Redacción. Los burros de los vecinos de la localidad onubense de Santa Ana la Real han desaparecido durante esta semana para volver a sus casas en el Domingo de Resurrección, una tradición centenaria en este pueblo de unos 450 habitantes, que se mantiene por los jóvenes de la localidad con el paso de los años.
Los «robos» se producen en algún momento no determinado de la semana, cuando los jóvenes acuden a las cuadras donde se encuentran los animales y se los llevan. Los «ladrones» acuden de madrugada a llevárselos y los tienen escondidos en algún lugar, donde los cuidan y alimentan como si lo tuviesen sus propios dueños, ya que los animales no sufren daño alguno durante esta fiesta.
Actualmente, en Santa Ana la Real quedan siete burros de distintas edades, y, como marca la tradición, «lo más divertido es robarle el burro a las personas que están todo el día vigilándolo porque no le hace mucha gracia esta costumbre», asegura el alcalde, de modo que aprovechan un despiste o la madrugada para hacerse con él équido.
Esta tradición se perdió en los años cuarenta y se recuperó a partir de la década de los setenta, al robar un burro, luego diez, y ahora no queda un burro libre en el pueblo, porque por muchas precauciones que se tengan, al final siempre los terminan robando.
Una semana antes de la suelta de los animales, los jóvenes ya los han robado y escondido en un lugar, donde los alimentan, pintan y disfrazan con un gorro y flores, además de elaborarse un Judas de trapo, confeccionado por los niños de Santa Ana la Real, que luego quemarán durante el Domingo de Resurrección.
Una vez que termina la quema de Judas, cada burro vuelve a su cuadra y todos los habitantes del pueblo onubense se trasladan a un campo en las afueras del municipio donde comparten el tradicional bollo de pascua, una rosca de pan con huevo duro