Redacción. Astrofísicos de las Universidades de Jaén y Huelva han descubierto una “excepcional estrella joven” de tipo T-Tauri de muy alta velocidad, cuya estela es la más larga jamás observada entre las estrellas fugitivas, lo que convierte además a este descubrimiento en un “caso único en el Universo conocido”.
Estos resultados, obtenidos tras años de observaciones ópticas y recopilación de datos de archivo, han sido publicados por los investigadores de la UJA Josep Martí Ribas y Pedro Luis Luque Escamilla, y la colaboradora de la Universidad de Huelva Estrella Sánchez Ayaso, en la prestigiosa revista Astronomy & Astrophysics.
Los investigadores afirman que “no es frecuente encontrar este tipo de estrellas, y mucho menos una que deje una estela bien visible; y aún más raro es encontrar una que deje el rastro de mayor longitud jamás observado hasta la fecha, y que además sea una estrella muy joven”.
Las estrellas se forman en lo que se conoce como nubes moleculares ricas en gas, el cual puede aglutinarse hasta que comienza la reacción nuclear que enciende el astro. Por eso las estrellas jóvenes –entre las que se encuentras las llamadas T-Tauri– suelen observarse todas juntas, cerca de su lugar de nacimiento. Sin embargo, algunas de ellas aparecen en regiones alejadas de dichas nubes y carentes de gas. Entonces, ¿cómo han llegado hasta allí? Una de las explicaciones posibles es que, al nacer, lo hagan cerca de otras estrellas, de modo que su mutua interacción gravitatoria acabe por expulsar a alguna de las hermanas a gran velocidad, alejándolas del nido.
La estrella recién descubierta por el grupo jiennense (bautizada como UJT-1) es de este tipo, y constituye el ejemplo más fiable de estrella T-Tauri fugitiva encontrado hasta la fecha. “Esto puede tener profundas implicaciones en el conocimiento que tenemos acerca de cómo se crean y evolucionan las estrellas. Pero en este caso, además, el premio es doble, porque tras la estrella aparece una gigantesca cola originada al moverse en un medio lleno de polvo a la mareante velocidad de 50 km por segundo. Es tan larga esa estela que, si la tuviese nuestro sol, el extremo llegaría hasta un cuarto de la distancia a la que está la estrella polar, es decir, unos 100 años-luz”, indican los investigadores.
Este tipo de estelas solo se aprecia en radiación infrarroja gracias al polvo que se calienta al paso de la estrella. Pero el polvo suele enfriarse rápido y por eso las estelas detrás de las estrellas fugitivas no suelen verse. En el caso de UJT-1, el medio circundante tiene una fuente cercana de calor que impide que se enfríe el polvo, y se mantenga la estela visible por mucho tiempo. Esa fuente de calor podría ser la onda de choque procedente de una supernova vecina, una estrella que al morir estalla expulsando su material al entorno. “Por eso podemos ver la cola de UJT-1 y reconstruir la historia de su formación medio millón de años en el pasado, lo que permite hacer una especie de arqueología espacial, y estudiar cómo ha ido evolucionando la cantidad de materia expulsada por la estrella en todo ese tiempo”, explican los astrofísicos, que resaltan que esto hace que el descubrimiento de UJT-1 sea “especialmente interesante” para los estudiosos de la formación estelar.