Ayuntamiento de Huelva, fiesta de la Cinta
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Pedro y Enrique, dos amigos y mineros onubenses que trabajan ‘pegando a la casa de Papa Noel’.

RFB. Ninguno de los dos cogió su definitivo camino profesional a causa de vocación o tradición familiar. Sin embargo, lo vivido y los pasos que han ido dando demuestran un indudable amor por su profesión. El ‘Universo‘, la Providencia, o lo que tuviera que ser de alguna forma les inoculó la pasión por la minería. Hasta tal punto que en varias ocasiones han abandonado la zona de confort para dar rienda suelta a sus deseos de conocer más, de exprimir al máximo su ‘naranja profesional’ y conducirse a escenarios inimaginables veinticinco años atrás, en Huelva o en Punta Umbría.

Los dos amigos llevan vidas paralelas. / Foto: Edith-HBN.

Y esa inquietud permanente les ha llevado nada menos que a Kiruna, una ciudad sueca que está al norte del norte, ‘pegando a la casa de Papa Noel‘ como nos comenta sonriente Enrique. Este lugar, de los enclaves más septentrionales de Europa, es un espacio minero referencial. Se asienta en la mina de hierro más grande del mundo y la mina que también puede ser calificada como la más moderna del planeta, aun llevando en explotación desde finales del siglo XIX. Tiene la singularidad, además, de estar cubierta por una manta blanca, porque nueve o diez meses del año la nieve es la que domina el paisaje.

Pedro Romero es natural de Punta Umbría. / Foto: Edith-HBN.

Pedro Romero es natural de Punta Umbría. Le preguntamos como es que ‘sale’ un minero de una localidad costera cuya imagen, y entendemos que vínculos profesionales, se asocian al turismo y la pesca. Todo se debe a que empezó a estudiar en Huelva Ingeniería Electrónica. Pero no acabó de convencerle este camino y y tras pasar por un Grado Superior, a un grupo de alumnos de esta modalidad en La Rábida les atrajeron los estudios de Minería que allí se impartían. Entre ellos estaba Pedro que, al cabo de los cursos, empezó a darse cuenta de que eso era lo suyo.

Enrique, como Pedro, no contemplaba inicialmente ser minero. / Foto: Edith-HBN.

Enrique Povea tuvo una dinámica parecida a la del que más tarde sería su gran amigo. Nació en Huelva y también optó por estudiar en nuestra universidad. Inició la carrera de Informática, pero tampoco cubrió sus expectativas, hecho al que se sumaron circunstancias familiares que provocaron que hiciese un paréntesis en su formación académica y se pusiese a trabajar. La crisis de 2009 le dejó sin empleo y surgió de nuevo la oportunidad de estudiar. Esta vez decidió hacerlo en Minas.



Ambos, como indicamos, se dieron cuenta de que aquello podía ser lo que realmente les gustase. Se conocieron entonces, en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería onubense, y se hicieron amigos. Probablemente ni se imaginaban en esa época que sus vidas iban a ser tan paralelas. Una de las simpáticas anécdotas es que las dos parejas con las que unirían sus destinos al cabo del tiempo tendrían el mismo nombre: Raquel.

Estando en Huelva han utilizado las dependencias de la ETSI para teletrabajar. / Foto: Edith-HBN.

Al finalizar sus estudios inicialmente separaron sus caminos. Era la última promoción del plan antiguo y Enrique se fue a León a culminar la ingeniería superior. No se podía cursar esa formación aún en Huelva y otro amigo leonés, que conoció en nuestra tierra por un Séneca, le animó a elegir esa ciudad entre otras españolas.

Pedro por su parte se trasladó a Irlanda, de au pair, para aprender inglés. A la vuelta, tras diez meses de estancia, se reencontró con su profesor Emilio Romero, quien le animó a matricularse en el Máster de Gestión Integrada. Lo hizo y este además le gestionó una práctica en Matsa. Coincidió este hecho con el descubrimiento de Mina Magdalena, con lo que se ampliaron las oportunidades laborales y pudo terminar trabajando en la mina de Almonaster.

