RFB. Resiliencia y admirable espíritu de superación, ingredientes de una receta vital que se suma en Enrique Andivia Pérez a un factor tan clave como la orientación solidaria. Y todo envuelto en una gran sonrisa. Es uno de los nominados a Buena Gente de Huelva en la presente edición. Una iniciativa de Fundación Cajasol y este periódico encaminada a resaltar modelos de personas que engrandecen a nuestra sociedad.
Tuvo Enrique el privilegio de nacer en el corazón de la ciudad, al lado de la Iglesia Mayor de San Pedro, en la calle Juan Agustín de Mora. El barrio antiguo, el alto, el de más solera, ha sido su lugar de crianza, estudiando en los Maristas de la calle San Andrés. Vida la de Enrique Andivia en la calle, en los lugares entrañables de este milenario enclave, Paseo del Chocolate, Cabezo de San Pedro, calle Aragón, Piterilla, … Por eso nos encontramos en la Plaza de San Pedro.
La evolución y el crecimiento personal que los años fueron propiciando consolidar en él unos valores que son los que defiende, la empatía, la solidaridad, la humildad y el afán por adquirir conocimientos.
Empezó joven a trabajar, en 1976, en el Banco de Madrid, y toda su vida laboral se ha desarrollado en este sector, hasta que se prejubiló en 2017. Ha disfrutado en su trayectoria profesional, y considera que le quedan buenos amigos de esta, tanto clientes como compañeros.
Enrique Andivia es una persona muy activa. A pesar de la teórica limitación de su enfermedad crónica, la Esclerosis Múltiple, tanto en el trabajo como luego en su polifacética actividad -en ADEMO, COCENFE y la Hermandad de Emigrantes de Huelva- ha desarrollado una labor ingente. Se siente plenamente satisfecho, ayudando a los demás y ayudándose a si mismo, como afirma.
Por mucha energía que tengamos ‘de serie‘, está claro que no podemos ir solos. Así, Enrique ha estado marcado por la influencia de sus padres –Juan, trabajador portuario, y Josefa, ama de casa- y algunos buenos amigos. Pero sobre todo su pilar fundamental, muy presente en los momentos más difíciles de salud y en otros escollos vitales, es Elvira, su mujer. Alargan ambos fructífera estela a través de su hija Verónica y su nieta Rocío.
Siente y valora, así mismo, la buena huella de los Hermanos Maristas y luego de los Salesianos, donde descubrió sus «inquietudes hacia un mundo injusto que había que mejorar. Ellos despertaron en mi esa parte rebelde social y luchadora que creo que hoy todavía conservo«.
Es presidente de la Asociación de Esclerosis Múltiple Onubense -ADEMO- y le preguntamos por esa enfermedad. Nos cuenta que «es una enfermedad Neurodegenerativa de carácter Autoinmune que de momento no tiene cura. Existen, no obstante, tratamientos que ayudan a que la enfermedad vaya más lenta y no sea tan discapacitante.
La patología se diagnostica en personas jóvenes entre 20/40 años y marca a partir de ese momento lo que va a ser el resto de tu vida. A partir de ese diagnostico empieza una lucha por conseguir continuar con tu vida, tus proyectos y tus ilusiones.
En mi caso fui diagnosticado hace más de 30 años cuando tenia 35 y fue realmente duro enfrentarme a esa nueva realidad. Por eso la importancia que tienen las Asociaciones de Pacientes para ayudar en ese trance a las personas recién diagnosticadas«.
Cuando fue diagnosticado Enrique no había siquiera tratamiento. Ahora si, y lo que persiguen es ralentizar el proceso y mejorar la calidad de vida del paciente. Nos comenta que cuando el médico le dio la noticia este fue incapaz de responder a las preguntas que le iba formulando, sencillamente porque se sabía poco en relación a la enfermedad.
Se siente agradecido. Particularmente siempre se sintió apoyado en su empresa, en la que causó baja voluntaria como decimos para prejubilarse. Apoyado y valorado profesionalmente algo que, reconoce, no sucede siempre.
Nos da algunos datos, más que esperanzadores, que nos sorprenden. Actualmente hay ocho o diez opciones de tratamiento -en función del grado de la enfermedad- que te ayudan a que no se incremente. Aquel especialista que diagnosticó a Enrique le auguraba que terminaría en una silla de ruedas.
Pues no fue así. Se desplaza libremente aunque con ayuda de un bastón. Y la palabra límite es bastante ajena al vocabulario ordinario de nuestro protagonista que tiene, entre otros objetivos, finalizar -a su ritmo- la próxima carrera nocturna de Punta Umbría -en la última reciente lo intentó, aún sin éxito-. Todos los días camina ocho o diez kilómetros y, por ejemplo, es Diputado de Orden para el camino de la Hermandad de Emigrantes, a bordo de su quad.
Ha cambiado mucho la situación para el mundo de esta enfermedad tan temible, afortunadamente. «Solo un 4 o 5% puede terminar necesitando silla del ruedas, en este momento. A la espera de que esa investigación vaya avanzando, que así va a ser«.
Podría parecer una paradoja, pero esa adversidad, ese duro espacio de afrontar una enfermedad que de primeras impacta tanto, se ha convertido en una fuente de felicidad para Enrique. Nos dice que «es increíble la fuerza, las ganas de vivir y disfrutar cada momento que percibes cuando pasas por la puerta de la Asociación«.
Giros en la vida de personas que experimentan una situación tan crítica como ser diagnosticados por esta enfermedad. Ahí está Enrique y el equipo de la Asociación, propiciando esos giros que transforman la oscuridad en luz y esperanza.
En paralelo, Enrique Andivia es incansable en demandar a las administraciones mayor implicación para mejorar la calidad de vida de muchas personas enfermas que a duras penas subsisten por dificultades económicas. Recursos para estas personas y para la investigación que permita, ojalá en un futuro más próximo, tratamientos de cura para enfermedades como la ELA, la Esclerosis Múltiple, el Alzheimer o el Parkinson.
«No solo hay que combatir a la enfermedad con tratamientos -advierte-. Hay también que cuidarse, no abandonarse físicamente. Yo con mi bastón me ando todos los días ocho o diez kilómetros«.
«Una de las cosas que yo tengo clara es que a mi la vida me ha tratado muy bien. Tengo una gran familia, he disfrutado de una gran carrera profesional. Cuando finalicé esta entendí que tenía devolver de alguna manera todo lo recibido, y ahora tengo tiempo. Y ese tiempo trato de dedicarlo a las personas que necesitan algo. Soy una persona inmensamente feliz«.
Enrique Andivia/Reportaje fotográfico: Edith-HBN.