RFB. Como cada día, Manuel Calvarro y Sebastián Gómez disfrutaban circulando en bicicleta por la comarcal que une Cabezas Rubias con San Telmo. Sebastián, antiguo alcalde del pueblo de los rubiatos, habla de esta ruta como el carril-bici, dado su escaso tráfico de automóviles.
Aquella mañana, próximos ya a la aldea minera, y al superar una curva cerrada a la izquierda observaron, a la derecha, a un señor en un alto cerca del borde de la carretera. Concentrado, se afanaba en una curiosa construcción al lado de lo que parecía una antigua zahúrda. A unos diez metros en esa senda, dirección al ya próximo San Telmo, seguidamente se encontraba una pequeña y vieja casa derruida.
Siguieron adelante con su ruta y, a partir de aquel día, Manuel y Sebastián en ciclo-paseos sucesivos comenzaron a fijarse en ese lugar cada vez que pasaban por allí.
Comprobaban que la pequeña construcción avanzaba cada jornada. Y un día no pudieron resistir la curiosidad y se bajaron para preguntar al hombre sobre aquello que laboriosamente estaba haciendo.
Entonces descubrieron una bonita y generosa historia de amor al patrimonio antropológico. La de una persona especial, un santelmeño que aúna en su condición ser buena gente, curioso, ‘manitas’ y apasionado de la historia de su tierra natal. José Caro Caro, de San Telmo, servicial e ilusionado por el interés suscitado, les desveló que era lo que hacía en ese montículo aledaño a la carretera.
Avanzando en la charla Pepe Caro les contó que estaba restaurando construcciones parecidas –zahúrdas– en otros enclaves próximos a su aldea. Los ciclistas que siempre pasaban por allí viniendo de Cabezas Rubias quedaron sorprendidos por la voluntad de este hombre, sabio y culto en su sencillez, y la interesante consecuencia de ese trabajo manual que llevaba varios años realizando.
Las zahúrdas son construcciones ancestrales destinadas a la cría de cerdos compuestas de una cerca de piedra, normalmente circular, que contiene un habitáculo para dar abrigo a los animales. Pequeñas edificaciones, de uso familiar, que son un exponente de la tradición ganadera porcina de nuestra provincia.
Caro, al fallecer su madre hace unos nueve años, y en homenaje a ella y a su padre, se puso a restaurar la zahúrda de la familia. Cuando felizmente la recuperó, añadió en un lateral una pequeña estructura -para albergar un rótulo- con una cerámica en la que se resumía la historia de la misma y los distintos propietarios que la habían utilizado.
Fue algo aislado en principio pero, tres o cuatro años más tarde, apenado por el deteriorado estado de otras antiguas zahúrdas que circunvalan el pueblo, decidió en solitario realizar su propia campaña de restauración, para salvar lo que para él es lo único añejo que queda de tantas historias de vida de San Telmo.
Entonces se puso manos a la obra, y nunca mejor dicho por la condición manual del trabajo que lleva a cabo, reponiendo las estructuras y cubiertas de sucesivas zahúrdas. El trabajo es duro y lo primero que requiere es ‘liberar’ a las viejas cochineras de las destructivas zarzas, chumberas y otros matorrales que las ocultan y van ‘devorándolas’ con el paso del tiempo.
Una vez despejado el terreno, Pepe comienza el trabajo de restauración, respetando la forma de hacer, que le enseñó su padre -y a él su abuelo, como testigo de generaciones anteriores-. Utiliza los mismos materiales de siempre, básicos obtenidos de la propia naturaleza. Piedras, lajas, tierra, agua, pajas,… sin palaustres ni otras herramientas, con las manos, la paciencia y el buen hacer de la experiencia y la tradición.
Hemos tenido la fortuna de acercarnos a San Telmo y apreciar de primera mano el desinteresado y fructífero trabajo de este hombre en favor del patrimonio de su pueblo. «A ver si podemos traer a tres o cuatro turistas» nos decía con una serena y natural sonrisa.
Pepe Caro habla mucho y te contagia cuando con pasión comenta sobre la tarea que le ocupa. «Hace cinco años me di cuenta que las zahúrdas se estaban cayendo, ay madre mía, se van a caer y nadie echa cuenta en esto… y dije, yo las voy a restaurar«.
Nos acompañan amablemente los ‘descubridores’ de esta historia, Manuel y Sebastián. Calvarro es un polifacético artista, onubense de adopción -48 años aquí- y maestro de profesión. Con un dilatado historial de creación plástica y labor docente en Huelva. Sebastián, como apuntábamos, fue alcalde de Cabezas Rubias dos legislaturas atrás y, de profesión, empleado de banca. Ambos, conocedores de las costumbres de la zona, nos ilustran también con detalles que complementan el relato de Pepe Caro.
Charlando sobre tan interesante descubrimiento, nos llevan a ver varias de las restauradas y otras pendientes. Caro al principio tardaba más, pero ahora «ya le voy cogiendo el truco» -señala humildemente-. Tras visitar las más próximas al pueblo y la suya familiar nos acercamos a la que bordea la carretera. La que fue punto de encuentro entre ellos.
