Lara Moreno, pregonera en su tierra

Lara Moreno
Foto: Jairo Vargas.

HBN. Dicen que uno no es profeta en su tierra, algo que a veces no se cumple pero que parece ser una regla universal. Este año, la escritora con raíces onubenses Lara Moreno ha conseguido ser algo más relevante que profeta, pregonera.

Y es que ha sido la encargada de escribir y pronunciar el pregón que sirve de apertura a la Feria del Libro de Huelva 2023. Aunque nació en Sevilla, creció en Huelva y en su discurso ha sabido plasmar de maravilla las vivencias de una auténtica «choquera». Un emotivo discurso a favor de la cultura y la difusión de las letras, algo tan primordial para el desarrollo de nuestra sociedad. Os dejamos con el discurso completo:


Festival de Cine de Huelva

“Entramos por los robles melenudos; rumoreaban su vejez cascada, oscuros, rotos, huecos, monstruosos, con colgados de telarañas fúnebres; el viento les mecía las melenas, en medrosos, extraños ondeajes, y entre ellos, por la sombra baja, honda, venía el rico olor del azahar de las tierras naranjas, grito ardiente con gritillos blancos de muchachas y niños. ¡Un árbol paternal, de vez en cuando, junto a una casa, sola en un desierto […]! Y un árbol sobre un río. […] Y por la noche, ¡qué rumor de primavera interna en sueño negro! ¡Qué amigo un árbol, aquel pino, verde, grande, pino redondo, verde, junto a la casa de mi Fuentepiña! Pino de la corona, ¿Dónde estás?, ¿estás más lejos que si yo estuviera lejos? ¡Y qué canto me arrulla tu copa milenaria, que cobijaba pueblos y alumbraba de su forma rotunda y vigilante al marinero!”

Le robo estas palabras a Juan Ramón para romper el hielo en esta mañana de abril, aquí en Huelva, en el día del libro. Elijo este fragmento de Espacio, el poema más libre de Juan Ramón, el poema largo que empezó a escribir en 1941, en su exilio en La Florida, en una “casita andaluza” que le recordaba a su tierra, donde fue otra vez capaz de escribir poesía. Llevaba siempre en los bolsillos unas piedras de Moguer y las tocaba para curarse de nostalgia.


Puerto de Huelva

Y le robo estas palabras al poeta porque, en realidad, yo no estoy aquí por escritora: yo estoy aquí por ser lectora. Dicen que saber escribir es un ingenio. Pero el verdadero poder es saber leer. El poder primero es la lectura. La escritura no es más que un exceso, algo que se te acaba cayendo de los libros. La escritura no es más que seguir leyendo con los ojos cerrados. Así que este pregón podría ser vuestro, de cada uno de los que aquí estáis, o de mi madre, de mi hermana, de mi padre, de mi hija, de mi sobrino, que justo comienza esa andadura mágica que te cambia la vida: la de descifrar el código de las palabras, las puertas de otros mundos que se abren, incendiados, caleidoscópicos, paraísos que batirán el aire cada noche.

Celebro hoy con vosotras y vosotros esta feria del libro, la número 47 de la ciudad de Huelva, y agradezco el regalo que me hacéis: este pregón, el primero de mi vida, que no podía ser en otro lugar, porque aquí, bajo la blanca luz de este cielo, hace ya más de cuarenta años, yo aprendí a leer.

Estoy segura de que los primeros cuentos me los leyeron en el barrio de Fuentepiña. Y sé que me los siguieron leyendo hasta la saciedad en la calle Almonaster la Real, junto al Barrio Obrero, hasta que empecé a leerlos yo sola. Tuve la suerte inmensa de ver a mi madre y a mi padre leer, con alegría, de forma sistemática, como algo natural en lo que ocupar el tiempo. Los libros como refugio, como timón de proa, un ejercicio donde nunca había pérdidas. Los sábados y los domingos por la mañana, a veces, después de desayunar, podíamos volver a la cama, el sol del invierno o de la primavera entrando por el balcón, la quietud perezosa del cuerpo en la lectura, los ojos fijos en las páginas, las manos agarrando esos objetos milagrosos que son los libros. Los libros, desde el silencio, agitando el rumor de todas las voces.

