evitar que gobierne la derecha y la extrema derecha -un aditivo para ‘contaminar’ a la derecha, obviando que ellos tienen el propio a través de sus alianzas con la extrema izquierda, que también existe-. En mi opinión eso no parece muy democrático, entender que hay que hacer lo imposible porque no gane el adversario. Ese lo imposible debería tener límites en el juego democrático, como los ha tenido desde que se reinstauró la democracia en nuestro país, hace casi cincuenta años.

En este punto seguro que algún lector que no coincida con tal perspectiva recurrirá a ‘es que los otros hicieron esto o aquello’. Esa es la única defensa, el partido de ping pong. Penosos argumentos para justificar algo bochornoso. Y, ojo, digo esto sintiéndome especialmente incómoda cuando escucho a Aznar pronunciándose públicamente. Mejor estaría callado, para mi gusto.

Pero para Sánchez, y todos los que le aplauden, traspasar esos límites,  poner en peligro la separación de poderes, exonerar de delitos graves a delincuentes y ahondar en la desigualdad en el país, de personas y territorios, está justificado. En estos cincuenta años ha habido en España bastantes episodios, con protagonismo de los políticos de todas las esferas, nada edificantes. Pero este que vivimos estos días me parece lo más profundamente antidemocrático que ha sucedido desde el golpe de Tejero y Cía.

Y prueba de que esta opinión tiene fundamento es fácil encontrarla. Solo hay que ir a los pronunciamientos de Sánchez y su partido semanas, meses, años antes del 23 de julio. «Nunca, nada, no,…». Pero ‘La necesidad hace virtud’… y todos le aplauden. Y esos que tienen como objetivo expreso y manifiesto aniquilar España retorcidos de risa y casi sin creérselo. ¿En qué sociedad vivimos?

Me pregunto, ¿seré facha? ¿lo serán los dirigentes históricos del PSOE? ¿lo serán tanta gente independiente que se echa las manos a la cabeza al ir comprobando esta irresponsable deriva?

Las migajas de esa tarta de los presupuestos vienen ‘tocándole’ a Huelva ahora ¿en que quedarán tras el pago de la investidura?

Esa pregunta del millón ¿Cuánto le va a costar a Huelva? No lo sabemos, pero seguro que mucho. Preparemos el bolsillo.

 

Huelva, investidura.

 

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Artículo de opinión.

Este artículo responde exclusivamente a la opinión de quien lo firma, no identificándose necesariamente con la línea editorial del diario Huelva Buenas Noticias.

1 comentario en «Huelva, mano en el bolsillo para pagar la Investidura»

  1. Me parece un comentario ideal para que fuese publicado en MAYÚSCULA en toda la prensa escrita y radiada en Huelva y en toda la comunidad Española. Para que se den cuenta el ciudadano de lo que tenemos.
    Un Saludo respetuoso y Felicidades por todo lo escrito

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