Pepe para crear valor añadido y configurar una ruta de zahúrdas restauradas, tras arreglarlas, lo que hace es construir al lado de ellas una base para situar el rótulo descriptivo. Construye un pedestal y admite que cuando empieza con él no sabe lo que su inspiración va a terminar definiendo.
En este caso de la zahúrda al borde de la carretera -por la que pasaron Manuel y Sebastián suscitando su curiosidad- el pedestal ha terminado siendo la base de un Morabito. Y en la hornacina del Morabito lo que se ha situado es el busto en piedra de un santo. Concretamente del ‘Santo Desconocido‘, obra de Manuel Calvarro, quién ha realizado su creativa aportación personal para enriquecer este espacio cariñosamente recuperado por -su ya amigo- Pepe Caro.
El morabito tiene aún pendiente algunas ideas del restaurador. Por ejemplo, un tablero que quiere que «me pinte mi señora«. O un barco que le ha pedido José Caro a su vecino Juan Moreno, en homenaje al Patrón, San Telmo. Escoltando la hornacina ha fijado en la pared dos tejas para que pueda honrarse el espacio con flores. Por ahora tiene colocadas unas jaras.
Pepe nos señala los restos de la casa en su día habitada por Bartolomé ‘Male’. El antiguo morador con su familia usó esta zahúrda que construyó Male cuando tenía 16 años, en 1949. La casa-choza, con elementos constructivos similares a los de las zahúrdas, era una modesta vivienda con solo dos estancias. Un comedor-cocina y un mini dormitorio en cuyos escasos 5 o seis metros cuadrados dormían el matrimonio y tres hijos.
Esa realidad social era representativa de la propia utilidad de las zahúrdas. Construcciones situadas junto a los huertos para contribuir a bienestar de las familias. Porque en la mayoría de los casos tenían que complementar los salarios de la mina con autosubsistencia agropecuaria.
Interesantísima conversación la que tuvimos en nuestra visita a las zahúrdas del poblado minero. Estas tienen propietarios diversos en San Telmo -aunque generalmente sin papeles, ni falta que hace- a los que José Caro pide autorización para restaurarlas.
Comentamos detalles y características de las zahúrdas. Y se genera algún debate en el grupo sobre tamaño histórico de los cochinos y usos concretos de los elementos constructivos.
Cruzamos la carretera y nos muestra otra zahúrda restaurada. «Esta -comenta- era del bisabuelo del futbolista Jordi Alba. El abuelo jugaba aquí a la pelota. Ellos vinieron de Aguafría, de ahí de la Sierra. El tío-abuelo de Alba es una de las fuentes de Pepe, en esa incansable labor investigadora. «Y la de de allí abajo de un primo del Padre Pateras» -añade-.
La mayoría de las que Pepe Caro ya ha restaurado o tiene pendiente de hacerlo son de la década de los cuarenta del siglo pasado. Algunas, no obstante, podrían datarse del siglo XIX o incluso del XVIII, según apunta Manuel Calvarro. El sistema constructivo de piedra seca que utiliza Pepe está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. También en ocasiones se vale de la técnica «de tapia«. Consiste en una base de piedra a la que se fijan en la construcción unas maderas para encofrar la tierra que se le va echando. Esta se va mojando con agua y apisonando con unas mazas en sucesivas capas añadiendo jaras y otros elementos del campo.
A Pepe Caro le fascina investigar sobre el pasado. Recupera objetos antiguos y venera, a su modo, la historia del enclave en el que ha transcurrido toda su vida. Restaura muebles y cualquier cosa que represente tiempos pretéritos y nos permita interpretarlos, incrementar o preservar nuestro patrimonio histórico y cultural. Compagina esta pasión con su debilidad por la Navidad y sus detalles. Le encanta construir belenes y otras creaciones para sus dos sobrinas, Esther y María. Una hija de una cuñada y otra de su hermano, muy recientemente fallecido.
Para nosotros José Caro es un salvador de tesoros, una suerte para San Telmo y para la provincia de Huelva en general. Las zahúrdas que recupera tienen un valor antropológico extraordinario, y nos hablan de vidas, de tradición, de supervivencia y de cultura. Una puerta al pasado que estaba cerrándose y que este generoso santelmeño ha decidido con firmeza volver a dejar abierta.
El sigue adelante, resistiendo a veces la incomprensión de algunos vecinos que no aprecian la grandeza de su sencillez. Es su ilusión y le permite ser consciente de lo que aporta a su pueblo. Usando esas manos que trabajan el barro y la piedra para salvar algo que tiene un incalculable valor. Nada menos que el respeto a sus ancestros y la honorable bandera de una identidad forjada de fascinantes historias, vinculadas a la mina y a un lugar especial.
Enhorabuena
Antropología, historia, José Caro, San Telmo.
1 comentario en «José Caro, el salvador de tesoros de San Telmo»
Preciosa historia. Enhorabuena