María del Mar Madrona Lozano. Como cada primavera, el cielo de Huelva y el de nuestros pueblos se convierte en el escenario de acrobacias de unas pequeñas e inquietas aves que presagian la proximidad del verano, llega el vencejo.
Llegadas de sus zonas de invernada en el sur de África, en un vuelo sin escalas, estas aves eligen nuestros entornos urbanos para nidificar. Los adultos ocupan huecos de persianas, cornisas y oquedades de edificios, mientras los jóvenes juegan a persecuciones en espectaculares y veloces vuelos. La algarabía de sus gritos inunda la ciudad a la caída de la tarde.
Es en ese momento cuando el cielo se llena de cientos de vencejos en busca de alimento. Insectos voladores, entre ellos nuestros odiados mosquitos, constituyen la dieta
principal de este ave. Y es que un solo vencejo puede llegar a comer hasta 60 insectos a la hora, lo que equivale a casi 800 mosquitos al día. Es el héroe que nos viene a salvar cada verano de las picaduras de tan molesto animalillo.
Pero como buen héroe, estas aves casi infalibles tienen su punto débil. Debido a su especial
morfología adaptada a la vida en vuelo, sus largas alas y sus cortas patas le hacen imposible elevar el vuelo desde el suelo. Los pollos que por accidente caen al suelo desde sus nidos, no podrán ser alimentados por sus progenitores, avocados a una muerte segura.
Es aquí donde entra en marcha el proyecto de colaboración de AHUNA con el CREA-CEGMA
Marismas del Odiel. El Centro de Recuperación proporciona a AHUNA pollos huérfanos y
alimento para recuperar a estos pequeños vencejos hasta que estén en condiciones de volar.
Este bonito y necesario proyecto está abierto a la participación de cualquier ciudadano o ciudadana que quiera colaborar, contactando con la Asociación a través de su correo electrónico [email protected]. Ayudemos al vencejo a regresar a nuestros cielos.
Vencejo, Huelva.