Recuerdo la alegría de buscar en la revista del Círculo de Lectores y marcar con un bolígrafo las novelas juveniles. Quiero esta, y también esta. Siempre se hacía largo el intervalo entre las visitas de aquellos comerciales que se recorrían las casas de todo el país en los años ochenta y noventa. Recuerdo la fiesta que era leer en los veranos en Isla Cristina. Leer hasta hartarse. En las mañanas indolentes en la casa de la calle España, donde al amanecer el olor del pan recién cocido había inundado el aire; si nos quedábamos sin mercancía, íbamos a la papelería de la esquina, en la que vendían sombrillas, flotadores y libros del Barco de Vapor. En la penumbra de las siestas en la calle Jesús del Gran Poder, donde leí una y diez veces El príncipe destronado de Delibes, La reina de las nieves de Carmen Martín Gaite, Heidi, Colmillo blanco o una biografía autorizada de Lola Flores, libros perennes en una pequeña estantería sobre la cama. En la playa, en la Casita Azul o en Mazagón, siempre, durante horas, con el sol inclemente del mediodía quemando las páginas, con la luz de naranja masticada de las tardes, y el ruido del mar, alejándose o acercándose, banda sonora perfecta para cualquier historia. Ese paraíso batirá las alas para siempre en mi memoria. La sal de los veranos donde los libros se me acababan en las manos, fugaces en medio de una eternidad.

En esta ciudad, en esta tierra, aprendí a leer y también a escribir. Y no es lo mismo aprender aquí que en otra parte. Porque aquí se lee espigón, sardina, marea baja, haba enzapatá, cabezo, coquina, carabela, muelle, ría, ermita, mojama, marisma, Conquero y aguamala. Porque en este lugar, tierra fronteriza y portuaria, en este lugar del que vengo y al que regreso, la luz incide distinto, y la luz, eso ya lo sabemos, es a la oscuridad lo mismo que los libros.

Si desde aquí puedo invitaros a algo, os invito a leer. Cada día, un ratito. A ir a la bibliotecas, donde podemos tomar decisiones arriesgadas y volver al día siguiente si cambiamos de opinión. Os invito a convertir la librería de vuestro barrio en una parroquia. Allí podemos dejarnos conocer, y la librera o el librero nos leerán la mente y nos harán felices. Os invito a participar en clubes de lectura, porque la mirada colectiva sobre un libro potencia enormemente su sabor y su recuerdo. Os invito a asomaros a esta feria, porque leer es un privilegio, porque la literatura es la herramienta más capaz para la empatía, la sorpresa y el aprendizaje.

Ya venimos andando el siglo veintiuno y hemos atravesado acontecimientos históricos dignos del mejor género futurista y de terror. Y todavía, sin embargo, no se ha cumplido la profecía de Bradbury de acabar con las historias en una hoguera. Y todavía, a pesar de tanto móvil, esa condena que llevamos siempre pegada al final de los dedos, no se ha extinguido el mítico animal que sigue siendo el libro.

Hay que estar vigilantes, hoy más que nunca hay que hacer el esfuerzo de detener las múltiples conectividades y quedar suspendidos, como astronautas, en el espacio que existe dentro de cada libro. Hay que regalarse ese momento, esa coordenada de alegría. La de vivir por un rato dentro de un libro, la de atender, a golpe de fantasía o de memoria, una sola respiración. Leer es un privilegio. Es como el árbol amigo, como el pino verde, grande, redondo, junto a la casa de Juan Ramón. Quién no querría sentarse a la fresca, con el libro en la mano, bajo la sombra del amigo, abrir el libro amigo, leer bajo el árbol el libro cómplice, la sombra antídoto del olvido, poner los ojos vivos y mirar.

Gracias, otra vez, por darme la oportunidad de ser pregonera en mi tierra. Es mucho mejor que ser profeta.

Biografía de Lara Moreno

Escritora, editora y poeta española, Lara Moreno es conocida por su narrativa breve, que ha compilado en diversas antologías como Casi todas las tijeras o Cuatro veces fuego. Nacida en Sevilla, Moreno creció en Huelva. Reside en Madrid, donde es editora, imparte talleres de escritura y colabora como columnista en medios como El País.

Además de relatos, la autora escribe también poesía y ensayo; de entre sus poemarios cabría mencionar La herida costumbre o Tuve una jaula, mientras que Deshabitar es su primer ensayo acerca de los problemas que conlleva encontrar una vivienda digna.

En 2013 publicó su primera novela, Por si se va la luz, a la que siguió Piel de lobo.

Moreno ha sido reconocida con premios como el Cosecha Eñe por su relato Toda una vida, además de ser elegida por la FNAC como una autora revelación.

1 comentario en «Lara Moreno, pregonera en su tierra»

  1. Buenísimo Pregón de Lara Moreno, con esa dosis de lírica necesaria que tanto nos gusta a los lectores. Gracias a HBN por insertarlo completo.
    Destaco esto: «La escritura no es más que un exceso, algo que se te acaba cayendo de los libros. La escritura no es más que seguir leyendo con los ojos cerrados». (Lindo)

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