Dieron varias vueltas profesionales antes de llegar a Kiruna. / Foto: Edith-HBN.

Su amigo Enrique, con los estudios acabados, en principio iba a optar por trabajar en una mina de República Dominicana, pero al final las condiciones no eran las inicialmente planteadas, con lo que se lo pensó mejor y decidió quedarse en Huelva. Entonces pudo incorporarse igualmente al proyecto de Mina Magdalena, entrando en un puesto de supervisor similar al que ocupaba Pedro.

El minero puntaumbrieño estuvo un año de supervisor y luego surgió la oportunidad de subir a Planificación. En este área permaneció unos seis años, alternando las tres minas. Estaba a gusto en Matsa, pero quería más. Se planteó cambiar de aires e irse al extranjero, pasando nueve meses en Ecuador. La pandemia alteró las condiciones iniciales de esta etapa profesional, reduciéndole el tiempo de poder estar en Huelva. Entonces decidió un nuevo cambio, y un antiguo jefe –Jordi Puig- que había tenido en Matsa, que en ese momento trabajaba en Suecia, le propuso irse con él a aquel confín del norte de Europa, razón por la que tiene concentrada su labor allí desde entonces.

Pedro y Raquel, en Suecia,.

El proyecto le había seducido, porque es una mina reconocida internacionalmente, con tecnología puntera y un gran volumen. La dimensión operacional de esta explotación sextuplicaba la que había conocido en Huelva.

El nivel de inquietud y deseo de desarrollo profesional de Enrique es similar al de su amigo, por lo que a cabo de unos siete años, y tras pasar de supervisor a operador del Mining Operation Center en Matsa, empezó a buscar nuevos caminos, sondeando -en sentido de búsqueda de empleo- en Australia, Canadá, Iberoamérica o Sudáfrica. Ambos había ampliado su perfil, realizando un Máster de Gestión y Dirección de Empresas.

Y por tercera vez volvieron a cruzarse, porque Pedro le comentó que se estaban produciendo en LKAB, la compañía minera de Kiruna, algunas vacantes. Se presentó y consiguió entrar en el departamento de Planificación. LKAB es una empresa pública, propiedad del gobierno sueco.

Enrique y Raquel, en Suecia.

Esa pasión que comparten por la mina se suma, como señalamos, a ese deseo de desarrollarse profesionalmente. Enrique destaca, en este sentido, que «no hay dos minas iguales en el mundo. Todas tienen su singularidad y las soluciones técnicas para su explotación son siempre a medida». Eso abre el abanico de posibilidades si se tienen, como pasa con ellos, innatas inquietudes.

Enrique añade que gustan, además, de conocer nuevas culturas. Este también es un factor motivante en esta dinámica en la que están envueltos, aunque hace poco más de un año un acontecimiento los diferencia en cierta medida, y es que Pedro y su mujer son padres de un niño.

Pedro y Enrique, los dos mineros onubenses, han compartido con sus respectivas parejas la aventura laboral, en el sentido de que ellas les han acompañado a ese confín europeo que supone Kiruna. Raquel es también minera y conoció a Enrique trabajando en Matsa. Raquel, la mujer de Pedro, es terapeuta ocupacional, con lo que para trabajar allí necesitaría aprender el idioma oficial, el sueco. Ambas parejas, aunque se conocen y son amigas, no han llegado aún a coincidir en Kiruna.

Han tenido capacidad de adaptación. / Foto: Edith-HBN.

Mantuvimos una animada charla en la que surgían muchas preguntas. Aunque la zona donde radica su trabajo es pintoresca, con unos espectaculares paisajes nevados, es evidente que en cuanto a clima hablamos de un lugar hostil. Echan de menos la comida de España, de Huelva, y la proximidad a las familias. Para hacernos una idea de como se vive allí basta decir que en esa ciudad de unos veinte mil habitantes hay un solo bar y quince gimnasios.

