Cierra La Tahona pero nos deja eterna memoria dulce y agradecimiento por tan amable trato

Ramón Llanes. El pan nuestro de cada día, ese trozo imprescindible de alimento que nos alivia las entrañas del cuerpo y las soledades del alma, el pan egregio y fiel ha vuelto a la oscuridad del horno después de 42 años cociéndose en la abundancia; desde allí contempla ahora el sabor de lo triste y la harina noble que produjera paz en los estómagos una vez convertida en verdad de los pobres deja la voz en el más profundo silencio del interior de la vida. La Tahona, allá en la calle Galaroza, amablemente instaurada en el bien de todos, apaga sus muchas luces por mor de las inclemencias de los tiempos y José Antonio y sus hijos se ven en la insólita actitud de tener que cerrar los solidarios postigos, de limpiar por última vez la encimera delicada de una tarea larga para desenfocarse de dolor por tan difícil decisión.

¡Cuántas noches de tajo abierto!. ¡Cuán inmensa la voluntad de los seres humanos que hicieron de la Tahona un lugar de encuentro, de reparto, de risas, de entregas, de emociones y de garantías!. ¡Qué trago tan amargo para Huelva!. Nos tocará recordar con José Antonio, aunque él no lo quiera, todas las bondades que pasaron por sus manos. Ayudando al proscrito, al enfermo, a los mayores, a los más necesitados, al de la sonrisa sonrojada que pidió un bocado, a los muchachos de Arrabales, a las monjas, a las casas de acogida, al mendigo con hambre, al bohemio sin prisas, a los pájaros mañaneros, al bullir cotidiano de la romántica Onuba.

En su nudo y en su lágrima habrá pensado José Antonio que todo mereció la pena, que cumplió con humildad su deber de arriesgarse a ser honrado y que el tiempo ha venido a devolverle con amor magnificado todo el entusiasmo que puso a su dignidad.

Mas no todo está perdido que desde el sentimiento de la Tahona, sus dueños, sus 16 trabajadores, sus clientes, sus consumidores de vida y sus seguidores incansables abrazarán a estos gigantes de la fidelidad que durante todo este tiempo han dado consistencia y realidad a este proyecto que llegó a ser mucho más infinito que lo soñado. Ellos agradecen que el pan les haya unido y hayan alcanzado una meta de amistad y respeto para siempre. No todo está perdido cuando se entrega plenamente el corazón.