Carmen García. No nos referimos a algún pendiente caído en la playa ni al carnet de identidad dejado en una oficina bancaria. Bien podríamos señalar a aquella maravillosa sensación de poder ir desde tu casa hasta la orilla del mar, o la ría, descalza. Las calles de arena te permitían adelantar ese placer desde la misma puerta de tu vivienda.
No, no nos referimos a eso. Ni tampoco a poder recibir el exquisito pan de Panadería Campos o Panadería del Río también en tu misma puerta. Tan solo tenías que asomarte al escuchar la voz de ‘panaderoooo’ y alargar el brazo hacía el jinete. Este metía la mano en uno de los cerones y te daba las piezas de blando y blanco pan que serían las delicias de la comida a la vuelta del baño.
Tampoco estamos hablando de la posibilidad de ir a alguno de los mágicos cines de verano, San Fernando o Saltés, donde tantas películas tuvieron un visionado especial, único, inolvidable. Ni de poder atravesar el umbral de establecimientos tan singulares como Galerías Rimba. Ese colorido universo de utilidades para la época estival que parecía le estaban esperando a una como un escaparate de reyes magos adelantados.
No, además de estas cosas, estos escenarios que están grabados en el cajón de la felicidad de nuestras memorias, perdimos algo tan esencial de Punta Umbría como eran sus pinos.
Porque si nos fijamos en la imagen A, de 1973, y la comparamos, por ejemplo, con la visión aérea que nos proporciona hoy Google Earth, observaremos que desde esa línea que marca la carretera (luego Avenida de Andalucía) que llevaba a la playa desde el pueblo camino de Altair, desde esa línea a Pinos del Mar (antes una urbanización muy muy a las afueras de la localidad, hoy unida), la mayoría de los verdes pinos de Punta han desaparecido derrotados por la voracidad urbanística que ha caracterizado a este paraíso costero onubense. La mayor parte del verde que aparece en la panorámica A ya no existe. A cambio en dicha superficie, que duplica la urbana de principios de los setenta, lo que impera es el ladrillo, el asfalto y el hormigón.
Y allí había una gran cantidad de Pinos. Espacios libres, de aventura, de desahogo, de naturaleza. Hoy hay infinidad de chalets y edificios plurifamiliares, hoteles, supermercados, centros comerciales, deportivos…
En la foto destacada de este artículo, de 1969, todavía no está siquiera edificado el Hotel Ayamontino Playa. La carretera de entrada a la población era la que vemos en la imagen -de las pocas asfaltadas-, con arcenes de arena.
Si observamos la imagen B, aérea desde la ría, de 1977, aún hay una moderada densidad habitacional. Existen bastantes espacios no edificados, y determinadas zonas de pinos en la propia urbe, además del frondoso bosque que aún permanecía más allá de la barriada de viviendas de los pescadores. Incluso se observan, en los primeros planos de esa vista, seis o siete ‘casas de los ingleses’. Impunemente destruidas poco más tarde, por la perversa -en términos patrimoniales- alianza del Ayuntamiento y la Compañía de Riotinto. Ambas instituciones mostraron una lamentable insensibilidad, llevándoselas por delante.
Ya vemos, estábamos pensando en los pinos y… nos hemos dado cuenta que en Punta Umbría, ese paraíso natural, hemos perdido demasiadas cosas. Si queda algo, no lo perdamos también.
Lo que perdimos en Punta Umbría.
1 comentario en «Lo que perdimos en Punta Umbría»
Lamentablemente el poder del dinero, de la avaricia, de la poca sensibilidad…hacia la añoranza, la naturaleza y demás encanto de nuestro pueblo siempre pasa por gentes sin escrúpulos que deciden, «ley en mano», lo que les venga en gana con la excusa de mejorar el pueblo y sus habitantes, sí pero no así sin respetar la naturaleza viva de mi pueblo ?, malditos sean todos (…)