Hay muchas diferencias en la forma de vida y de relación. Señala Pedro que «mientras nuestra cultura es muy social, allí son asociales. No hay cercanía, no hay contacto físico. A ello se suman palabras medidas, de modo que cualquier comentario ligero que se salga de un guion justifica la inmediata disculpa. Nada de besos…. No quieren que le toques ni el brazo«. Pero, al mismo tiempo, hay un concepto de urbanidad admirable. Enrique indica que ‘se te cae la cartera al suelo y al día siguiente vuelves al lugar y te la encuentras allí, intacta‘.

El teletrabajo es una opción muy aceptada en su empresa. / Foto: Edith-HBN.

Aunque se llevan a la perfección con los suecos, se relacionan fundamentalmente con extranjeros. Hay otros cuatro o cinco españoles, pero tienen amistad con mejicanos, peruanos, chilenos, polacos, griegos, alemanes, franceses, irlandeses y escoceses. Pedro observa que allí nunca llegó a ser invitado a una casa sueca para cenar o algo por el estilo. Es, insiste, una cuestión cultural. Si ha convivido fuera del trabajo, al igual que Enrique, con compañeros de otras nacionalidades.

Reconocen en todo caso que la experiencia es muy positiva y un factor clave son las condiciones de trabajo. No es una cuestión crematística, sino de cultura organizacional. Allí la confianza es un concepto que prevalece lo cual, a tenor de lo que apuntan, consolida la responsabilidad y el desempeño efectivo. Motiva el hecho de que confíen en uno y en su responsabilidad personal y profesional, como expresan los mineros onubenses.

Pedro ha sido padre hace poco más de un año. / Foto: Edith-HBN.

«Allí o te adaptas o te vas -dice Pedro-. Tu vas a 200 revoluciones y ellos van a 10. Ellos es todo ‘no, tranquilo’. Todo es resultado de consenso, no hay nadie que imponga una decisión. Las decisiones son todas conjuntas, colaborativas. Si tienes una idea nunca te la van a rechazar de entrada, te dirán que de acuerdo, que la investigues o desarrolles«.

Trabajan Enrique y Pedro en Diseño y Planificación de la mina, con lo que pueden teletrabajar. Es cierto que «in situ la comunicación fluye mejor y es más fácil -advierte Pedro-, pero esta forma de trabajar posibilita mucha flexibilidad y conciliación. Uno de los beneficios de LKAB es que facilitan dos meses de vacaciones al año. Allí la máxima es que lo primero es el empleado. No hay que justificar nada si te ausentas del trabajo en algún momento, si vas al médico, a tu casa o a arreglar otra cuestión personal. Nadie va a pensar nada malo, confían en tu responsabilidad. Están muy enfocados en la salud mental y la salud de la persona. Gente que coge y se va al gimnasio en la mitad de la jornada porque cree que lo necesita». Enrique reafirma lo indicado «un tema de confianza. Tu eres profesional y te consideran responsable y cumplidor en este sentido».

Kiruna. /Foto: High North News.

Con lo que nos dicen transmiten que se sienten valorados. Enrique afirma que «el ritmo de un ingeniero español en una empresa de aquí es mucho mayor. Notas allí que cuando hablas te escuchan, valoran a los técnicos españoles porque entienden que pueden aportar«.

A Pedro, por ejemplo, que le encantan las Navidades, este trabajo le permite venirse a mediados de diciembre y volver a finales de enero, trabajando desde Huelva y compatibilizándolo con el disfrute en unas fiestas tan familiares. Por la paternidad, además, está gozando de una extraordinaria flexibilidad.

El horizonte está abierto para ambos. El condicionante paternal influirá en el camino definitivo que cojan Pedro y Raquel. A Raquel y Enrique, según señala este, les gustaría experimentar en otro lugar, tras Kiruna. Por lo pronto el objetivo inmediato es conseguir que también Raquel se incorpore a la mina.

Mientras tanto siguen desempeñando su trabajo con eficacia, aún en la distancia en frecuentes ocasiones, como esta en la tuvimos oportunidad de coincidir en la ETSI del Campus del Carmen de Huelva.

Mucha suerte y enhorabuena.

 

Pedro Romero y Enrique Povea, mineros onubenses en Kiruna.


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